Águila Nocturna yacía sobre un piso de lajas. No podía abrir los
ojos y en sus adentros todavía resonaba el eco de un poderoso
estallido que reverberaba en su interior; dejando sordos a sus oídos y
vibrando en todas las células de su cuerpo. Un zumbido agudo se
apoderaba de su mente y en momentos se transformaba en luces de
colores iridiscentes, que rebotaban de las bóvedas obscuras de sus
ojos y se iban, hasta lo más profundo del cerebro.
Quería abrir los ojos y no podía; o tal vez estaban abiertos y nada veía. El zumbido subía de frecuencia y tal parecía que le explotaría la cabeza. Sentía como el sudor frío empapaba todo su cuerpo y periódicos espasmos recorrían todo su ser adolorido. No sabía en donde estaba, todo era confuso e impreciso. La única sensación clara que tenía, era el dolor que sentía todo su cuerpo. Parecía que todas las partículas que lo conformaban, habían sufrido inmensamente