Página:Eduardo - Alberto Navarro Viola.pdf/38

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
— 36 —
LVI

Yo tengo para mí que en la existencia,
mientras la fé del corazon nos mueve,
mientras las ilusiones, la impaciencia
del alma jóven que á soñar se atreve,
dirijen nuestro rumbo sin clemencia
con jeneroso impulso,—no se debe
hombre llamar al hombre: el hombre es nada
cuando no lleva la conciencia ajada!....

LVII

No es el amor: más bien es el desvelo
aciago, sin la brújula que salva;
más bien, el ájil, contenido vuelo
de un corazon más blando que la malva,
quebrado en los escollos de este suelo...—
Lector, perdona: la ocasion es calva,
y con la ayuda de la rima, un salto
pegué, pasando la cuestion por alto.

LVIII

Quizás mis digresiones te fatigan;—
en lo que parte de razon te encuentro;—
mas comprender te es dado que me obligan
los hechos à apartarme de mi centro:
y creo que por más que te atosigan,
allá, lector! de tu conciencia adentro,
convienes en que fuera gran petardo
quedarte al fin sin conocer á Eduardo.