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Página:Daany Beédxe.djvu/26

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que la fuerza del hombre, se multiplica por la organización y la disciplina. Los jóvenes debían aprender a trabajar como un solo organismo, templando la fuerza del cuerpo y afinando el espíritu. Los instructores procuraban que los jóvenes desarrollaran un ánimo, de fraternidad y de respeto, en todas las actividades que realizaban.

Al llegar el Sol al cenit, todos los estudiantes se reunían en la casa, se bañaban y comían. Después de la ceremonia de agradecimiento, disponían de un tiempo para descansar. Al empezar a bajar el Sol su carrera, se reunían en el edificio de instrucción. Era el momento en que los maestros les enseñaban, las viejas y sabias historias de los Abuelos; estas historias se apoyaban en los libros de la tinta negra y roja de los toltecas, que como recurso nemotécnico, les ayudaba a recordar las historias. Los libros estaban hechos de papel amate y forrados con piel de venado. Eran largas tiras de papel, que se doblaban en forma de acordeón y se protegían con las tapas. Al extenderse el libro, quedaban las hojas de forma cuadrada, y en ellas, se pintaban una serie de símbolos; cada uno de ellos, representaba una acción determinada, de modo que al relacionar los símbolos, el lector tenía una descripción detallada de los hechos, que se quería mantener en la memoria y en la lengua.

Al pasar el tiempo Águila Nocturna empezó a destacar entre sus compañeros. Además de los consejos de su padre, seguidos escrupulosamente al pie de la letra; existía una fuerza misteriosa en el alma del muchacho, que despertaba la simpatía y el respeto; tanto de sus compañeros, como de los instructores y los maestros.

Fue el tiempo, en que empezó a nacer una amistad muy profunda, entre uno de los maestros y Águila Nocturna. Espejo Humeante era uno de los maestros más antiguos de la institución, quien veía en Águila Nocturna, al estudiante más destacado, desde que él mismo, ingresó a La Casa de los Jóvenes.

Al entrar la noche, los estudiantes dejaban la instrucción con los maestros y se dirigían en formación, entonando solemnes himnos a La Casa del Canto; en ella eran recibidos, tanto los muchachos, como las

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