el país, como era el de pagar los impuestos. La alarma creció, y acaudillados por los representantes de esos intereses extranjeros y con la embajada de Estados Unidos por cuartel general, los mexicanos vencidos por la revolución, aliados con el ejército porfiriano casi intacto a pesar de su derrota, asaltaron el poder y asesinaron a Madero.” (Eduardo Blanquel 1973)
El “Chacal” Victoriano Huerta (1873-1916), peón de la embajada de Estados Unidos se apropia de la presidencia, fusila a Madero y a José María Pino Suárez (1869-1913) y luchará contra Venustiano Carranza (1859-1920), quien será el caudillo en esta nueva etapa de la revolución al lado de Emiliano Zapata, Francisco Villa y Álvaro Obregón (1880- 1928), quienes después de sangrientos combates vencerán a Huerta en 1914. Carranza asume la presidencia y empieza a desmantelar los intereses europeos y al ejército de Díaz, con la simpatía de los Estados Unidos. Le da a su gobierno un carácter nacionalista y sobre la base de la Constitución de 1917, trata de iniciar la solución a siglos de injusticia, pero el clima en el país es de total inestabilidad. El pueblo en armas y pletórico de “generales” deseosos de poder y redención, hacen imposible su gobierno. El caudillo pierde el control y se enfrenta a Zapata, Villa por su parte se enfrenta con Obregón.
Es asesinado Carranza y Obregón en 1921 asume la presidencia y con ello termina la lucha armada y se inicia la “Revolución institucionalizada” o como dijera el escritor Mario Vargas Llosa “La dictadura perfecta”, que llegará intacta hasta 1982, año en que se implanta en México el Neoliberalismo, que tendrá que desmantelar la ideología nacionalista y revolucionaria, para abrirle las puertas al capital financiero supra nacional a través de la firma del Tratado Trilateral de Libre Comercio, que es la cancelación sumisa a la auto determinación y la soberanía.
“En 1921 daba principio la verdadera reconstrucción nacional. A pesar de su lentitud y de las fluctuaciones en su ejecución, la Reforma Agraria se ponía en marcha. El latifundio, ahora proscrito, iría cediendo ante la pequeña propiedad, pues según el criterio oficial del momento, ésta era la formula óptima de explotación de la tierra. Junto a ella,
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