anuncia la llegada de la lluvia y con esto el florecimiento de la vida. El soplo divino que anima a la conciencia espiritual estaba asociado a Quetzalcóatl.
“Hablaban de un héroe nacional, civilizador y maestro, que al mismo tiempo era identificado con la deidad suprema y con el creador del mundo.”
“León Portilla considera que más importante que la existencia de Quetzalcóatl como hombre -del que la vida, principalmente en el mundo maya, constituye un complejo cuya clarificación presenta no pocos problemas- es que se le haya considerado como personaje central del espiritualismo del México anterior a la conquista, al grado de que el pensamiento filosófico a él atribuido llega a dominar toda una etapa cultural.” (Alfredo López Austin. 1973)
Estas representaciones simbólicas de realidades filosóficas sumamente complejas y profundas, fueron compartidas por todas las culturas en tiempo y espacio. Desde el Preclásico hasta el Postclásico, del Norte al Sur y del Océano Pacífico al Golfo de México. Su iconografía mantenía caracteres y rasgos comunes y fundamentalmente sus nombres variaban según la lengua, pero significaban lo mismo. Por ejemplo: Quetzalcóatl en náhuatl y Kukulcán en maya, significa en los dos casos “Pájaro-serpiente” o serpiente preciosa, como Belaguetza en lengua zapoteca. Diversas formas de expresar una misma matriz filosófica religiosa, lo que nos habla de un hilo conductor, desde los olmecas en el período Preclásico, pasando por los toltecas en período clásico y que lo llegamos a encontrar en los mexicas o aztecas en el período Postclásico. Una sola matriz filosófica-cultural, una iconografía diversa pero manteniendo y compartiendo valores estéticos universales entre ellas, y finalmente, una sola religión con diversas variantes en su expresión en tiempo y espacio.
En el libro “Pensamiento y Religión en el México Antiguo”, Laurette Séjourné hace una aproximación descolonizada de lo que debió ser la esencia de la religión del Anáhuac.
“Es este mismo itinerario el que sigue el alma: desciende de su morada celeste, entra en la oscuridad de la materia para elevarse de nuevo. 75