juntarse hasta lo más alto, formando un arco. En la parte superior de la construcción, se encontraban cuatro hileras de piedra a manera de una pirámide en silueta y en el centro, estaba tallado con una serie de piedras ensambladas en la estructura, un rostro muy extraño, que tenía forma humana en su conjunto, pero cada una de las piezas que lo conformaban, individualmente simbolizaban extrañas formas.
Básicamente eran dos rostros, pues cada ojo pertenecía a un perfil, pero al estar colocados frente a frente, producían un tercer rostro.
La nariz del rostro, salía como una protuberancia de la talla. Su forma era muy parecida a la estructura de las famosas siete estrellas que casi unidas, formaban un símbolo espiritual y esotérico para Los Viejos Abuelos Toltecas. En la tradición antigua se decía que de esas siete estrellas, en el inicio de los tiempos, habían llegado los primeros Viejos Abuelos toltecas a la Tierra, en busca de un lugar prometido para vivir.
Cuando el muchacho dirigió la vista a su entorno, pudo apreciar que el arco de piedra, estaba en un claro de una selva. No existía ningún edificio a su lado, solo un sacbé, camino blanco hecho en piedra pulida, hábilmente ensamblada, lo que lo hacía verse como una superficie completamente lisa. Para llegar al arco de piedra, se tenían que subir, dos conjuntos de diez escalones cada uno, pues el arco estaba sobre una base rectangular de piedra, que se elevaba dos cuerpos, sobre la tierra.
Las últimas nubes se disponían a dejar su lecho nocturno, sobre las copas de los árboles. Águila Nocturna sabía que esa construcción era un sitio de poder de Los Viejos Abuelos, pues humanamente, no tenía sentido ese arco en medio de la selva, que no tiene una función práctica en la vida cotidiana.
El sol empezaba a calentar la mañana. La cabeza del muchacho, todavía estaba completamente confusa. No se acordaba absolutamente de nada. El estallido del rayo parecía que se mantenía permanente en