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Veinte días después de la partida de Jaguar de Fuego hacia el Norte; Águila Nocturna salió rumbo a las selvas del Sur, con el grupo integrado por nueve exploradores. El equipo se integraba del mismo modo que el de los transportadores, la diferencia es que no llevaban carga.

Un explorador iba al frente y representaba la lengua, Águila Nocturna era los colmillos, pues era un excelente arquero. Sin saber cómo, cuando el guerrero tomaba un arco lo fundía con su brazo. La flecha era el vehículo de la fuerza interior. Cuando cargaba la flecha y tensaba la cuerda, su dialogo interno se detenía. Los sentimientos y pensamientos, eran desplazados por el espíritu. Entre su ojo derecho y el blanco escogido, solo mediaba un instante, en el que la fuerza del espíritu del guerrero se impactaba en el blanco. La arquería es el dominio del mundo interior, que se condensa en el mundo exterior, a través de un tiro certero. Atrás de un excelente arquero, esta una impecable templanza espiritual.

Después de los colmillos venía Jaguar Despertado como la cabeza y los ojos del grupo. Inmediatamente después seguían seis exploradores con sus armas atentas y al final, uno de los más experimentados exploradores Cabeza de Venado, que hacía las funciones del cascabel de la serpiente. Todos cargaban sus provisiones y sus pertrechos.

El grupo se había pintado todo el cuerpo, como la piel de un jaguar, lo que les daba algunas ventajas y llenaba de poder. Avanzaban en completo silencio y atentos, en espera de un ataque sorpresivo tanto de hombres, como de animales. Una zona de manglares y pantanos circundaba las impenetrables selvas. El agua salobre, que estaba en estado de descomposición; entre maleza y troncos, despedía un olor nauseabundo. Los insectos y víboras, hacían del pesado avance, un martirio y un desafío, que a cada momento se movía entre la vida y la muerte; pero lo más peligroso resultaba la presencia agazapada de los lagartos y caimanes que infestaban la zona. Entre esas aguas putrefactas y lodosas, hacían muy difícil su detección. Si no se observaba a la perfección el terreno que se pisaba,

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