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CANTO DUODÉCIMO

21 «¡Oh desdichados, que, viviendo aún, bajasteis á la morada de Plutón, y habréis muerto dos veces cuando los demás hombres mueren una sola! Ea, quedaos aquí, y comed manjares y bebed vino, todo el día de hoy; pues así que despunte la aurora volveréis á navegar, y yo os mostraré el camino y os indicaré cuanto sea preciso para que no padezcáis, á causa de una maquinación funesta, ningún infortunio ni en el mar ni en la tierra firme.»

28 »Tales fueron sus palabras, y nuestro ánimo generoso se dejó persuadir. Y ya todo el día, hasta la puesta del sol, estuvimos sentados, comiendo carne en abundancia y bebiendo dulce vino. Apenas el sol se puso y sobrevino la noche, los demás se acostaron cabe á las amarras del buque. Pero á mí, Circe me tomó por la mano, me hizo sentar separadamente de los compañeros y, acomodándose á mi vera, me preguntó cuanto me había ocurrido; y yo se lo conté por su orden. Entonces me dijo estas palabras la veneranda Circe:

37 «Así, pues, se han llevado á cumplimiento todas estas cosas. Oye ahora lo que voy á decir y un dios en persona te lo recordará más tarde. Llegarás primero á las Sirenas, que encantan á cuantos hombres van á encontrarlas. Aquél que imprudentemente se acerca á las mismas y oye su voz, ya no vuelve á ver á su esposa ni á sus hijos pequeñuelos rodeándole, llenos de júbilo, cuando torna á sus hogares; sino que le hechizan las Sirenas con el sonoro canto, sentadas en una pradera y teniendo á su alrededor enorme montón de huesos de hombres putrefactos cuya piel se va consumiendo. Pasa de largo y tapa las orejas de tus compañeros con cera blanda, previamente adelgazada, á fin de que ninguno las oiga; mas si tú deseares oirlas, haz que te aten en la velera embarcación de pies y manos, derecho y arrimado á la parte inferior del mástil y que las sogas se liguen al mismo; y así podrás deleitarte escuchando á las Sirenas. Y en el caso de que supliques ó mandes á los compañeros que te suelten, átente con más lazos todavía.

55 »Después que tus compañeros hayan conseguido llevaros más allá de las Sirenas, no te indicaré con precisión cuál de dos caminos te cumple recorrer; considéralo en tu ánimo, pues voy á decir lo que hay á entrambas partes. Á un lado se alzan peñas prominentes, contra las cuales rugen las inmensas olas de la ojizarca Anfitrite: llámanlas Erráticas los bienaventurados dioses. Por allí no pasan las aves sin peligro, ni aun las tímidas palomas que llevan la ambrosía al padre Júpiter; pues cada vez la lisa peña arrebata alguna y el padre manda otra para completar el número. Ninguna