cada uno, más 9 Maestros o Naguales, que representan los nueve cielos. Pero este número no cambia, aunque siempre se están formando nuevos equipos, porque unos llegan y otros tantos parten de aquí a la eternidad.
Aquellas casitas que ves en las laderas de la montaña, son el refugio temporal de estos intrépidos viajeros. Ahí se vive temporalmente de manera austera, frugal y sobriamente, pues es la marca de los Guerreros de la Muerte Florecida. Lo poco que necesitamos para vivir, nuestros generosos hermanos de La Tierra del Gemelo Precioso, nos hacen el favor de proporcionárnoslos. Este lugar tiene cientos de atados de años, por lo que podrás apreciar muchas casitas en donde vivieron los que ya partieron. Los guerreros son personas muy solitarias y sensibles, que no les gusta estar en lugares en los que se ha quedado impregnada la energía de otros guerreros, por eso prefieren construir sus propias casitas y luego abandonarlas hasta que las tira el tiempo. Por muchas construcciones que veas en las laderas, solo vivimos temporalmente aquí 400 personas, que venimos de todas partes, incluso de lugares muy lejanos. "Somos los Cuatrocientos Guerreros del Sur". Cada guerrero por las características de su energía personal, encuentra más afinidad con algunos sitios en especial de nuestra Madre Querida, y por ello, viajan a donde sea necesario para encontrar su lugar, su centro energético, en donde pueden entablar con mayores posibilidades su última batalla de poder, su Batalla Florida.
DAANY BEÉDXE lleva cientos de atados de años con la misma distribución arquitectónica, nunca ha cambiado su diseño. Solamente que cuando las energías usadas aquí, contaminan demasiado a las piedras; las saturan cargándolas de la energía de los guerreros que han partido. Por ello resulta necesario recubrir los edificios, pero siempre se mantiene escrupulosamente la planta arquitectónica, que no es un capricho estético, sino que obedece a conocimientos secretos de los Viejos Abuelos toltecas, a fuerzas desconocidas y asombrosas, tanto de la Tierra, el universo, como del mismo ser humano, que aún nosotros desconocemos, pero que armonizan a nuestra Madre Querida la Tierra, con La Fuerza llamada Águila—Sol. Las piedras con que se