Para mantener un sistema permanente de extracción de la riqueza de un pueblo, se requiere destruir su Cultura y su memoria histórica. El elemento para que un pueblo no piense en acabar la explotación y él se convierta en un explotador de sí mismo en favor de su colonizador, es colonizarlo culturalmente. Hacer que los colonizados ignoren su cultura y la desprecien. La educación que se da en México, en la casa, en la escuela y en la sociedad, es una educación colonizada. No busca que nuestros niños y jóvenes se eduquen para liberar a su pueblo, sino por el contrario, se educan para someter, enajenar y explotar al más débil. Triunfar en una sociedad colonizada implica convertirse en un despiadado explotador de sus propios hermanos.
Los hijos de los hijos de los viejos Abuelos.
Los descendientes de los Antiguos Mexicanos somos todos nosotros. Somos los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos. Es bien cierto que poseemos una herencia occidental pero, debemos analizar que, por una parte tenemos una “Cultura Madre”, la indígena o anahuaca; ella nos ha dado la forma de sentir y relacionarnos con los seres humanos, la naturaleza, el universo y con lo divino y lo sagrado. Nos ha dado también el alimento, los valores éticos y morales de la familia. Que no tengamos “conciencia” de ella, no quiere decir que no exista. Hemos sido educados durante cinco siglos para no ver, no valorar y despreciar lo mejor de nosotros mismos.
Por otra parte tenemos una “Cultura Padre”, que nos ha dado el idioma, la religión y el sentido material de la existencia y la supuesta “pertenencia” a la cultura occidental. Sin embargo, Europa y Estados Unidos, siempre nos desvaloran y marginan. Somos producto de una mezcla de culturas. No lo podemos negar y lo debemos de potenciar. Tenemos de una y de otra, somos mestizos. Sin embargo, debemos de tomar en cuenta que la civilización del Anáhuac está viva, presente y vigente, en cada uno de nosotros y que representa lo “único propio nuestro”. Que es la parte más fuerte y sólida de nuestra cultura, aunque nos sea por ahora muy difícil reconocerlo, aflorarlo y concientizarlo. Por lo que no podemos llegar a la plenitud negando la
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