Parte oficial de la batalla de Concepción de Ambrosio Salazar y Márquez
Comandancia de la "Columna Cazadores de Comas"
Ingenio, julio 10 de 1882- 1p.m.
Señor coronel don Juan Gastó, Comandante General de la División Vanguardia del Ejército del Centro.
S.C.C.G.
Ayer á las diez a.m. dejamos el caserío de San Antonio, á donde arribamos en una sola jornada, habiendo salido de Comas el 8 del que rige, con objeto de atacar la fuerza chilena que guarnecía la ciudad de Concepción. A las 4 p. m. Llegamos á otro caserío nombrado Lastay, que está sobre la expresada ciudad á distancia de tres kilómetros; aquí hicimos alto para distribuir á la fuerza de mi mando, que constaba de 170 hombres con rifles desiguales, las municiones que á costa de muchas fatigas me arbitré en Comas, después del primer combate que libré en dicho pueblo contra una fracción del escuadrón chileno "Yungay", que fué destrozado también por las fuerzas que me obedecían el dos de marzo del año en curso.
US. opinó que la hora era inoportuna para emprender el ataque y que además era necesario saber con fijeza sobre el paradero del señor General Cáceres y su ejército, o de algún movimiento que éste haga contra el grueso del ejército enemigo, que en la actualidad ocupa Huancayo; y que, en consecuencia, era más conveniente en concepto de US. ocupar las alturas de este pueblo, para estar atento á las evoluciones que lleve á cabo dicho señor general y operar en seguida de concierto con ellas .
Yo no quise cejar ni un punto de la resolución que traía desde que salí de Comas, de atacar al enemigo sin pérdida de instante. Viendo el sargento mayor don Luis Lazo, 2° jefe de la columna Ayacucho, que mi propósito era inquebrantable, se asoció á mi dictamen y dijo en voz alta, como á US. le consta, que él me acompañaría en mi empresa aunque sea solo.
Entonces US. me dio el alto y honroso de dirigir el ataque, alegando que no conocía la topografía de la ciudad que, media hora después, fué el teatro de la lucha sangrienta; acepté desde luego tan honrosa comisión inmediatamente me adelanté á tomar el camino que conduce sobre el Morro que sobre sale de la colina que domina Concepción por el este, distante mil metros de la plaza de la ciudad, con la columna de mi mando, el 2° jefe de ella sargento Mayo Uladislao Masías y don Crisanto Meza, quien espontáneamente, me ofreció sus servicios del día anterior en San Antonio.
Una vez que hube llegado al expresado Morro, abrí los fuegos contra los chilenos, que desplegaron en guerrillas en la plaza y en el patio del convento que hacía de cuartel, nos esperaban, á consecuencia sin duda de algún aviso que en ese instante tuvieron de nuestra aproximación por ese lado. Por espacio de una hora sostuve un nutrido fuego de fusilería en esa posición hasta que US., según convenimos de antemano, se introdujese á la ciudad sin ser visto por el enemigo, siguiendo el camino de Quichuay, para llevar á cabo un movimiento envolvente, es decir, para desembocar á retaguardia de los combatientes de la plaza, por la equina de la casa la Sra. Valladares; tomada la retaguardia por US. descendí de frente para tomar el flanco derecho de los adversarios, apareciendo por los portales.
El movimiento se ejecutó sin tropiezo ninguno, los chilenos de la plaza, luego que se apercibieron de ello, se replegaron al cuartel incontinenti; hasta esa hora mis fuerzas no sufrieron más bajas que dos caballos, uno de ellos de mi ayudante, capitán Cipriani Camacachi. Eran las 6 p.m.
Pocos minutos después, el ayudante de US, capitán Revilla, me comunicó que US. en su propósito de conservar intactas sus fuerzas, en obediencia á instrucciones superiores, se retiraba á las alturas á pernoctar y procurarle rancho á sus soldados. También me participó que el teniente coronel don Francisco Carvajal había sido herido.
A las 6 y 30 p.m. ordené á mis ayudantes Bellido y Camacachi que trajesen kerosene de la tienda de don Daniel Peña, quien minutos antes me dio dos rifles con 50 cápsulas de dotación cada uno, y ofrecióme el aludido combustible si necesario fuera. Los ayudantes no se hicieron esperar mucho, trajeron de 12 á 15 latas de petróleo y procedimos á incendiar el convento, arrojándolo sobre sus techos; opté por esta medida para obligarlos á rendirse o salir de allí para batirse á cuerpo libre; no conseguí mi objeto: los enemigos no cesaron de dirigirnos sus proyectiles por las numerosas ventanas del edificio; Camacachi, que fué uno de los que con más intrepidez cebaba el fuego, perdióla mano derecha de un tiro que los enemigos le asestaron desde su encierro.
Algunos de Concepción, no arriba de once, se pusieron á mis inmediatas órdenes, con sus respectivos rifles, y tomaron parte activa en el combate, fueron los siguientes; Daniel Peña, don Ricardo Cadenas, doctor Santiago Manrique Tello, don Sántos Moreno, don Dámaso Peña, Esteban Alzamora; Marcos Chamorro, Adolfo Coca, subteniente Juan A. Castillo, Ismael Carpio y Mariano Villavisante; de todos éstos murieron en la acción Chamorro y Alzamora. Los enemigos abandonaron el cuartel reducido á cenizas á las 12 de la noche y se refugiaron en el local contiguo, situado al costado izquierdo de la iglesia matriz, dejando en aquel más de 15 cadáveres.
Entonces los nuestros, con ese brío irresistible que desde el principio del ataque desplegaron, los estrecharon en un círculo más reducido; se apoderaron de las paredes de los flancos, de las torres de la Iglesia y de los techos de ésta.
A esta hora se hizo la lucha por de más encarnizada; los oficiales chilenos dentro del salón principal del último local, destacaban fracciones de 6 u 8 soldados, se batían con desesperación y de seguro después de 15 o 20 minutos de sostener con los nuestros nutrida fusilería en total fuera de combate, gravemente heridos o muertos. Los que ocupaban la torre próxima al á última trinchera del enemigo, son los que bajas han ocasionado á éste. Cesaban los fuegos de una y otra parte por intervalos más o menos cortos de tiempo; en esta situación nos mantuvimos toda la noche hasta las 7 á.m. de hoy; á esta hora anhelamos llegar al epílogo del sangriento drama, ideamos hacer forados en las paredes que circundan al cuartel y dar el último asalto.
Concluída la operación de los forados por varias partes y viendo los enemigos que el peligro era inminente, izaron un pañuelo blanco, símbolo de paz; creyendo los nuestros que ya se redirían, avanzaron sin hacer fuego, hasta medio patio, donde fueron recibidos con una lluvia de balas, no sin causarnos numerosas bajas. Esta innoble acción produjo en la fila asaltante la más viva indignación, que arrancó juramentos de un modo unísono para no dar cuartel al resto de los que aún se resistían dentro de los espesos muros de su trinchera. En el acto se abalanzaron 50 hombres al recinto de los enemigos, como una jauría de tigres, y ultimaron á éstos después de una resistencia verdaderamente horrible. El capitán Carrera Pinto, subteniente Cruz y 9 soldados sacados de trinchera, fueron fusilados en la plaza; los subtenientes Pérez Canto y Montt sucumbieron en el fragor de la lucha dentro de aquella.
A las 9 á.m. de hoy, la función de armas tocó á su término, cuando ya no hubo enemigos con quienes combatir.
En resumen: toda la guarnición chilena de Concepción, de capitán á tambor, constaba de 79 hombres ha sido totalmente exterminada, después de 17 horas de combate casi incesante; además, fueron muertas también dos mujeres de los soldados, de tanto coraje, que en lo más recio del combate, animaban á los suyos en alta voz que continuasen peleando. Ha sido encontrada muerta entre los montones de cadáveres una criatura recién nacida y otra fué salvada viva por don Dámaso Peña; una de las mujeres había dado á luz días antes del combate dos criaturas gemelas. No necesitó recomendar la conducta de los que asaltaran Concepción, ella se recomienda por si misma; fué su divisa vencer y vencieron. Cuentan con más de 40 bajas, entre muertos y heridos, siendo mayor el número de éstos; serán llevados para su curación al convento de Ocopa, donde los padres franciscanos, según carta que tengo á la vista, han improvisado un hospital de sangre.
Los caballos de los vencidos fueron tomados por algunos individuos del pueblo, muy al principio del combate, quedan en poder de mis fuerzas todos los despojos de éste: rifles, vestuario y peroles.
Pocos momentos antes de ingresó US. á la, plaza con la fuerzas de su mando y contuvo con energía los desbordes de los guerrilleros, que, procedentes de los pueblos vecinos, acudieron á última hora en masas considerables. Como US. ha visto personalmente, la mayor parte de los cadáveres están hacinados en el local que ocuparon á las 12 de la noche, en el que se refugiaron al principio del combate, esto es, el convento, hay más o menos 15: en la plaza quedan 13 inclusive lo de los oficiales y dos mujeres.
Elevo á US. este parte con los detalles que escribo, á fin de que por su órgano llegue á conocimiento del general Cáceres, jefe superior para que se entere sobre el espléndido triunfo alcanzado por la columna de mi mando contra una fracción del ejército de Chile que guarnecía Concepción: que aunque tenemos noticia segura sobre su paradero, hasta el momento, pero á juzgar por los dias que lleva de camino desde su salida de Ayacucho, debe estar ya cerca del cuartel general del grueso del ejército enemigo (Huancayo) aprontándose para el ataque. Dios güe á US.
(Firmado) Ambrosio Salazar
Tomado de:
Memorias sobre la Resistencia de La Breña del Teniente Coronel AMBROSIO SALAZAR y MÁRQUEZ
Por: Juan P. Salazar
Huancayo 1918