De esta manera el capullo luminoso, entra en contacto directo con la inmensidad de cargas energéticas que conforman su entorno, sin el decodificador de la razón, adquiriendo conocimiento y poder. El "no hacer", es la tercera técnica. Los habitantes del valle, siempre "hacen" de manera inconsciente, lo que los hace ser como son; por decirlo de otra forma, "su ser cotidiano". Los guerreros en cambio, siempre se mantienen atentos y en guardia; siempre procuran actuar de manera no acostumbrada y usan toda su conciencia, lo que les permite percibir el mundo de manera más intensa y total.
Para trabajar en estos tres edificios, necesitarás de inmensas cantidades de fuerza interior, sobriedad y paciencia. Por eso los guerreros deben ser seres capaces de la máxima disciplina y mayor control sobre sí mismos. De momento te puede parecer tremendamente difícil o casi imposible lo que tienes que hacer, pero lo que se requiere es fuerza interior y decisión. Todo comienza con un solo acto, que tiene que ser premeditado preciso y continuo. El guerrero escoge el primero, que debe ser el más sencillo y menos difícil de lograr. Cuando este acto se lleva a cabo por un período de tiempo largo, el guerrero pasa a otro acto, y después a otro más, hasta que adquiere un sentido de intento inflexible, que puede ser aplicado a cualquier cosa, cuando se logra el intento inflexible, el camino es más transitable, porque el intento inflexible necesariamente produce el silencio interno de nuestra razón y este silencio, nos conduce a la fuerza interna necesaria para poder mover el lugar en donde se ensamblan las energías en el huevo luminoso, que es la puerta a lo inconmensurable y milagroso de la existencia humana.
Una mañana llegó Serpiente de Estrellas a la casa de su alumno quien tejía una red para cargar, en las caminatas energéticas que realizaba en la Sierra Norte. Al ver lo que hacía el muchacho, le dijo:
Gracias a la muerte, el guerrero sabe que no se puede aferrar a nada. Como es un hombre desapegado, no posee nada más de lo que puede cargar. El ser humano del valle, entre menos evolucionado sea su espíritu, más apegado vive a los cosas materiales de la vida. Un