Diferencia entre revisiones de «La bruja (Ramos Carrión)»
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→Cuadro Segundo: edicion |
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el castillo. A la izquierda, la casa de LEONARDO, exterior de la decoración del Primer Acto y |
el castillo. A la izquierda, la casa de LEONARDO, exterior de la decoración del Primer Acto y |
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llegando hasta el primer término la tapia del corral, cuya puerta da al público. |
llegando hasta el primer término la tapia del corral, cuya puerta da al público. |
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''Escena I'' |
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Antes de levantarse el telón se oye el repique |
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alegre de las campanas de la iglesia. |
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ALDEANOS en traje de fiesta. |
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'''Música (N.º 9-A)''' |
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'''Coro''' |
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Coro |
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Hoy todos celebran |
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la Virgen de Agosto, |
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y hay una fiesta en el pueblo |
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con ríos de mosto; |
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las uvas doradas |
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espera el lagar; |
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no hay pena ni duelo |
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en todo el lugar. |
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La gente del campo |
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está satisfecha, |
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que en trigo abundante |
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se ve la cosecha. |
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Los días de invierno |
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alegres serán, |
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pues ya están seguros |
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el vino y el pan… |
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(Repique de campanas.) |
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''Escena II'' |
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Dichos, TOMILLO, que sale de la iglesia. |
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'''Música (N.º 9-B)''' |
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'''Escena y Racconto de Tomillo''' |
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Unos |
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(Reparando en él.) |
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Allí sale Tomillo. |
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Otros |
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¡Qué triste viene! |
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Todos |
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Vamos a preguntarle |
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qué es lo que tiene. |
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(Acercándose a él.) |
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¿Por qué tan caviloso |
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vienes de allí? |
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Tomillo |
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Yo tengo mis motivos, |
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oíd, oíd. |
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Coro |
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(¿Qué le pasará? |
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¿Por qué vendrá así?) |
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Tomillo |
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A los nueve meses |
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de haberme casado |
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un niño nació; |
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y aunque fue tan pronto, |
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la verdad, amigos, |
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no me sorprendió. |
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Coro |
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¡Claro está que no! |
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Tomillo |
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A muy poco tiempo |
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encinta mi esposa |
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volviose a encontrar; |
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mas el caso entonces |
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no tenía nada |
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de particular. |
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Coro |
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¡No era de extrañar! |
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Tomillo |
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Yo al saberlo dije: |
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¡otro hijo tenemos, |
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bendito sea Dios! |
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Pero llega el trance, |
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yo esperaba un chico… |
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Y nacieron dos. |
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Coro |
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¡Todo sea por Dios! |
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Tomillo |
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Esto ya me asusta, |
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pues mi amada esposa |
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tan fecunda es, |
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que me estoy temiendo |
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que dentro de un año |
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me regale tres. |
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Coro |
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¡Harto fácil es!… |
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Tomillo |
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¡Vaya si lo es! |
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''Escena III'' |
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Dichos, ROSALÍA, MAGDALENA y CORO |
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de ALDEANAS, cada una de aquéllas trae en |
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brazos un niño en mantillas. |
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'''Música (N.º 9-C)''' |
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'''Escena y Coro''' |
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Aldeanas |
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Ya presentó a la Virgen |
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la madre cariñosa |
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los vástagos que el cielo |
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le concedió: |
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que muchos años vivan |
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y sean muy cristianos, |
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y ricos y felices |
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los vea yo. |
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Magdalena y Rosalía |
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¡Gracias! |
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Tomillo |
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¡Mil gracias! |
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Coro |
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Reciban, pues, |
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abuela y padres |
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el parabién. |
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Magdalena y Rosalía |
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¡Gracias! |
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Tomillo |
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¡Mil gracias! |
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Aldeanos |
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¡Cómo ha de ser! |
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(A TOMILLO.) |
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Ya tendrás cuatro, |
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si hoy tienes tres. |
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(MAGDALENA, con uno de los niños, queda en |
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el centro del grupo de MUJERES; una de éstas, |
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con el otro niño, entre el grupo de HOMBRES, y |
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en medio de éstos y el de MUJERES, TOMILLO |
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y ROSALÍA, que miran, entusiasmados, cómo |
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hacen caricias a sus hijos.) |
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Mujeres |
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¡Ved, qué hermosotes |
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y qué rollizos; |
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son dos mantecas |
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los dos mellizos! |
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Hombres |
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¡Qué ojazos negros |
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tan habladores! |
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Mujeres |
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¡Y qué carrillos |
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y qué colores! |
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(Haciendo fiestas.) |
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¡Ajito al nene, |
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ajito, ajito |
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¡qué gracia tiene |
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el angelito! |
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Hombres |
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¡Ajito, ajito! |
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Todos |
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¡Ajito, ajó! |
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¡Ven, chiquirritito, |
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que te quiero yo! |
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Tomillo y Rosalía |
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¡Ajito, ajito!… |
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Mujeres |
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En lo robusto |
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sale a su madre, |
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pero los ojos |
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son de su padre. |
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Hombres |
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No niega el chico |
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la parentela, |
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pues las narices |
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son de su abuela. |
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Mujeres |
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¡Ajito al nene! |
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Hombres |
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¡Ajito, ajito! |
|||
Mujeres |
|||
¡Qué gracia tiene |
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el angelito! |
|||
Hombres |
|||
¡Ajito, ajito! |
|||
Todos |
|||
¡Ajito, ajó! |
|||
¡Ven, chiquirritito, |
|||
que te quiero yo!… |
|||
¡Ajito, ajito, |
|||
Ajito, ajó!... |
|||
Tomillo |
|||
(A ROSALÍA.) |
|||
Dos años hace |
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que nos casamos, |
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y, como entonces, |
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nos adoramos. |
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Rosalía |
|||
Yo aún más te quiero |
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que el primer día. |
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Tomillo |
|||
Tú eres mi gloria, |
|||
esposa mía. |
Revisión del 20:25 13 dic 2009
Primer Acto
Preludio
Cuadro Primero
Cocina de una casa de pueblo en Navarra. A la derecha, ocupando todo el ángulo y con una campana muy volada que llega casi hasta el primer término de la decoración, el hogar anchísimo en que arden carrascos y troncos de robles esparciendo viva claridad. Puerta grande y ventana al foro. Puertas laterales en primer término. Es de noche, y luce un candil suspendido de la campana de la chimenea.
Escena I
MUJERES jóvenes y viejas, delante del hogar
dando la espalda al público e iluminadas por
la lumbre, hilan acompasadamente, sentadas en
taburetes de nogal. Entre ellas están ROSALÍA
y MAGDALENA entregadas a la misma labor.
A la izquierda, sentados alrededor de una mesa,
juegan a las cartas EL CURA, TOMILLO y
HOMBRES 1.° y 2°. Les rodea el CORO de
HOMBRES del pueblo, que de pie ve jugar
y bebe del jarro que pasa de mano en mano
cuando el diálogo lo indica.
Música (N.º 1-A)
Coro de Hilanderas
Mujeres
Al amor de la lumbre
que nos presta calor,
la velada pasemos
en la gracia de Dios.
Ya la blanca guedeja
de sedoso vellón,
en finísimos hilos
nuestra mano cambió.
La velada pasemos
en la gracia de Dios.
Hilemos todas,
hilemos todas
el copo suave
y dando vueltas
en nuestras manos,
en nuestras manos
el huso baile,
entretenidas
con la labor,
las horas corren
mucho mejor.
Hilemos todas
el copo suave
y en nuestras manos
el huso baile.
Entretenidas con la labor,
las horas pasan
mucho mejor,
mucho mejor.
Hombres
Teniendo el jarro lleno,
jugando cuatro al mus,
la noche alegre pasa
en un decir Jesús.
Unos
En tanto que éstos juegan
bebamos los demás.
Otros
No echarse tan encima,
hacerse un poco atrás.
(Ábrese el grupo que rodea a los jugadores de modo que el público los vea.)
Tomillo
Ahora verás,
ahora verás.
Hombres
Hacerse un poco atrás.
Hablado sobre la música
Tomillo
Mus.
Hombre 1.º
Mus.
Hombre 2.º
Mus.
El Cura
No hay mus.
Tomillo
Paso.
Hombre 1.º
Paso.
Hombre 2.º
Paso.
El Cura
Envido la chica.
Tomillo
Quiero. Pares tengo.
Hombre 1.º
No.
Hombre 2.º
No.
El Cura
Sí. Envido.
Tomillo
Siete.
El Cura
Me achicó.
Tomillo
Tengo juego. 3
Hombre 1.º
Yo no.
Hombre 2.º
Yo no.
El Cura
Yo sí.
Tomillo
Órdago.
El Cura
No puedo.
Tomillo
Una porque no. (Cantado.)
Coro
(Acercándose con interés.)
El juego ha sido fuerte,
veamos el tanteo;
(Viendo las cartas.)
de fijo que es Tomillo
quien ha ganado el juego.
Tomillo
(Hablado.)
La grande pasada.
Dos de chica 4 y tres de duples, cinco.
(Dándole un tanteo que vale cinco.)
Amarraco limpio.
(Cantado.)
Pues yo de juego gano dos.
¡Estoy de suerte como hay Dios!
Coro
Teniendo el jarro lleno,
jugando cuatro al mus,
la noche alegre pasa
en un decir Jesús.
(Continúan jugando, mientras las MUJERES cantan la estrofa siguiente.)
Mujeres y Tomillo
Al volver de los campos,
cuando el día se va,
con la luz de la llama
nos alumbra el hogar.
Demos gracias al cielo
que en invierno nos da
secos troncos de roble
y blanquísimo pan.
De la alta rueca
bajando el copo,
se forma el hilo
poquito a poco.
Seguid, muchachas,
sin descansar,
que aquí el descanso
es trabajar…
Tomillo
(Dando un puñetazo sobre la mesa.)
Los veinte tantos ya saqué;
también en ésta les gané.
Música (N.º 1-B)
Escena
El Cura
(Levantándose.)
Basta ya de vino y juego,
y dejad las ruecas luego.
(Levantándose todos; las MUJERES dejan la rueca en un rincón.)
Como siempre la más vieja
que nos cuente una conseja.
Rosalía
¿Una vieja? No. ¿Por qué?
Yo también contarla sé.
Coro
Que la cuente Rosalía.
Magdalena
Anda, hija mía.
Rosalía
Sí que lo haré.
Formad la rueda
y oído atento;
mucho cuidado
que va de cuento.
Coro
Pongamos todos
oído atento;
cuidado, amigos,
que va de cuento.
Rosalía
Contaré el del moro
(Aparte a TOMILLO.)
ponte aquí detrás:
si algo se me olvida
tú me apuntarás.
Tomillo
Anda ya sin miedo
y empezando ve;
si algo se te olvida,
yo te apuntaré.
(Les rodean todos menos EL CURA, que se sienta
en el sillón junto a la mesa. Los demás personajes
demuestran interés durante la relación,
entusiasmándose a medida que avanza.)
Música (N.º 1-C)
Romance Morisco
Rosalía
Pues, señor, éste era un rey,
un rey moro de Granada,
que tenía una hija moza,
que Zulima se llamaba.
Ocultábala su padre
en la torre de la Alhambra,
temeroso de que un día
un cristiano la robara.
Mas de estar siempre a la sombra
enfermó de cuerpo y alma,
y volviéronse azucenas
las dos rosas de su cara.
Coro
Y volviéronse azucenas
las dos rosas de su cara.
Rosalía
Cuidadoso el rey, su padre,
ordenó, para animarla,
grandes fiestas de torneos
y de toros y de zambras.
Un cristiano que lo supo
quiso allí medir sus armas,
y vistiéndose de moro
penetró por Bibarrambla.
Sale audaz a la palestra,
y al empuje de su lanza,
ruedan moros por el suelo
como en campo de batalla.
Coro
Ruedan moros por el suelo
como en campo de batalla.
Rosalía
Sale un toro, y el cristiano,
al primer rejón lo mata,
y con vítores le atruenan,
y por vencedor le aclaman.
Era el premio, rica joya
de rubíes y de plata,
que Zulima del turbante,
se quitó para entregarla.
Para recibir el premio,
el cristiano se adelanta,
y Zulima, al ver su rostro,
de él se queda muy prendada.
Coro
Y Zulima, al ver su rostro,
de él se queda muy prendada…
Rosalía
Ocasión de hablar a solas
ella busca y al fin halla;
mas sorpréndela el cristiano
al decir estas palabras:
«Hay un medio, linda mora,
de que yo te dé mi alma;
hay un medio solamente,
y es haciéndote cristiana».
El rey moro los descubre
cuando platicando estaban,
y en mazmorra oscura y triste
los sepulta sin tardanza.
Coro
Y en mazmorra oscura y triste
los sepulta sin tardanza…
Rosalía
El cristiano, que los salve
pídele a la Virgen Santa,
y la Virgen milagrosa,
les dejó salida franca.
Los amantes van huyendo,
van huyendo de Granada,
él, en su caballo blanco,
y a la grupa, ella montada.
Muchos moros van tras ellos,
ya se alejan, ya se escapan.
Coro
Ya se alejan, ya se escapan…
Rosalía
Mas los moros, bien montados,
les persiguen, les alcanzan.
Coro
Les persiguen, les alcanzan...
Rosalía
De repente, ¡oh, maravilla!
al caballo nacen alas,
y se pierde por los aires
la pareja enamorada.
Coro
Y se pierde por los aires
la pareja enamorada…
Rosalía
Mudos quedan los infieles,
que el milagro les espanta,
y Zulima y el mancebo
llegan a tierra cristiana.
Coro
Llegan a tierra cristiana...
Rosalía
Y bautizan a la mora,
que con el cristiano casa,
¡y por el amor bendito,
el demonio pierde un alma!
Coro
¡Y por el amor bendito,
el demonio pierde un alma!…
Rosalía
Y colorín, colorín, colorao,
este cuento se ha acabao.
Todos
¡Ah, qué poco, qué poco ha durao!
¡Colorín, colorao,
este cuento se ha acabao!
¡Colorín, colorao,
colorín, colorao!
Hablado
Tomillo
¡Y muy bien que lo ha contao! Pero a todos esos romances y cuentos, prefiero yo una conseja de duendes y aparecidos y brujas y ánimas del otro mundo. Eso sí que me gusta.
El Cura
¡Duendes y aparecidos!… Ya sabes, Tomillo, que la doctrina prohíbe creer en tales cosas.
Tomillo
Ya lo sé, señor cura: pero aunque la doctrina lo mande, cuando uno lo ve...
El Cura
¿Eh? ¿Qué dices? ¿Qué has visto tú, mastuerzo?
Tomillo
(Con ironía.) No he visto na, como quien dice na.
El Cura
Pues entonces...
Tomillo
¡Si no ha de creer uno lo que ve con sus propios ojos!…
Magdalena
Di, ¿qué es lo que has visto?
Tomillo
¡La Bruja!
El Cura
¿Eh?
Tomillo
Así, como suena.
El Cura
No le hagáis caso.
Magdalena
Pero, ¿dónde?
Rosalía
¿Cómo?
Hombre 1.º
¿Cuándo?
Tomillo
Hoy mismo.
El Cura
Ea, basta; te prohíbo hablar de semejante asunto.
Tomillo
Pues... punto en boca.
Hombre 1.º
Señor Cura, que nos lo cuente.
Rosalía
No lo creeremos, pero que nos diga lo que ha visto.
Todos
¡Que lo diga, que lo diga!
Magdalena
Lo oiremos como se oye un cuento.
Unos
Eso es.
El Cura
Está bien: refiérenos esa conseja que tú has soñado.
Tomillo
¿Soñar, eh? Pues, señor... (Pausa.) pues, como íbamos diciendo...
Magdalena
Pero si no íbamos diciendo na.
Tomillo
Bien, pero se dice así. Pues, señor, hoy volvía del campo con mis ovejas, y como me he entretenido y ya era tarde y se hacía noche, tomé por el atajo, y al llegar al barranco del soto me encontré con que estaba tóo lleno de agua por la lluvia de la noche anterior. Quedeme pensando un momento si volver atrás o vadear el arroyo que venía muy crecido y en estas dudas estaba cuando... ¡María Santísima del Carmen!, veo en la otra orilla, apoyándose en el báculo, toda arrugadita y como un fantasma negro, a la mismísima Bruja en persona.
Todos
¡Ah!
El Cura
¡Qué disparate! Basta de cuentos y de...
Tomillo
(Como resignándose a callar.) Ya lo oís.
Rosalía
Déjelo, señor Cura, que no lo creemos.
Varios
No, no lo creemos.
El Cura
Sigue, hombre, sigue, que todo lo sobrenatural tiene para vosotros un encanto irresistible.
Rosalía
Vamos, habla.
Tomillo
Pues, señor, que yo me quedé con los pelos de punta, y como si estuviese pasmao... Ni ánimos tuve para echar a correr. En esto, oigo que me dice…
Hombre 1.º
¿Quién?
Tomillo
La Bruja.
Rosalía
¿Pero las brujas hablan?
Tomillo
Sí, pero con una voz como la de un ánima o cosa del otro mundo. Pero va y me dice: «Necesito pasar a ese lado; ¿quieres vadear el arroyo y llevarme allí? No te pesará, y si te niegas has de llorarlo». Yo, al oír esto, me metí en el agua, llegué junto a la viejecilla temblando de miedo y de frío, y para no verla cerré los ojos. Ella entonces me volvió de espaldas, montó sobre mí, y como quien va a caballo, me hizo entrar en el arroyo... no le faltó más que decirme: ¡Arre! (Haciendo el sonido que suelen los que arrean.) Llegué a la orilla, se dejó caer y... ella dijo que no me pesaría, pero fue verdad, porque pesaba bien poco. Es tan ligera como una pluma.
Hombre 1.º
¡Claro, como que son espíritus!
Rosalía
Y después…
Tomillo
Después… sacó de entre el manto en que se envolvía una mano toda acartonada y rugosa y seca, y me dio este doblón. (Sacándolo.)
Todos
¡Un doblón!
Tomillo
Aquí está. Y que yo no se lo he quitado a nadie; con que a ver de dónde me ha venido, si no es cierto lo que he contado.
Hombre 1.º
¡Pues es verdad!
Magdalena
¡Un doblón! (Yendo a cogerlo, lo cual evita TOMILLO guardándolo vivamente.)
Tomillo
Y de nuevo cuño, y más reluciente que un lucero.
Rosalía
Entonces, ésa no es de las brujas que hacen daño, y que roban los niños y chupan el aceite de la iglesia y hacen mal de ojo.
Tomillo
¡Qué ha de ser! Después de darme la moneda, me dijo: «Sigue tu camino sin mirar atrás». Y yo me marché por la orilla hasta el sitio por donde podía pasar el ganado, sin volverme ni una vez siquiera, y como alma que lleva el diablo.
Hombre 1.º
Y entonces se montaría en la escoba desapareciendo por los aires, como dicen que hacen todas ellas.
Una
De seguro.
El Cura
¡Claro! ¡Qué cúmulo de disparates!
Tomillo
(Con energía.) Yo digo y afirmo que…
El Cura
(Con severidad.) Basta; ¿no comprendéis, insensatos, que si tuviera ese poder sobrenatural de viajar por los aires, no necesitaba que este mostrenco la llevara a cuestas para vadear el arroyo?
Hombre 1.º
Eso es mucha verdad.
Todos
Sí…
Tomillo
Pues también es verdad que yo la he visto.
Rosalía
¿La has visto volar?
Tomillo
No, eso no; y para que no la viera, sin duda, me prohibió volver la cara.
Hombre 1.º
Eso sería.
Mujer
De seguro.
Hombre 1.º
Yo ya la veo por los aires.
El Cura
Os prohíbo terminantemente hablar de tales cosas. Ni hay semejante bruja, ni…
Tomillo
Lo que es eso…
El Cura
¿Eh? Sería alguna mendiga la que has encontrado.
Tomillo
Sí, ¡Una mendiga que da doblones! ¡Je, je! Y además, ésta es la misma que a la luz de la luna vimos todos por primera vez entrar en el castillo la última Nochebuena, cuando salíamos de la Misa del Gallo. Siempre se dijo que en tal castillo habitaban duendes y fantasmas, aunque nadie los había visto; pero esa noche todo el pueblo vio a La Bruja que se colaba por una puerta. ¿No es verdad?
Varios
¡Sí que la vimos, sí!
Tomillo
Y además, cuando el chico de los Camuños se rompió la pierna y estuvo tan malo del golpe, que ni los médicos de Pamplona ni nadie acertaban a curarlo, sus padres se encontraron una noche sobre la mesa de la cocina un unto amarillo envuelto en un papel, en que había escritas estas palabras: «aplicad esto al niño y se curará». Y por ahí anda el muchacho tan robusto, jugando al chito. Y a La Bruja se lo debe, que si no es por el unto ya tenía cojera para toa la vida. (Cojeando cómicamente.)
El Cura
Basta ya; he sido demasiado complaciente al permitir esta conversación, que no debo autorizar con mi presencia.
Magdalena
Punto en boca. ¡A callar, Tomillo, que el señor Cura se incomoda!
Tomillo
Pero… ¡si no digo palabra!
Magdalena
Haces lo que debes.
Tomillo
Pues si su mercé supiera lo que dicen por el pueblo de su mercé…
El Cura
(Alarmado.) ¿Qué, qué dicen?
Magdalena
Vaya, vaya, tengamos la fiesta en paz; ¡a callar, he dicho!
El Cura
No, por cierto; ahora sí que le obligo yo a que hable. Mis actos son públicos y notorios, y yo quiero saber cómo se juzgan.
Tomillo
No, si no es nada malo.
El Cura
Sea lo que quiera, dilo.
Tomillo
Pues dicen que la capilla de ese castillo de Acevedo, abandonado hace tantos años, se ha compuesto con dinero que a su mercé le ha proporcionado La Bruja.
El Cura
(Santiguándose.) ¡Jesús!
Tomillo
Y que la misa que todos los domingos y fiestas de guardar dice allí su mercé, aplicándola siempre por el alma del difunto conde, la oye La Bruja escondida en la tribuna alta, detrás de las celosías.
El Cura
¡Válgame Dios!
Tomillo
Ello será invención, pero así lo dicen.
El Cura
Es claro; y como lo dicen, hay que creerlo. Yo os ruego, hijos míos, que no deis crédito a las hablillas de los tontos.
Magdalena
Eso de tonto lo ha dicho por ti.
Tomillo
Bueno, bueno; yo no creeré lo que no vea, pero lo demás…
Rosalía
No seas terco. ¿Querrás saber más que el señor Cura?
Tomillo
De brujas, sí.
(Se oye la campana de la queda.)
Música (N.º 2)
El Toque de la Queda
Coro
La triste queda ya sonó,
con Dios quedad;
hasta que brille el nuevo día,
descansad.
Para el trabajo hay que dormir,
vamos allá;
con su reposo el blando lecho
brinda ya.
Unos
Con Dios quedad.
Otros
Dormid en paz.
(Vanse por el foro.)
Hablado
Escena II
ROSALÍA, MAGDALENA y TOMILLO, que se
han sentado junto al hogar.
Magdalena
Tan tarde ya y Leonardo sin venir. Todas las noches me tiene intranquila.
Rosalía
Y a mí.
Tomillo
Y a mí también.
Magdalena
¡Ah, te has quedado tú!
Tomillo
Por esperar a Leonardo hasta que venga.
Magdalena
Ya, ya, por esperar a Leonardo... oye Tomillo, es menester que hablemos con toda franqueza y sin tapujos ni rodeos. No me conviene que sigas haciendo arrumacos a la muchacha.
Tomillo
¡Señá Magdalena!…
Magdalena
¡Que no me conviene, ea! Y estoy decidida a ponerte de patitas en la calle si persistes en tu propósito.
Tomillo
¡Señá Magdalena!…
Magdalena
¡Pues no faltaba más! Mi hija ha de casarse con un hombre bien acomodado y no con un zagalón sin oficio ni beneficio.
Tomillo
Pero…
Magdalena
¡No hay pero que valga! Vas a dar lugar a que coja una vara de fresno, y a ti y a ella os ponga como merecéis.
Tomillo
(¡Ármate de paciencia, Tomillo!)
Magdalena
¡Vaya, sin duda creéis que como estoy sola en el mundo, sin un hombre que me defienda, podéis burlaros de mí! Pues no ha de ser. Si Leonardo, que es quien debiera evitar todo esto y prohibirte venir a su casa, como está medio tonto y no sé en lo que piensa, no defiende a su segunda madre, a la que le crió a sus pechos y le quiso como a un hijo propio, yo me bastaré para no tolerar tus amoríos. ¡Vaya, si me bastaré!
Tomillo
(¡Ya lo creo. Ella se basta y se sobra para esto y mucho más!)
Magdalena
Con que ya lo sabes; renuncia de grado a lo que, si no, tendrías que renunciar por fuerza.
Rosalía
(¡Pobrecita de mí!)
Tomillo
Señá Magdalena, tenga compasión de nosotros. Yo no como, ni duermo, ni sosiego, ni descanso, ni hago cosa a derechas pensando en Rosalía. Si hoy no tengo dote que ofrecerle, quién sabe, andando el tiempo, lo que sucederá; y sobre todo, ella y yo estamos conformes con el refrán: «contigo pan y cebolla». ¿Verdad, Rosalía?
Rosalía
(Sollozando.) Sí, Tomillo, sí, y pan solo.
Magdalena
Cuando digo que vais a comprometerme a hacer una que sea sonada…
Tomillo
Si viviera vuestro marido, que en gloria esté, no me despreciaríais de esa manera.
Rosalía
¡Ya lo creo!
Magdalena
Mi Pedro era un hombre pobre que no sabía de la misa la media, y que no tenía genio para nada, y que se ablandaba con cualquier cosa.
Tomillo
(Y que se murió por no aguantarte.)
Magdalena
Yo sé hacer lo que conviene y se acabó.
Tomillo
No, no se acabó, señá Magdalena. Mientras Rosalía siga queriéndome, yo seguiré adorándola, y aunque se oponga el mundo entero, ni ella, ni yo dejaremos de amarnos.
Magdalena
¡Tomillo!
Tomillo
Juntos desde chicuelos hemos andado por esos campos; juntos hemos crecido; ella mirándose en mis ojos y yo en los suyos. Si no soy rico, no es culpa mía, que yo bien quisiera serlo para ofrecerle montes de oro; pero renunciar a ella… ¡eso no! Antes me llevarán al hoyo más tieso que un palo... (Echándose a llorar cómicamente.) ¿Lo veis?... También ella está haciendo pucheros.
Magdalena
¡Rosalía! ¡Y ese Leonardo sin venir! Yo os aseguro que esta misma noche he de decirle lo que conviene. Su casa es ésta, y por consecuencia, yo no puedo arrojar de ella a nadie; pero si consiente en que sigas viniendo para atormentarme y sorber el seso a esta tontuela, yo seré quien salga de aquí y viviré en una choza donde no pondrás los pies; eso te lo juro. Y cuidado no coja a la chica y me la lleve a Pamplona y la haga entrar en un convento para toda su vida. Si tantas ganas tiene de casarse, que se case con Dios, que mejor esposo no ha de encontrar en el mundo.
Tomillo
(Sí, y será el único yerno que pueda sufrirte.)
Magdalena
Y basta de conversación. Dame la rueca. Ya arreglaré yo todo esto con Leonardo. (Se sienta a la lumbre.) Y tú, hila también; la ociosidad es madre de todos los vicios. (Bosteza.) Hoy, por lo visto, Leonardo va a venir más tarde que nunca. No sé qué diablos andará cazando por el monte a estas horas y en una noche oscura como boca de lobo. ¡Aaah! ¡Ese mozo tiene también algo que le preocupa!
(Mientras hilan bosteza ruidosamente. Empieza
la música en la orquesta.)
Música (N.º 3)
Terceto de Rosalía, Tomillo y
Magdalena
Tomillo
(Hablado.) (Sentado en el sillón.) Nada; esto no puede seguir así. No espero más. ¡Ay, Rosalía de mis ojos, yo necesito ser tu marido, aunque sea a costa de... a costa de lo que sea. ¡Con qué gracia hila! ¡Con qué primor lo hace todo! Quisiera ser copo de lana para que fuera adelgazando entre sus deditos de nieve... ¡Borrega mía!
(Tirándole un beso. Ella le corresponde con otro, cuando su madre no lo ve.)
Rosalía
(Cantado.)
(Chito, que ya mi madre
da cabezadas.)
Tomillo
(¡Cuándo estaremos lejos
de sus miradas!)
Rosalía
(¡Ojo, que se despierta!)
Tomillo
(¡Ay, qué tormento!)
Magdalena
Dame el rosario, chica.
Rosalía
Voy al momento.
(Lo coge de un clavo donde está colgado.)
Tomillo
(Ahora sí que se duerme
entre oraciones,
y ya no se
despierta ni a tres tirones.)
Rosalía
Tome el rosario, madre.
Tomillo
(Con alegría.)
Ya lo cogió.
Magdalena
(Levantándose.)
Ven a rezar conmigo.
Tomillo
¡Nos fastidió!
Magdalena
(Corre el sillón hasta frente y cerca de la concha del apuntador.)
Con el calorcillo
se me aumenta el sueño,
y me voy quedando
lo mismo que un leño.
Deja que me siente
lejos del fogón;
aquí 12 rezaremos
con más devoción.
(Se sienta.)
Rosalía
(¡Ay madre del alma,
(Sentándose en un taburete a la derecha de MAGDALENA. TOMILLO a su izquierda, algo más separado.)
no es buena ocasión,
que tendré por fuerza,
poca devoción!)
Tomillo
(¡Ay, ay, Rosalía
de mi corazón,
tú sí que eres santo
de mi devoción!)
Magdalena
(Persignándose.)
En el nombre del Padre
y del Hijo…
Rosalía
(Antes de dos «dieces»
se duerme de fijo.)
Magdalena
Padre nuestro,
que estás en los cielos…
Tomillo
(¡Dame a mí paciencia
para estos desvelos!)
Magdalena
Hágase tu voluntad…
Tomillo
(¡Si hiciera la mía,
qué felicidad!)
Rosalía
El pan nuestro de cada día
dánosle hoy.
Tomillo
(¡Ya lo creo que te lo daría,
y no es culpa mía
si no te lo doy!)
Rosalía
Perdonamos…
(ROSALÍA hace señas a TOMILLO de que MAGDALENA se duerme.)
a nuestros deudores.
Tomillo
(¡Esto marcha bien!)
Rosalía
Mas líbranos de mal...
Tomillo
Amén.
Magdalena
(Medio dormida.)
Amén.
Rosalía
¡Amén!
(MAGDALENA deja caer el rosario al suelo.)
Tomillo
¡Amén!
Rosalía
Mira, Tomillo,
ya se durmió.
Tomillo
Del primer Padrenuestro
(Acercándose a ROSALÍA por detrás de MAGDALENA.)
nunca pasó.
Rosalía
Ahora que en calma
mi madre duerme,
no metas ruido,
no se despierte,
ya que logramos
tan pocas veces,
hablar a solas
tranquilamente.
Tomillo
Pa que tu madre
no se despierte,
bajo, bajito,
di si me quieres.
Dilo, mi dueño,
una y mil veces
que, embelesado,
lo escucho siempre.
Rosalía
Habla más quedo,13
sé más prudente.
Tomillo
Pues anda, y pronto
di si me quieres.
¿Me quieres, di?
Rosalía
¡Qué pesadez!
Te quiero, sí.
Tomillo
Dilo otra vez.
¿Me olvidarás?
Rosalía
¡Ay, eso no!
Tomillo
¡Que otra vez más
lo escuche yo!
¡La última vez!
¿Me quieres, di?
Rosalía
¡Qué pesadez!
Cien veces sí.
Tomillo
¿Sí?
Rosalía
¡Sí!
Tomillo
¿Sí?
Rosalía
¡Sí!
Tomillo
Tú eres mi encanto;
mírame así.
Rosalía
¡Quiéreme tanto
como yo a ti!
Tomillo
¿Sí?
Rosalía
¡Sí!…
(Apianando hasta casi no oírse. MAGDALENA ronca muy fuerte.)
Tomillo
¡Ay, qué susto me ha dado!
(Soltando la mano de ROSALÍA, dando un salto y viniendo a sentarse en su taburete.)
Rosalía
Buena señal,
cuando ronca tan fuerte,
bien dormirá.
(Otro ronquido.)
Tomillo
¡Agua va! ¡Pues ya escampa!
¡Qué atrocidad!
En la iglesia el piporro 14
no suena más!
(ROSALÍA pasa al lado de TOMILLO y, juntos, avanzan hacia el proscenio.)
Rosalía
Ahora ya puedes
estar tranquilo,
que tiene el sueño
muy bien cogido.
Mas, por si acaso,
habla bajito,
sé más prudente,
no metas ruido.
Tomillo
¡Ay, Rosalía!
Tú eres mi hechizo,
por ti no duermo,
por ti no vivo.
Y si no logro
ser tu marido,
me ves un día,
colgao de un pino.
Dame un abrazo.
Rosalía
Quieto, Tomillo.
Tomillo
No te me escapas.
(Persiguiéndola por delante de MAGDALENA.)
Rosalía
¡Ya me has cogido!
Tomillo
Di si me quieres.
Rosalía
¡Vuelta a lo mismo!
Tomillo
¡Yo no me canso
nunca de oírlo!
¿Me quieres, di?
Rosalía
¡Qué pesadez!
Te quiero, sí.
Tomillo
Dilo otra vez.
¿Me olvidarás?
Rosalía
¡Ay, eso no!
Tomillo
¡Que otra vez más
lo escuche yo!
¡La última vez!
¿Me quieres, di?
Rosalía
¡Qué pesadez!
Cien veces sí.
Tomillo
¿Sí?
Rosalía
¡Sí!
Tomillo
¿Sí?
Rosalía
¡Sí!
Tomillo
Tú eres mi encanto,
mírame así.
Rosalía
Quiéreme tanto
como yo a ti.
Tomillo
¿Sí?
Rosalía
(Con el aliento.)
¡Sí!…
Magdalena
(Estornudando ruidosamente.)
¡Achís!
(ROSALÍA se deja caer sobre el taburete y
TOMILLO viene rápidamente a sentarse en el
suyo.)
Hablado
Magdalena
¡Achís, achís, achís!
Rosalía, Tomillo y Magdalena
¡Jesús!
Magdalena
Vaya, me he constipado; dejemos el rezo por hoy.
Rosalía
Como su mercé disponga.
Magdalena
Creo que para acabar el rosario faltaba algo todavía, ¿verdad?
Rosalía
Sí, algo faltaba...
Tomillo
Sí, faltaba algo.
Magdalena
Bueno, pues mañana lo rezaremos de más. Hoy no puedo tenerme ya en pie. (Levantándose.)
Tomillo
(Ni sentada.)
Magdalena
Y puesto que Tomillo se empeña en esperar a Leonardo, vamos a acostarnos nosotras.
Tomillo
(¡Maldita sea tu estampa!) Bueno, aguardaré aquí solito... (y llevado de los demonios.)
Magdalena
Enciende el candil, Rosalía.
(Mientras ésta le obedece, encendiendo en el que
pende de la chimenea otro más pequeño que está
colgado de un clavo en la pared, MAGDALENA
recoge el huso y la rueca cuidadosamente y los
coloca en un rincón.)
Tomillo
(Acercándose al taburete en que ROSALÍA está de pie.) (Luego vendré a darte música con todos los mozos, que estamos citados en la plaza. No dejes de salir a la puerta.)
Rosalía
(¿Y si mi madre lo oye?)
Tomillo
(Anda y que rabie, que bastante saliva trago yo por ella.)
Magdalena
¿Eh, qué es eso? ¿Otra vez de palique? Mira, Tomillo, que estoy harta de contemplaciones…
Tomillo
¡Señá Magdalena, si la quiero mucho!
Magdalena
(Remedándole.) ¡La quiero mucho, la quiero mucho! Con tu querer sacará ella bastante… cuando tengas cien doblones como ése que te ha dado La Bruja, vente por aquí y hablaremos. Hasta entonces, perdona por Dios, hijo...
Tomillo
¡Cien doblones!
Magdalena
Ni más ni menos. En eso ha dotarla el que se case con ella. Andando, chica.
Rosalía
Vamos, madre.
Magdalena
Buenas noches.
Tomillo
¡Felices, señá Magdalena, que durmáis bien. (Así tengas una pesadilla que te dure toda la noche.)
Rosalía
(¡Adiós!)
Tomillo
(Junto a la puerta de la izquierda.) (Adiós. ¿Me quieres?)
Rosalía
(Sí.)
Tomillo
(¿Mucho, mucho?)
Rosalía
(Mucho.)
Tomillo
(Dímelo otra vez.)
Rosalía
(Que sí.)
Tomillo
(¿Mucho?)
Magdalena
¡Vamos, muchacha!
Rosalía
(Desde la puerta.) Mucho, mucho, mucho.
Escena II
TOMILLO solo.
Tomillo
¡Cien doblones! ¡Ya lo creo que los vale! ¡Y un millón de ellos! ¡Pero facilillo es buscar tanto dinero! ¡Si yo lo tuviese!… Alquilaba el molino del tío Salvaó y quién me tosía a mí entonces… Con Rosalía y con mi molino … ya había yo de moler, ya.
(LEONARDO fuera y lejos, acercándose.
Canta.)
Música (N.º 4)
Canción de Leonardo
Leonardo
¡Noche oscura que amedrentas
al perdido caminante,
aún más negras son las nubes
en el alma de un amante!…
¡Ay de mí,
que en vano por buscarte
el mundo recorrí!,
¡Ay de mí!
Hablado
Tomillo
Vamos, ahí está Leonardo. Siempre con canciones tristes. No comprendo que haya quien cante eso habiendo una jota que, sólo de oírla, parece que le nacen a uno castañuelas en el corazón.
(Abre la puerta.)
Escena IV
TOMILLO y LEONARDO, éste con arcabuz,
avíos de caza y una bocina pendiente de un
cordón y colocado a la bandolera.
Leonardo
Buenas noches, Tomillo.
Tomillo
Felices las tengas.
Leonardo
¿Y Magdalena y Rosa?
Tomillo
A la cama se fueron cansadas de esperarte, y con cuidado por tu tardanza.
Leonardo
¡Bah! Pues ya debieran haberse acostumbrado. (Colgando el arma en la panoplia.)
Tomillo
¿Y qué tal la caza, ha sido buena? ¡Toma!... ¡Pues si vienes con el zurrón vacío! (Mirándolo.)
Leonardo
Más que lo fue a la madrugada, porque entonces llevaba las provisiones para el día.
Tomillo
¿Sabes que si continúas de ese modo, bien pronto has de perder la fama de buen cazador que tienes en el pueblo?
Leonardo
Me cuido poco de ella. (Sentándose en el sillón.)
Tomillo
Antes no había corzo ni jabalí seguro en esos bosques cuando ibas con tu arcabuz, y ahora dices que vas a perseguirlos y, por lo visto, pasan por delante de ti sin tenerte ya miedo, y vuelves a casa sin una triste liebre, ni cosa que se le parezca.
Leonardo
Es verdad.
Tomillo
¿Pero qué diablos te sucede hace algún tiempo? Enamorado, no lo estás, porque tú no sales de estos contornos, y yo conozco todas las mozas en diez leguas a la redonda y en ninguna fijas tus miradas, por lo cual andan ellas muy mustias y cariacontecidas.
Leonardo
(Distraído.) ¿Si, eh?
Tomillo
¡Vaya, pues qué más quisieran que un mancebo gallardo, como tú, las requebrara! ¡Y que al cabo y al fin eres hidalgo!
Leonardo
Si, hidalgo de gotera. Mi hidalguía no se extiende más allá de los límites de este pueblo. Saliendo de él soy tan plebeyo como tú. En esta casa que me dejó mi padre, donde él vio la luz, como mis abuelos, conforme con la suerte humilde, dueño de escaso patrimonio, pero suficientemente para mis cortas necesidades, pasaré mi vida.
Tomillo
Pues si yo estuviera en tu caso, ya había volao por esos mundos a probar fortuna. ¡Qué diantre! Un hidalguillo tan pobre como tú era, según dicen, don Fernando de Valenzuela, y a la corte se fue, y gracias a la protección de la augusta madre de nuestro rey don Carlos II, que Dios guarde, llegó a ministro y marqués y qué sé yo qué más en bien poco tiempo.
Leonardo
Y cayó luego y fue desterrado a las Filipinas y nadie se acuerda ya del santo de su nombre.
Tomillo
Sí, pero él hizo su suerte.
Leonardo
Y su desgracia; vale más no alimentar sueños de ambición, que difícilmente habrán de realizarse, y vivir tranquilo y ateniéndose cada cual a lo que tiene. Hidalgo pobre nací, hidalgo pobre moriré. (Se levanta.)
Tomillo
Sí, pero hidalgo dado a todos los diablos. Porque a lo que se ve, tú no estás muy resignado con tu suerte.
Leonardo
Por completo.
Tomillo
Entonces, ¿cuál es la causa de tu tristeza; qué es lo que te pasa? Vamos hombre, dímelo, confíame tus penas, que aunque no sepa tanto como tú, porque no haya tenido un tío cura que me haya enseñado de letras y sea un rústico pastor, no dejo de tener alguna luz natural y quién sabe si se me ocurrirá algo que te consuele.
Leonardo
Gracias, Tomillo, gracias. Estimo en lo que vale tu buena intención, y...
Tomillo
Vaya, vaya, déjate de tonterías; dime lo que te sucede, que debe de ser cosa muy grave.
Leonardo
¡Y tanto!
Tomillo
¿Eh? Ya lo decía yo y lo decíamos todos.
Leonardo
Voy a confiarte mi secreto; pero con la condición de reservarlo siempre.
Tomillo
Soy un pozo.
Leonardo
Estoy enamorado.
Tomillo
¡Ya apareció aquello! ¿Pero de quién?
Leonardo
De un fantasma.
Tomillo
¡Caracoles! (Retrocediendo.)
Leonardo
¡No, no estoy loco. Escucha y sabe la causa de esta melancolía que hace ya un año me devora.
Música (N.º 5)
Racconto de Leonardo
En una noche plácida
del ardoroso estío,
y al pie de un sauce lánguido,
que presta sombra al río,
tranquilo yo aguardaba,
durmiendo en la ribera,
del día ya cercano
la dulce luz primera.
De pronto, me despierto
y miro allí asombrado,
que una mujer bellísima
cruzaba el río a nado.
Envuelta en blanca túnica,
que apenas la cubría
a mis pasmados ojos,
la hermosa se ofrecía.
Su espalda tersa y pura
de blanco mármol era;
caía en sueltas ondas
la rubia cabellera;
y al sostenerla a flote
con su corriente fría,
en torno acariciarla
el agua parecía.
Yo absorto contemplándola
suspenso me quedé,
y con mirada atónita
sus formas admiré.
Tomillo
Pues si yo estoy allí,
aunque no sé nadar,
me zambullo de fijo en el agua
sin vacilar.
Leonardo
De mi estupor saliendo
me adelanté imprudente,
y ella asustada entonces
hundiose en la corriente.
¡Me lanzo al agua loco
dispuesto a perseguirla
y aparecer la veo
allá en la opuesta orilla!
Medrosa recatándose
de la mirada impura,
desaparece rápida
en la floresta oscura.
Yo nado, llego, busco,
recorro el bosque entero,
sin perdonar ramaje,
sin olvidar sendero;
mas todo, todo en vano,
buscando el bien que huía,
me sorprendió rendido
la luz del nuevo día.
¡Y aún dudo, triste y mísero,
si fue aquella beldad
aparición fantástica
o hermosa realidad.
Tomillo
Sueño fue, sueño fue;
yo también, ¡ay de mí!;
entre sueños 17 mil veces he visto
mujeres así…
Hablado
Tomillo
Vaya, Leonardo, déjate de bobadas y cree que todo ello fue una ilusión y nada más. Estarías adormilado, viste en el río a cualquier moza del pueblo que se bañaban como suelen y...
Leonardo
No; era un ser desconocido, ideal…
Tomillo
Calla, tonto; aunque fuera alguna chica de por acá, tú la desconocerías, y no tiene nada de extraño; como no acostumbramos a verlas en ese traje...
Leonardo
Esa mujer misteriosa existe sólo para mí. ¿Sabes quién me lo ha dicho?
Tomillo
¿Quién ?
Leonardo
La Bruja.
Tomillo
¿Eh? ¿Cómo?
Leonardo
Sí. Ella me lo ha asegurado. Ella, echándome las cartas aquí mismo, me ha repetido: «Ten fe, ten esperanza y ese ser realizará tus sueños de amor y ventura».
Tomillo
Oye, oye; ¿y cuándo te ha dicho todo eso?
Leonardo
Muchas veces.
Tomillo
¿Pero, tú la ves?
Leonardo
Sí.
Tomillo
¡Y luego dice el señor Cura que son ilusiones mías y paparruchas!
Leonardo
Tú ignoras, como todos, que fue a consecuencia de aquella misteriosa aparición el caer yo gravemente enfermo el año pasado.
Tomillo
¡Ah! ¿Con que fue de eso?
Leonardo
Sí, la excitación que me produjo el dudar si era realidad o sueño aquella imagen que me robó los sentidos, me puso en un estado tal, que temieron por mi vida.
Tomillo
Ya lo creo; como que más estuviste en el otro mundo que en éste.
Leonardo
Pues bien; ella veló mi sueño muchas veces.
Tomillo
¿Quién, La Bruja?
Leonardo
Sí.
Tomillo
¿Y entraba por la chimenea?
Leonardo
No sé por dónde entraba. Varias noches, al despertar la vi en la cabecera de mi lecho, cuidándome con cariño de madre. El asombro que la primera vez me inspiró trocose bien pronto en gratitud y afecto, y ella, que siempre venía cuando yo estaba solo, me dio no sé qué filtros y bebidas en lugar de los que el médico me mandaba y curé pronto, gracias a sus cuidados. ¡Oh! ¡No lo dudo; le debo la vida!
Tomillo
¡Canastos con la brujita! ¡Si vale más oro que pesa!
Leonardo
Ella me ha asegurado que la mujer aparecida flotando sobre las aguas del río será la dulce compañera de mi hogar, pero que para conseguirlo es necesario que pase mucho tiempo. Siempre me dice lo mismo: «Ten fe y espera».
Tomillo
Y tú...
Leonardo
Espero y tengo fe; pero a veces mi ánimo se abate, y desesperado y medio loco recorro esos bosques en busca de aquel ser ideal.
Tomillo
Vaya, ahora me explico que vuelvas con el morral vacío. ¿Y tú tienes confianza en lo que La Bruja te asegura?
Leonardo
¡Ya lo creo! Es mi protectora. Si hubiese querido dinero, lo tendría. Mil veces me lo ha ofrecido con insistencia; pero yo lo he rehusado siempre.
Tomillo
¡Qué bobo! (Pausa corta.) ¿Y la ves muy a menudo?
Leonardo
No tanto como yo desearía. Pero me ha dicho: «Siempre que para algo me necesites, llámame y acudiré enseguida. Al oír el toque de tu bocina repetido tres veces, volaré a tu lado».
Tomillo
¿Y la has llamado así?
Leonardo
Y siempre ha acudido.
Tomillo
(Bueno es saberlo.) ¿Con que… tres toques?
Leonardo
¿Comprendes ahora mi desesperación, mi tristeza? ¡Oh!, no hay un hombre más desgraciado. (Se sienta junto al hogar, meditabundo, casi de espaldas a TOMILLO.)
Tomillo
Así son las cosas en este mundo; se cree más infeliz que nadie, porque está enamorado de un fantasma y no lo encuentra. Más desgraciado soy yo, que quiero con toda mi alma a un ser de carne y hueso, y para mí como si fuera un duende.
Escena V
Dichos y ROSALÍA, que se detiene al ver a
LEONARDO.
Rosalía
¡Ah! ¡Leonardo! (Se detiene al verle.)
Tomillo
(Acercándose a ella con sigilo.) ¿Y tu madre?
Rosalía
Duerme, y yo venía a decirte que no vuelvas más aquí, que ella lo ha prohibido y que me amenaza con llevarme a un convento…
Tomillo
No te llevará. ¿Tienes valor para afrontar un peligro muy grande?
Rosalía
Todo lo que quieras.
Tomillo
¿Te atreverías a pedir conmigo protección a La Bruja?
Rosalía
Me atrevo a todo.
Tomillo
¿Sí? Pues espera. (Coge la bocina de LEONARDO abre de pronto la ventana, y volviéndose hacia ella, toca tres veces. A la primera, LEONARDO sale de su abstracción, poniéndose en pie violentamente; luego se acerca con rapidez a TOMILLO y, sin poder evitar que dé el último toque, le arrebata la bocina.)
Leonardo
¿Eh, qué es esto? ¡Desgraciado! ¿Qué haces?
Tomillo
Llamo a La Bruja.
Leonardo
¿Por qué te lo habré dicho?
Tomillo
¡Perdóname, Leonardo; yo necesito protección! Yo soy más desgraciado que tú.
Leonardo
¡Te has hecho indigno de mi aprecio!
Tomillo
¿Pero crees que vendrá?
Leonardo
¡Mira!
(Ábrese la puerta del foro y aparece en ella
LA BRUJA. ROSALÍA y TOMILLO, aterrados,
retroceden hasta cerca del hogar de modo
que ella, al entrar no los vea. Es una vieja
octogenaria y muy caduca. Viste falda y manto
negro y se apoya en un alto báculo.)
Escena VI
Dichos y LA BRUJA.
Música (N.º 6)
Cuarteto de Tomillo, Rosalía, La
Bruja y Leonardo
Tomillo y Rosalía
(Con voz sofocada.)
(¡Oh, ya está aquí!)
La Bruja
(Con voz de vieja.)
¡Ya estoy aquí!
Cual siempre a tu llamada,
solícita acudí.
¿Qué quieres? Di.
Leonardo
¡Ah, perdonad!
No os llamé yo.
La Bruja
¡Arriba en mi castillo
tranquila estaba yo
y el son de tu bocina
el viento a mí llevó!
¿Quién me llamó?
Leonardo
Un mozo, cuya audacia
castigaré.
(Yendo amenazador hacia TOMILLO.)
La Bruja
(Reparando en ROSALÍA y TOMILLO.)
¿Qué es esto? ¿No estás solo?
Tomillo
(Temblando.)
¡Ay, Dios! ¿Qué haré?
¡Perdón, yo fui
(Arrodillándose.)
quien os llamó!
La Bruja
¿Quién eres tú?
Tomillo
(LIorando.)
Pues yo... soy yo.
La Bruja
¡Je, je! ¡Je, je!
Ya sé, ya sé.
Leonardo
¡Tanta osadía castigaré!
La Bruja
No, déjale.
(Obligándole a levantarse.)
Esta tarde en el campo,
me hiciste un favor
y yo quiero pagarte
con otro mayor.
Cuando tú me has llamado
por algo será.
¿Qué deseas? ¿Qué pides?
Vamos, dilo ya.
Tomillo
(A ROSALÍA.)
(Como tú no me ayudes
nada le diré.)
Rosalía
(Pues yo estoy que no puedo
ni tenerme en pie.)
La Bruja
Nunca a nadie hice daño,
no tembléis así.
¿A qué viene ese miedo?
¿Qué queréis de mí?
Tomillo
(Basta ya de temores
y vacilación.)
Pues queremos, señora,
vuestra protección.
Rosalía
Concedednos, señora,
vuestra protección.
La Bruja
(A LEONARDO.)
Di si son dignos de ella.
Leonardo
Cierto que lo son.
La Bruja
¿Para qué necesitan
de mi protección?
Leonardo
Por favor, concededles
vuestra protección.
Rosalía y Tomillo
Por favor, concedednos
vuestra protección.
Tomillo
(Ligero y con acento quejumbroso.)
Soy un pastor de ovejas
muy desgraciado,
y estoy de esta muchacha
enamorado.
Mas como soy tan pobre,
su madre fiera
me ha dicho que no quiere
que yo la quiera.
Y aunque suplico y lloro,
dice que nones,
si no doto a la novia en cien doblones.
Ciento lo menos pide,
¡válgame Dios!,
como éste que esta tarde
me disteis vos.
Leonardo y La Bruja
¡Válgate Dios!
Tomillo y Rosalía
(Gimiendo.)
¡Válgame Dios!…
Tomillo
Vos que tenéis ungüentos
para mil cosas,
y polvos que hacen curas
maravillosas,
por Dios, señora Bruja,
dadnos un unto,
que el pecho de las suegras
ablande al punto.
Porque si no permite
que nos casemos,
ésta y yo de tristeza
nos moriremos.
Si la madre no cede,
¡válgame Dios!,
que el entierro
preparen para los dos.
Leonardo y La Bruja
¡Válgate Dios!
Tomillo y Rosalía
(Llorando a lágrima viva.)
¡Válgame Dios!…
La Bruja
Yo un talismán poseo
y te lo voy a dar,
que ablanda, cual ninguno,
pechos de pedernal.
Tomillo
¿De veras?
La Bruja
Sí, no hay otro
con que se logre más.
Al golpe de mi báculo
lo vais a ver brotar.
¿Cifráis en cien doblones
vuestra felicidad?
Pues bien, en esta bolsa
(Da en eso un golpe con el báculo y cae un bolsón.)
tenéis algunos más.
Tomillo
¡Oh! ¿Qué decís?
La Bruja
Cógelo ya.
Tomillo
(Cogiéndolo.)
Soñando estoy.
La Bruja
No; que es verdad.
Tomillo
¿Y es para mí?
La Bruja
¡Pues claro está!
Tomillo
(Enseñándolo a ROSALÍA.)
¡Y es oro, ve!
Leonardo
(Aparte a LA BRUJA.)
(¡Cuánta bondad!)
La Bruja
Yo, desgraciadamente,
no puedo por mi edad;
mas ya que no me case,
cásense los demás.
Tomillo
No es bruja, es una santa,
debémosla adorar.
Tomillo y Rosalía
A vuestros pies de hinojos...
La Bruja
¡Muchachos, levantad!
Rosalía
¡Tomillo!
La Bruja y Leonardo
¡Ja, ja, ja, ja!
Tomillo
¡Rosalía!
Lo cierto es que me dan
deseos de reír
y ganas de llorar.
La Bruja
El oro siempre ha sido
soberbio talismán;
no hay magia en este mundo
con que se alcance más.
¡Dichoso el que lo tiene
sabiéndolo emplear
y pródigo lo siembra
en bien de los demás!
Leonardo
(¡Se ve en los hondos surcos
de su arrugada faz,
un resto de hermosura
que aumenta su bondad!)
Tomillo
(¡No sé lo que me pasa,
no sé lo que me da!
¡Señor, si esto es un sueño,
no quiero despertar!)
Rosalía
(Si es el creer en brujas
un pecado mortal
de fijo, de esta hecha,
me voy a condenar)…
Hablado
Tomillo
¡Ah, señora Bruja!, ¿qué podremos hacer para demostraros nuestra gratitud y nuestro... ?
La Bruja
Guardar la mayor reserva, y ni más ni menos. En el momento mismo en que el secreto se divulgue, veréis convertirse esos doblones en víboras que os morderán sin que podáis evitarlo.
Tomillo
¡Cáspita! ¡Pues al momento le digo yo a nadie ni una palabra!
Rosalía
¿Ni a mi madre tampoco?
La Bruja
Si es capaz de guardar el secreto...
Tomillo
Cuando sepa que en hablando desaparecen las monedas, ya está más callada que mi abuelo, que se murió hace treinta años.
La Bruja
En ese caso, os autorizo para que se lo digáis, pero a ella sola.
Tomillo
Pues ahora mismo; las cosas, en caliente.
Rosalía
¡Si está durmiendo!
Tomillo
¡En cuanto oiga sonar esta bolsa, abrirá cada ojo... así! Vamos, Rosalía. ¡Ah, señora!... ¡Señora!... (Haciendo cortesías.)
La Bruja
Basta, basta; id adentro.
Tomillo
(¡Rosalía!)
Rosalía
(¡Tomillo!)
Tomillo
(¿Me quieres mucho?)
Rosalía
(¡Más que nunca!)
Tomillo
(¡Bendita sea tu boca!)
Rosalía
(¡Anda, tonto!) (Vanse.)
Escena VII
LEONARDO y LA BRUJA.
Leonardo
¡Oh, qué buena sois, qué buena!
La Bruja
Así mi alma se alboroza;
desgraciado el que no goza
al mirar la dicha ajena.
Y hecha su felicidad,
la tuya me resta hacer
¡hora es de satisfacer
tu justa curiosidad!
Para que lo oigas atento
y guardes en la memoria,
te voy a contar mi historia,
que va a parecerte un cuento.
(Se sientan en dos taburetes junto al hogar.)
Yo era una joven hermosa,
muy hermosa... y puedo hacer
mi elogio sin parecer
a tus ojos presuntuosa;
porque tal como yo era
de joven, audaz y osado,
me viste, mal de mi grado,
una noche en la ribera.
Leonardo
¡Erais vos!
La Bruja
Yo misma, sí.
Leonardo
¡Ah!
(Yendo a cogerla la mano.)
La Bruja
Respétame o me voy;
no me viste como soy,
que me viste como fui.
(Pausa.)
Allá en la corte vivía entre
el fasto y la grandeza,
y otra corte mi belleza
de adoradores tenía.
Disputábanse mi amor,
sin conseguir sus afanes,
entre otros, cuatro galanes
muy dignos de mi favor.
Mas yo a ninguno quería;
loca en sueños adoraba
a un hombre que no encontraba…
porque entre ellos no existía.
¡Un hombre que fuera así,
como tú, a quien luego hallé,
todo bondad, todo fe,
y todo amor para mí!
Con vil saña vengadora,
los amantes desdeñados
fueron a ver, despechados,
a una bruja encantadora.
Ella convencerse deja,
pone en mi contra su hechizo,
y les vende un bebedizo
para transformarme en vieja.
Leonardo
¡Qué horror!
La Bruja
Así, desgraciada,
empezó mi desventura.
¡Adiós, preciada hermosura,
adiós, juventud preciada!
Se arrugó mi tersa tez,
perdí belleza y salud,
y fui de la juventud
a la caduca vejez.
Para privarme de amores
aquella vieja zahorí,
la edad echó sobre mí,
de mis cuatro adoradores.
Leonardo
¡De los cuatro! ¿Y sostenéis
de tantos años el peso?
La Bruja
Por fuerza.
Leonardo
Mas según eso,
decidme ¿qué edad tenéis?
La Bruja
Contando como se debe
los propios y los extraños,
tengo ciento dieciocho años…
(LEONARDO se separa asustado.)
Voy para los diecinueve.
(Riendo.)
No lo debes extrañar,
que estoy bien envejecida.
Leonardo
No escuché en mi vida historia más
singular.
La Bruja
Por lo nueva y por lo varia
(Levantándose y avanzando hacia el
proscenio.)
comprendo que ha de asombrarte:
oye la segunda parte,
que es la más extraordinaria.
En la ruin transformación
que por mi mal he sufrido,
quedó el cuerpo envejecido,
mas joven el corazón.
Anheloso, palpitante,
con el amor se extasía:
éste es joven todavía…
Leonardo
(Con eso tengo bastante.)
La Bruja
Cuando tan vieja me vi,
desesperada lloré,
mas mi encanto averigüé,
y a deshacerlo corrí.
Vi a la maldita hechicera,
que tan infeliz me hizo,
y le pedí un contrahechizo,
pagando cuanto quisiera.
Pero… ¡ay!, la desgracia mía
era irreparable ya.
«Lo hecho, me dijo, hecho está,
no vale mi brujería».
Leonardo
¡Oh!
La Bruja
«Por mucho que me ofrezcas,
no encontrarás el remedio».
Y añadió: «Sólo hay un medio
para que rejuvenezcas».
Leonardo
¡Un remedio! ¿Es posible?
La Bruja
Sí.
Leonardo
(Con ansiedad.)
¿Y cuál es?, dime.
La Bruja
¡Qué tonto!
No te entusiasmes tan pronto.
La bruja me dijo así:
«Para volver a tu estado
de diez y seis primaveras,
preciso es que consiguieras
un imposible soñado.
Un galán a quien adores,
y que, aún mirándote así,
haga atrevido por ti
los sacrificios mayores;
que se lance con ardor
a una conquista que asombre,
que adquiera fortuna y nombre,
solo por lograr tu amor.
Y con su mano te dé,
ya alcanzada la victoria,
¡nombre, amor, fortuna y gloria!»
Leonardo
¡Basta, yo ese hombre seré!
Música (N.º 7) Dúo de La Bruja y Leonardo
La Bruja
(Con voz de vieja.)
¡Así, así te quiero yo!
Mi corazón no se engañó.
Leonardo
¡Confía en mí, no dudes más,
tu juventud recobrarás!
¡Fortuna, gloria y nombre
por ti he de conquistar!
La Bruja
Laureles mil te ofrece
la vida militar.
Leonardo
Luchando por la patria,
la dicha lograré.
La Bruja
La alcanzarás si tienes
amor, constancia y fe.
Leonardo
¡Sí, los tendré!
La Bruja
Hoy luchan en Italia
las armas españolas;
la guerra allí te brinda
honor, fortuna y gloria.
Un general invicto,
el duque de Saboya,
las españolas huestes
conduce a la victoria.
Con este anillo solo…
(Quitándose uno del dedo.)
que al duque mostrarás,
en sus gloriosas filas,
un puesto lograrás.
(Le da el anillo, que él se pone en la mano izquierda.)
Y si combates con valor,
serás el dueño de mi amor.
Leonardo
Allí luchando con valor,
digno me haré de tanto honor.
Será este anillo el talismán
con que se logre mi hondo afán.
La Bruja
Tanto como ese talismán
tus propios hechos te valdrán.
Leonardo
¡Mañana mismo partiré!
La Bruja
Yo aquí, tu vuelta esperaré…
Leonardo
Adiós, risueños campos
que nunca abandoné;
adiós, feraz ribera
adiós, mi humilde casa;
adiós, tranquilo hogar;
sin nombre y sin fortuna
no me veréis tornar.
La Bruja
Sí, volverás, que tienes fe;
yo aquí, tu vuelta esperaré.
Leonardo
¡Sí, volveré!
La Bruja
¡Cuánto me halaga el verle así,
buscando gloria para mí!
¡Un hombre así soñaba yo;
mi corazón no me engañó!
Leonardo
Me veo ya logrando allí
honor y gloria para ti.
Confía en mí, no dudes, no,
tu corazón no se engañó.
Leonardo
Confía en mí,
no dudes más.
La Bruja
Sí, volverás.
Leonardo
Tu juventud recobrarás.
Allí, luchando con valor
digno me haré de tal honor.
La Bruja
Un hombre así buscaba yo,
mi corazón no se engañó.
Leonardo
Será este anillo talismán
con que se logre mi hondo afán.
La Bruja
Tus propios hechos te valdrán
tanto como ese talismán.
Confío en ti, no dudo más,
mi juventud recobraré.
Leonardo
Confía en mí, no dudes más.
Tu juventud recobrarás.
Hablado
Leonardo
Todo cuanto es de valía
sin esfuerzo no se gana;
a Italia parto mañana,
en cuanto despunte el día.
La Bruja
¿Estás decidido?
Leonardo
Sí.
La Bruja
Piénsalo bien.
Leonardo
Lo he pensado.
De lauros vuelvo cargado,
o en la lucha muero allí.
Yo ofreceré a vuestras plantas
lo que conquiste arrogante.
La Bruja
¡Ve, mi caballero andante,
a ver si me desencantas!
Leonardo
¡A quién no inspiráis valor!
La Bruja
¡Ojalá no desfallezcas!
Leonardo
¡No!
La Bruja
Para que así merezcas
el ser dueño de mi amor.
Aunque, si bien se repara,
poco a la verdad merece
un amor que se te ofrece
con tal cuerpo y con tal cara.
(Ríe.)
Pero lucha decidido;
ya sabes que esta envoltura
humilde, triste, oscura,
guarda el gusano dormido;
y el calor de tus amores,
a tu vuelta venturosa,
¡nacerá la mariposa
con sus alas de colores!
Leonardo
¡Oh, sí, sí, renacerá!
(Óyese música lejana.)
Música. (N.º 8-A)
Pasacalle
Hablado sobre la música
La Bruja
¡Escucha! ¿Qué es eso? ¡Calla!
Leonardo
Es el son de una rondalla
que viene alegre hacia acá.
La Bruja
Quiero que nadie me vea,
y ya salir me precisa.
Leonardo
¡Tan pronto!
La Bruja
Sí, tengo prisa.
(De pronto.)
Me iré por la chimenea.
Leonardo
(Asustado.)
¿Cómo?
La Bruja
¡Je, je! ¡No me voy!
Pero tu asombro no creo
natural; por lo que veo,
te olvidas de lo que soy.
Leonardo
Es verdad.
La Bruja
Más vale así;
yo prefiero no asustarte.
Llévame por otra parte.
Leonardo
Venid, venid por aquí.
(Derecha.)
Al campo hallaréis salida.
La Bruja
Y mañana…
Leonardo
Partiré…
La Bruja
Y ¿no perderás la fe?
Leonardo
¡Antes perderé la vida!
(Vanse.)
Escena Última
Desde poco antes de acabar la anterior, óyese
un pasacalle de guitarras que van acercándose
hasta llegar a la puerta del foro.
TOMILLO, MAGDALENA y ROSALÍA que
salen por la izquierda.
Tomillo
¡Señá Magdalena,
venid por acá;
sepa todo el mundo
mi felicidad!
Magdalena
(Mentira parece,
mas no hay que dudar,
pues de un modo u otro
la bolsa es verdad.))
Música (N.º 8-B)
Escena
Tomillo
(Abriendo la puerta del foro.)
¡No estéis en la calle,
amigos, entrad!
Coro de Hombres
¿Qué es esto, qué pasa?
¿Qué ocurre, qué hay?
Otros
¿Por qué a tales horas
nos mandas entrar?
Todos
¿Qué es esto, qué pasa?
¿Qué ocurre, qué hay?
Tomillo
Pues hay… ¡Que me caso!
Coro
¿De veras?
Tomillo
Sí, tal.
Aquí está mi novia,
(Presentando a ROSALÍA.)
mi suegra aquí está.
(A MAGDALENA.)
¡Y aquí estoy yo, loco
de felicidad!
Coro
(Con extrañeza.)
¿La madre consiente?
Magdalena
¿Por qué lo extrañáis?
Es mozo y honrado…
(Haciéndole una caricia.)
nunca pedí más.
Tomillo
(Imitándola.)
(En mi vida he visto
desvergüenza igual.)
Coro
(Cuando ella le quiere
por algo será.)
Tomillo
(Al fin, Rosalía,
te puedo abrazar.)
Rosalía
(¡Que mira mi madre!)
Tomillo
No me importa ya.
(Le da un abrazo cuando mira MAGDALENA que finge no verlo.)
Leonardo
(Que ha entrado en escena cuando el CORO, se acerca en este momento a ROSALÍA y TOMILLO.)
Yo mañana mismo
parto del lugar,
y Dios sabe cuándo
vendré por acá.
En tanto que vuelvo,
aquí continuad,
que vuestros son siempre
mi casa y hogar.
Coro
¿Te marchas?
Magdalena
¿De veras?
Tomillo
Y ¿a dónde te vas?
Leonardo
¿A dónde? ¡Quién sabe!
¡Yo voy al azar…
por el mundo… en busca
de un sueño quizás!
Coro
(¡Siempre misterioso!
¿A dónde se irá?)
Tomillo
Para apadrinarnos,
como es natural,
tu marcha unos días
puedes retardar.
Leonardo
¡Imposible!
Tomillo
¡Basta!
(Aparte.)
(No me digas más.)
(A ROSALÍA.)
(Esto es que La Bruja
le manda marchar.)
Coro
(¡Siempre misterioso!
¿A dónde se irá?)
Leonardo
Hoy tanta alegría
no quiero turbar;
de vuestras guitarras
las cuerdas templad,
y hasta que la aurora
empiece a brillar,
de la jota a los sones alegres,
¡reíd y bailad!
Coro
¡Reíd y bailad!
(Jota. Durante el preludio, TOMILLO habla a LEONARDO, como instándole a que cante, a lo cual accede.)
Música (N.º 8-C)
Jota
Leonardo
No extrañéis, no, que se escapen…
suspiros de mi garganta,
la jota es alegre o triste
según está quien la canta.
¡Ay, canto alegre,
de mi país,
tal vez ya nunca
te vuelva a oír;
pero si acaso
no te oigo más,
siempre en el alma
resonarás!
Todos
Ésta es la jota
de mi país,
que a todas horas
me gusta oír;
sigue con ella
y ya verás,
al fin y al cabo
te alegrarás.
Hablado sobre la música
Tomillo
¡Viva la alegría
y vivan las suegras!
Y venga un abrazo,
(Abrazándola.)
señá Magdalena.
Magdalena
¡No aprietes, borrego!
Tomillo
Tengo poca fuerza.
(Sin soltarla.)
(¡Por eso te libras, que si la tuviera!… )
Leonardo
(Cantado.)
Como los pájaros cantan…
las penas de sus amores,
así canto yo la jota
para aliviar mis dolores.
¡Ay, canto alegre
de mi país!…
Todos
¡Ésta es la jota
de mi país!, etc.
(Durante el estribillo, TOMILLO obliga a
bailar con él a MAGDALENA. Risas y alegría
de TODOS. LEONARDO se deja caer en el
sillón en actitud de profunda melancolía,
contrastando con lo alegre del cuadro, que debe
ser animadísimo.)
FIN DEL PRIMER ACTO
Segundo Acto
Cuadro Segundo
Plazoleta a la entrada del pueblo. A la derecha, en primer término, la casa del CURA, con emparrado sobre la puerta. En segundo término la iglesia, que hace esquina a una calle. Formando la entrada de ésta, otra casa y detrás el bosque. Al foro, camino real. A la entrada de éste, una cruz de piedra. Al foro izquierda, la montaña, con un camino practicable. En la cima, el castillo. A la izquierda, la casa de LEONARDO, exterior de la decoración del Primer Acto y llegando hasta el primer término la tapia del corral, cuya puerta da al público.
Escena I
Antes de levantarse el telón se oye el repique
alegre de las campanas de la iglesia.
ALDEANOS en traje de fiesta.
Música (N.º 9-A)
Coro
Coro
Hoy todos celebran
la Virgen de Agosto,
y hay una fiesta en el pueblo
con ríos de mosto;
las uvas doradas
espera el lagar;
no hay pena ni duelo
en todo el lugar.
La gente del campo
está satisfecha,
que en trigo abundante
se ve la cosecha.
Los días de invierno
alegres serán,
pues ya están seguros
el vino y el pan…
(Repique de campanas.)
Escena II
Dichos, TOMILLO, que sale de la iglesia.
Música (N.º 9-B)
Escena y Racconto de Tomillo
Unos
(Reparando en él.)
Allí sale Tomillo.
Otros
¡Qué triste viene!
Todos
Vamos a preguntarle
qué es lo que tiene.
(Acercándose a él.)
¿Por qué tan caviloso
vienes de allí?
Tomillo
Yo tengo mis motivos,
oíd, oíd.
Coro
(¿Qué le pasará?
¿Por qué vendrá así?)
Tomillo
A los nueve meses
de haberme casado
un niño nació;
y aunque fue tan pronto,
la verdad, amigos,
no me sorprendió.
Coro
¡Claro está que no!
Tomillo
A muy poco tiempo
encinta mi esposa
volviose a encontrar;
mas el caso entonces
no tenía nada
de particular.
Coro
¡No era de extrañar!
Tomillo
Yo al saberlo dije:
¡otro hijo tenemos,
bendito sea Dios!
Pero llega el trance,
yo esperaba un chico…
Y nacieron dos.
Coro
¡Todo sea por Dios!
Tomillo
Esto ya me asusta,
pues mi amada esposa
tan fecunda es,
que me estoy temiendo
que dentro de un año
me regale tres.
Coro
¡Harto fácil es!…
Tomillo
¡Vaya si lo es!
Escena III
Dichos, ROSALÍA, MAGDALENA y CORO
de ALDEANAS, cada una de aquéllas trae en
brazos un niño en mantillas.
Música (N.º 9-C)
Escena y Coro
Aldeanas
Ya presentó a la Virgen
la madre cariñosa
los vástagos que el cielo
le concedió:
que muchos años vivan
y sean muy cristianos,
y ricos y felices
los vea yo.
Magdalena y Rosalía
¡Gracias!
Tomillo
¡Mil gracias!
Coro
Reciban, pues,
abuela y padres
el parabién.
Magdalena y Rosalía
¡Gracias!
Tomillo
¡Mil gracias!
Aldeanos
¡Cómo ha de ser!
(A TOMILLO.)
Ya tendrás cuatro,
si hoy tienes tres.
(MAGDALENA, con uno de los niños, queda en el centro del grupo de MUJERES; una de éstas, con el otro niño, entre el grupo de HOMBRES, y en medio de éstos y el de MUJERES, TOMILLO y ROSALÍA, que miran, entusiasmados, cómo hacen caricias a sus hijos.)
Mujeres
¡Ved, qué hermosotes
y qué rollizos;
son dos mantecas
los dos mellizos!
Hombres
¡Qué ojazos negros
tan habladores!
Mujeres
¡Y qué carrillos
y qué colores!
(Haciendo fiestas.)
¡Ajito al nene,
ajito, ajito
¡qué gracia tiene
el angelito!
Hombres
¡Ajito, ajito!
Todos
¡Ajito, ajó!
¡Ven, chiquirritito,
que te quiero yo!
Tomillo y Rosalía
¡Ajito, ajito!…
Mujeres
En lo robusto
sale a su madre,
pero los ojos
son de su padre.
Hombres
No niega el chico
la parentela,
pues las narices
son de su abuela.
Mujeres
¡Ajito al nene!
Hombres
¡Ajito, ajito!
Mujeres
¡Qué gracia tiene
el angelito!
Hombres
¡Ajito, ajito!
Todos
¡Ajito, ajó!
¡Ven, chiquirritito,
que te quiero yo!…
¡Ajito, ajito,
Ajito, ajó!...
Tomillo
(A ROSALÍA.)
Dos años hace
que nos casamos,
y, como entonces,
nos adoramos.
Rosalía
Yo aún más te quiero
que el primer día.
Tomillo
Tú eres mi gloria,
esposa mía.