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Los heraldos Taltibio é Ideo suspenden el combate singular de Héctor y Ayax


CANTO VIII
BATALLA INTERRUMPIDA


1 La Aurora, de azafranado velo, se esparcía por toda la tierra, cuando Júpiter, que se complace en lanzar rayos, reunió la junta de los dioses en la más alta de las muchas cumbres del Olimpo. Y así les habló, mientras ellos atentamente le escuchaban:

5 «¡Oídme todos, dioses y diosas, para que os manifieste lo que en el pecho mi corazón me dicta! Ninguno de vosotros, sea varón ó hembra, se atreva á transgredir mi mandato; antes bien, asentid todos, á fin de que cuanto antes lleve al cabo lo que me propongo. El dios que intente separarse de los demás y socorrer á los teucros ó á los dánaos, como yo le vea, volverá afrentosamente golpeado al Olimpo; ó cogiéndole, lo arrojaré al tenebroso Tártaro, muy lejos, en lo más profundo del báratro debajo de la tierra—sus puertas son de hierro, y el umbral, de bronce, y su profundidad desde el Orco como del cielo á la tierra—y conocerá en seguida cuánto aventaja mi poder al de las demás deidades. Y si queréis, haced esta prueba, oh dioses, para que os convenzáis. Suspended del cielo áurea cadena, asíos todos, dioses y diosas, de la misma, y no os será posible arrastrar del cielo á la tierra á Júpiter, árbitro supremo, por mucho que os fatiguéis; mas si yo me resolviese á tirar de aquélla, os levantaría