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—"Diré mas bien, el Theopolita."

—"El Theopolita!"

—"Habeis olvidado acaso," dijo el loco, "el incidente que ocurrió hace un momento?"

El loco tenía razon, y si empleo este nombre, es únicamente por conservar el que le había dado nuestro amigo el cicerone—No sé cómo ni porqué habíamos olvidado el movimiento y el grito. ¿Qué había pasado en aquella escena interrumpida por la órden de "silencio!" del presidente?

El individuo que había hablado un instante despues de comenzar la sesion,—sin que esto signifique que hubiera dicho algo.—y que varias veces había, empleado el vocativo en las pocas palabras que dirijió al presidente, era un Theopolita, un verdadero Theopolita, con todos sus caracteres disimulados el silencio convertido en insulsa verbosidad; la luz pálida, fosforescente, lanzando vivos destellos sofisticados; la demacracion del rostro perdida por una replecion de las cavidades internas de los carrillos, y la miseria de las miradas, completamente cambiada por una agitacion artificial. Pero cuando hubo acabado de hablar, la luz prestada desapareció y sus ojos hipócritas, su fisonomía viperica, recobraron su valor real. Fué entonces que el loco del matraz, que había seguido sus palabras, lanzó el grito de "traicion," precipitándose simultáneamente sobre al espía.

Los Theopolitas son elásticos.