Página:El Cardenal Cisneros (04).djvu/2

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padecida y enferma como estaba, se vio obligada á venir personalmente y á consentir en la partida de su hija, como aconsejaba nuestro Arzobispo, única manera de cortar aquellos arrebatos, ya de visible extravio.

Desdicliadamente este viaje, que debia atajar la incipiente locura, dio ocasión á su completo desarrollo. Llegada á Flándes la Infanta, hubo de sospechar ó de saber que su esposo andaba distraído con una de sus damas, de singular hermosura, y sobre todo de una cabellera magnífica. Dió quejas amarguísimas á su marido, y espoleada por los celos, abrumó á desaires á la que tenia por rival, á quien se cortaron los cabellos para afearla, y hacerla perder el atractivo que más enamoraba al liviano Felipe. Con este motivo fué mayor el apartamiento de los dos esposos y la locura de Doña Juana, exacerbada por los ásperos desvíos de D. Felipe, llegó al extremo. Estas noticias, traídas á España, postraron más y más á la Reina, y aun afectaron profundamente al mismo Rey D. Fernando, naturaleza ménos cariñosa, de suerte que ambos vinieron á caer enfermos heridos por el mismo dolor. Cisneros atendía á los dos augustos enfermos con incansable, y ardiente solicitud; repúsose pronto D. Fernando, pero no así la Reina, grandemente desfallecida, y que entró en una de esas largas y penosas convalecencias que, más que á recobrar la salud, conducen lenta, pero infaliblemente, al fin de la vida.

En esta situación, el Arzobispo no podia separarse del lado de la Reina, á pesar de que lo llamaban á Toledo asuntos de interés, entre otros la reforma de su Cabildo como principio de una reforma general de las costumbres eclesiásticas de su diócesis. Dos veces habia ya ido allí con este intento en su, cabeza; pero una y otra tuvo que aplazar su ejecución, primero porque no quiso oscurecer con sus severidades los regocijos que se le hacían en su recepción, y después, porque habiendo ido con los Reyes y con toda la Corte con motivo de estar convocados los pueblos de las provincias de Castilla para reconocer el heredero de la Corona, no le pareció conveniente ni delicado hacer ruido y dar escándalo con las malas costumbres de los clérigos y disminuir el respeto que se les debia con esta censura pública y en esta ocasión solemne. Temiendo, pues, que nunca llegara sazón para realizar personalmente un pensamiento que tan saludable le parecia, comisionó para este objeto, á sus Vicarios generales, el Dr. Villalpando. y D. Fernando