la belleza estaba consagrada en las flores. Los antiguos mexicanos veneraban las flores como símbolo de la belleza filosófica que deseaban alcanzar.
“Por esto en todos los órdenes de la cultura náhuatl hallamos siempre presente el arte: Comprendemos ahora que siendo la belleza, lo divino, y esto a su vez, lo verdadero, lo auténticamente enraizado, todo el pensamiento filosófico náhuatl giró alrededor de una concepción estética del universo y la vida. Conocer la verdad fue para los tlamatinimes expresar con flores y cantos el sentido oculto de las cosas, tal como su propio corazón endiosado les permitía intuir.
Cultura y filosofía de metáforas, no aspiró a develar por completo el misterio, pero hizo sentir al hombre que lo bello es tal vez lo único real.” (Miguel León Portilla. 1956.)
En efecto, los cantos y las flores eran el símbolo de la sabiduría y la belleza que aspiraban los Viejos Abuelos en su pensamiento filosófico. Debemos de recordar que la misma divinidad suprema no tenía nombre y que se le llamaba a través de diversas metáforas poéticas. De la misma forma, al entrar al mundo filosófico del pensamiento abstracto, las figuras metafóricas saturarán los espacios de la reflexión de los misterios de la vida. Las flores y los cantos ocupan un lugar relevante en la filosofía del Anáhuac.
“¿Yo quién soy?
Volando me vivo, cantor de flores,
Compongo cantares,
Mariposas de canto:
¡broten de mi alma,
saboréelos mi corazón!”
(Ms. Cantares Mexicanos)
Al leer las traducciones fragmentadas de los Manuscritos de los Cantares Mexicanos, no cabe la menor duda de que los Viejos Abuelos estructuraron parte de su filosofía (la que actualmente conocemos) a través de las metáforas poéticas. El problema ontológico del Ser está presente en cada uno de los poemas. 112