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las siguentes hazañas: Cierto día, que acompañaba al general Mansilla, (padre), saliendo del antiguo «Café de Catalanes», como se sintiera éste de pronto descompuesto, frente la puerta del estrecho y oscuro pasadizo (escape de coristas y «primo-donos» del viejo Teatro Argentino), entró apurado. Esperando á la puerta Víctor, que por la nerviosidad de su temperamento y locuacidad intermitente no podía pasar un momento sin idear travesuras, que aún durmiendo proyectaba, ocurriósele amarrar las anillas de ambas hojas, repiqueteando con el llamador y poniendo pies en polvorosa. Mientras la casera forcejeaba por abrir la puerta, sin conseguirlo, hízole dar vuelta cierto olor, no de rosas, aunque ya tras una hermosa. Rozas caracoleaba el corcel de guerra del futuro contendor en el Combate de Obligado. ¡Puede suponerse la situación sin salida, y el apuro en que dejara al pulcro General!


II

Era don Evaristo P., alto, grueso, cejijunto y reposado, asiduo devoto de la Merced, donde a sol y á sombra seguía no tan solo la «Salve» los sábados, sino el rosario entero todas las noches, en su vecina iglesia. Hombre intachable y