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En el arbol infame cuyo fruto
La vida al Universo restituye!
Gloria á tí, mi Señor, en las edades,
Gloria en la eternidad, en lo remoto,
Gloria á tí, que eres fuerza, luz y vida!
— Amén! exclamó el Cuervo. Francamente,
Hablais muy bien, Rabí, mas ignorando
Todo lo que decís, levanté el vuelo,
Del hambre á los impulsos...
— Maldecido!
Gritó el Abad con cólera y espanto
Y con horror profundo, basta! basta!
Osaste, pues, al fin, bestia sacrílega,
Su carne profanar? Cómo pudiera
Expiar con mis sollozos y mi sangre,
El crimen de escuchar tu atroz injuria!
Vil comilón de muertos, que has osado
Sobre la eterna Cruz en hora triste,
Un instante posar tu garra inmunda!
Profanación horrible! En el infierno
Habrá llamas que truequen en cenizas
Á este cuervo voraz?
— Tranquilizaos,
Dijo el Pájaro negro, y escuchadme
Con paciencia, señor, que ya concluyo.