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envidia á medida de la estimacion que hacian de su mérito los Reyes y los buenos Españoles. La envidia, pues, le ocasionó una persecucion, que no es necesario explicar, porque todos la saben. Permitiósele quedar por entonces en Francia, donde á pesar de no pagarle la pension que el Rey le habia concedido, no quiso aceptar otra en aquel Reyno, aunque se le dió licencia por el Ministro mismo que le perseguia, sin duda para acabarle de enagenar de España. Nombrósele Enviado al Congreso de Cambray, que se disolvió por la paz de Viena; y se le mandó pasar á Bruselas, y despues á Licja. Persuadióle estando en està Ciudad el Príncipe Eugenio de Saboya á que fuese á Viena, ofreciéndolc ventajas capaces de seducir á otro que á Macanaz.

Se le envió á París para arreglar con el Cardenal de Fleuri los intereses de España con un poder tan absoluto, que admiró al Cardenal, y lè obligó á decir, que jamas se habia dado otro igual, ni él le tenia en Francia, añadiendo con exclamacion: ¡Dichoso el Rey que tiene tales Ministros! Crecian sus urgencias, no obstante este exceso de confianza, y noticioso el Rey Fernando VI, siendo aún Príncipe, le socorrió de sus propios alimentos. A este favor se agregaban otros de los Reyes, que obstinaban mas á sus enemigos. Antes de morir la Reyna primer muger de Felipe V, le encargó con encarecimiento la conservacion del Rey, de sus tiernos hijos, y de sus amados vasallos; y el mismo Rey Felipe V mantuvo con él una especie de correspondencia epistolar.

Subió Fernando VI al Trono, y quiso valerse de Macanaz; pero sus contrarios, para impedirlo, persuadiéron al Rey, que solo él podria asistir à la paz general que se habia de ajustar en Breda, y despues se concluyó en Aix de la Chapelle. Fue á Breda Maca naz, y quando tenia preparada en Febrero de 47 una paz mas ventajosa en su concepto y de muchos, que quantas se habian hecho desde los Reyes Católicos, se le mandó retirar á España precipitadamente, prenderle en Vitoria, conducirle al castillo de Pamplona, y despues al de S. Anton de la Coruña, en donde le cerráron sin comunicacion, ni libros, y se apoderáron de sus escritos, que pasaban de 200 volúmenes en folio. Allí otorgó su testamento legando sus escritos á la Biblioteca Real; y todos los libros de su librería de que careciese. Continuó con una paciencia christiana en aquella prision, hasta que habiendo entrado á reynar Cárlos III, le concedió libertad, y permitió que se retirase á su patria, en donde murió seis meses despues, en el año de 1760 á los 90 de edad. Fue Macanaz de trato dulce, de costumbres severas, y muy dado á la devocion desde niño. Su instruccion fue grande, y aun asombrosa; y sus escritos, aunque adolecen en parte del gusto de su tiempo, tienen mérito esencial, y el de la universalidad de materias, y delicadez de muchas de las que comprehenden.