El majestuoso estruendo de las olas que golpeaban las piedras del acantilado despertó a Águila Nocturna. Se encontraba en una saliente de unas rocas, abajo el inmenso mar azul.
El guerrero despertaba de un profundo sueño. Como una fantasía lejana y vaga, quedaba el recuerdo de Jaguar de Fuego y sus compañeros de expedición en la selva del Sur. Águila Nocturna había amanecido en Acajutla en la parte más alta de un acantilado. Un cuasi recuerdo de un vuelo nocturno por toda la costa, se desmoronaba rápidamente en su mente. Sentimientos encontrados y confusos lo envolvían en una bruma pesada, que no le permitían pensar con claridad. Solamente su cuerpo vibraba con la necesidad estremecida de encontrar su hogar.
Un sentimiento profundo recorría a todo su ser. La urgencia imperiosa de encontrar su identidad, de conocer sus orígenes, de reconocer su propio rostro y su corazón verdadero. Lo arrastraba indefenso, a la más profunda crisis.
No estaba dispuesto a morir ni a vivir; sin antes haber encontrado la verdad. El conocer su historia personal, además de permitirle entender en dónde estaba y qué hacía, era el más elemental derecho de cualquier ser humano. Sin el conocimiento de su pasado, su presente no tenía ningún sentido. Sin el conocimiento de su pasado, no tenía futuro. Sin la recuperación de su memoria, nunca encontraría la plenitud.