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Urquinao dijo: «La América debía vestir luto, sobre todo, la Habana, por el primitivo propagador de su independencia». Distinguido americano, hombre de superior talento, versado en los clásicos latinos, poeta fácil, elegante para hablar, encantando la sociedad que le escuchaba, agrega González y Vergara: «Hablaba con igual facilidad y corrección el español, francés, italiano, inglés y portugués, teniendo conocimientos bastantes extensos del griego y el latín, llamándole el «Príncipe de la conversación» los granadinos y el «Adonis de las damas» las colombianas.

Confirmándose una vez más que nadie es profeta en su tierra, agregado á la indiferencia con que desdeñamos todo lo de casa por ser propio, de extrañar no es que el «forastero en su tierra» fuera más conocido lejos de ella.

De tan notable compatriota, de quien el crítico Gutiérrez repite: «Fué poeta como Heredia y vivió como él la duración de un relámpago», encontramos al fin su nombre en un rincón de la Biblioteca Nacional, primero de los treinta y siete volúmenes (edición in folio de Bodoni), que por conducto de su amado condiscípulo Pacheco envió, y también según oímos á este General, una cantidad de dinero para costear lujosa encuadernación en Buenos Aires, que en la Isla no había quien la hiciera. Obsequio en testimonio del