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El génio del Nevado desapareció, quedando solamente la aureola, fenómeno que observé tambien en mí mismo.

—"Ya lo veis," me dijo Seele, "la metamórfosis es sencillísima, y sinembargo no hemos aniquilado nuestros cuerpos."

—"¿Y dónde están?"

—"Los llevamos en estado latente."

Las dos aureolas, separadas hasta entónces, se reunieron en una sola, como solicitadas por una fuerza de que carecian cuando los cuerpos no habian desaparecido aún.

Empezamos a descender, y las primeras nubecillas de la mañana volando hácia occidente, semejaron los púdicos símbolos del beso del dia á la tranquila hermana coronada de estrellas.

—"La veis?" exclamó el invisible Seele.

—"Es una gran ciudad," contesté con mi garganta invisible.


CAPÍTULO XXXII
Sorpresa

Los primeros rayos del Sol dividieron y apagaron la emanacion luminosa que nos envolvía, de manera que nuestra existencia, desde aquel momento, quedaba reducida á una existencia latente, en relacion, no hay duda alguna, con la anterior, pero conservábamos todas nuestras fuerzas vitales,