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El loco llevaba consigo su gran matraz, y valiéndose de la elasticidad propia del Theopolita, lo introdujo en él, con gran satisfaccion de algunos académicos, que veían corroborada de una manera tan elocuente la opinion que corria sobre la poca cohesion de las moléculas de aquella raza degradada.

El zoólogo Biopos experimentó un choque de satisfaccion suprema, porque no dudaba que aquel matraz pasaría con su contenido á formar parte de su coleccion. ¡Qué placer para él! ¡Un Theopolita en aguardiente!

—"Señor presidente!" exclamó el loco, "ha llegado el momento de la venganza; ahora podremos incendiar la ciudad enemiga, y sus infames habitantes, rechazados siempre de todos los países, irán, espíritus imágenes abyectos, á girar aislados en los confines del espacio."

—"Y cuáles son los medios de que pretendeis valeros?" preguntó mi guia.

—"Muy sencillos: la combustion que determine el oxígeno de un Theopolita en una cantidad fija de materia, puede servir de término de comparacion para averiguar la cantidad que de él se necesita para incendiar toda la materia con que está formada Theopolis y los que en ella moren."

—"No es necesario," interrumpió mi amigo el cicerone, "basta quemar el cuerpo de un Theopolita vivo para trasmitir el incendio á toda la población."