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Dulce fué su muerte: para ellos el morir era la fruición del último éxtasis de la vida saciada —más allá de esa muerte no hay inmortalidad, sino un sueño que medita y es el no ser.

Y allí, ay! que permanezca allí mi abrumado espíritu: separado de la eternidad del cielo, y ah! cuán lejos del infierno!

Di oh, musa! ¿Cuál espíritu culpable, en qué maleza tenebrosa no oyera la conmovedora llamada de esc himno? Sólo dos: cayeron, porque el ciclo su gracia no otorga, á quien, por el latido de su corazón, no oyere.

Una doncella angelical y su serafín amante. Oh! ¿cuándo y dónde (preguntadlo á los anchos mares) estuvo jamás el amor, el ciego amor, al lado del sobrio deber? Ha caído el amor extraviado entre lágrimas de eterno llanto.

Espíritu gentil fué el que cayó: vagaba errante por los manantiales tapizados de musgo; absorto contemplaba las luces que en el cicio brillan, distraído soñaba con sa amor á la luz de la luna: y, que no os admire! pues celestiales ojos son las estrellas que con enternecimiento contemplan la cabellera de la hermosura, y ellas, y cada musgoso manantial, sagrados eran para su melancólico corazón por el