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cada uno lo que le corresponde. Cuando la abeja se cansa de libar en el mismo nectáreo, busca otra flor y otra flor, y cuando el hastio se apodera de ella, y cuando le empalaga ya la miel, la abeja muere á la entrada de la colmena como diciendo: 'hé aquí el principio y el fin de mi actividad y de mi vida'."

Esta observacion no tenia réplica; aquella fosforescencia no tenía compasion de mi humildad.

Algunas luces vagas, perdidas en el misterio de las sombras, indicaban que nos aproximábamos á habitaciones humanas, y que tocábamos ya el límite del desierto.

Consulté á Seele.

—"Efectivamente," repuso, "pronto las estrellas habrán trazado el arco de una noche, en cuyo extremo oriente aparecerán los primeros resplandores del dia. Vamos á llegar á la Capital; pero antes de descender, es necesario que escojais, entre la invisibilidad ó la visibilidad."

—"¿Qué quereis decirme, maestro?"

—"Digo que manifesteis vuestro deseo, es decir si preferis ser visible ó invisible para los habitantes de esta ciudad."

—"Invisible," contesté, "y de ese modo me será mas fácil penetrar ciertos misterios.

—"Si ello es así, que la noche absorva vuestra personalidad corpórea..... y la mía!" exclamó Seele con voz serena y profunda.