escuchó al mar. Serpiente de Fuego entonces le habló sobre los misterios de las "Grandes Aguas". Le dijo que los Viejos Abuelos, habían dejado por cierto, que del otro lado de estas inmensas aguas, existen tierras y pueblo que alguna vez tuvieron mucho contacto con el nuestro. Que la propia Serpiente Emplumada y los "artistas" de la piedra interior, hacía muchos atados de años, habían llegado a estas tierras por las grandes aguas del Oriente.
Las olas del mar rompían con violencia sobre la playa. Águila Nocturna estaba totalmente extasiado, nunca antes en su vida había escuchado un sonido tan fuerte y compuesto a su vez, de miles de pequeños sonidos. Entonces, Serpiente de Fuego le quitó lentamente la venda al joven, retirándose para dejarlo solo frente al mar.
Por largo tiempo Águila Nocturna se quedó inmóvil. Lo que estaba frente a sus ojos, con mucho superaba su capacidad de asombro. Nunca antes había visto a un ser vivo tan grande y poderoso.
A lado de él, se sentía pequeñito e indefenso; pero al mismo tiempo surgía un sentimiento de fascinación, que a pesar de él mismo, lo atraía magnéticamente. Un sentimiento ancestral empezó a surgir misteriosamente de lo más profundo de sus adentros, un cuasi recuerdo desde los más milenarios y remotos orígenes de la vida perturbaba su mente. Como hipnotizado estuvo frente al mar a lo largo de muchas horas. Perdida la vista en el horizonte, su percepción se ampliaba y podía percibir sin el uso de la razón a esa inmensidad que estaba frente a él, con sus millones de pequeños movimientos de las olas y al mismo tiempo, con la aparente inmovilidad de su inmensidad, el mar representaba el encuentro más extraordinario de su vida.
Cuando llegó la tarde y con ella la puesta del sol, subieron a un acantilado, donde el espectáculo del naufragio del sol fue soberbio. En el horizonte, el sol descendía lentamente hacia el Poniente, el cielo estaba completamente enrojecido, con jirones de color naranja. El mar parecía que se daba cuenta del instante en que el sol penetraba las aguas y cobraba mayor intensidad su violencia sobre las mudas rocas que no entendían la furia marina.