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Parte oficial del capitán de Fragata Juan José Latorre sobre el combate naval de Chipana

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Iquique, abril 12 de 1879

Cumpliendo con las instrucciones del jefe del convoy de que formara parte hasta el momento de mi salida de Antofagasta, dejé este puerto anoche a las 9:30 P.M.

Mi viaje no tuvo novedad hasta la mañana de hoy en que recalando sobre tierra para ir en demanda de la rada de Huanillos, fui avisado a las 10:30 A.M. de la presencia de dos vapores que cruzaban al sur de la desembocadura del río Loa.

Momentos después se reconocía que los citados buques eran las corbetas peruanas Unión y Pilcomayo que se dirigían sobre nosotros. Fiando sin duda en la potencia de sus máquinas no avanzaron con la rapidez necesaria para empeñar un combate a corta distancia, prefiriendo sin duda cañonearnos, haciéndonos fuego perpendiculares desde lejos. Esta lentitud en sus movimientos nos permitió avanzar ventajosamente obligándolos además a emprender enseguida la caza. A las 10:50 A. M. habiéndosenos entrado hasta quedar a una distancia de 3.500 metros, se puso de través la Pilcomayo rompiendo sus fuegos de enfilada sobre la Magallanes. A pesar de la larga distancia, los disparos de aquel buque fueron muy buenos, llegando el segundo que hizo a tocar el agua a seis metros de la hélice de babor, para rebotar en seguida en el mismo costado levantando astillasos en una extensión de 80 centímetros. Prosiguió después su movimiento de caza, disparándonos siempre de enfilada con sus cañones de proa.

La Unión entretanto, que se nos había acercado hasta una distancia de 2.300 metros, rompió sus fuegos de su batería de babor, y si bien al comenzar el cañoneo sus disparos fueron buenos, inundándonos los alrededores del buque con los cascos de sus granadas, poco a poco sus tiros dejaron mucho que desear por lo corto a que caían aunque siempre las direcciones fueron muy buenas.

Por mi parte, a fin de no perder lo ventajoso de nuestra posición, no contesté absolutamente los fuegos de la Pilcomayo, pero si con el cañón de popa a las 12.10 P. M. a la de la Unión, y en seguida, variando de un modo conveniente la dirección de la proa con los cañones-colisas del centro. Apercibida la corbeta de nuestros disparos, se atravesó un poco con dirección a tierra, suspendiendo a la vez por un momento sus fuegos para volver a romperlos de nuevo, aunque ya más lentamente. Nuestras punterías, que al comienzo no brillaron por su exactitud, debido a lo especial de nuestra posición, se fueron haciendo más certeras a medida que la variación de nuestra proa nos permitía aprovechar el mayor blanco que entonces nos presentaba el casco de la Unión. Debido a esto, las últimas fueron muy buenas, al extremo que a las 12.55 P. M. dos granadas de nuestras colisas, alcanzando el blanco, es muy posible que hayan reventado dentro del buque, causándole serias averías, por coincidir con este hecho el apercibirnos de un gran escape de vapor por su chimenea, a la vez que separarse rápidamente del combate, optando para reunirse a la Pilcomayo, por el camino más largo, a fin de interponer de esta manera entre el y la Magallanes un poco de mayor distancia.

Reunidos de nuevo los enemigos, prosiguieron su movimiento de avance, desistiendo sin embargo momentos después que pusieron proa a tierra, dirigiéndose a Huanillos.

Por nuestra parte se prosiguió con rumbo a este puerto.

Durante la hora larga que duró el cañoneo a que hago referencia, se gastaron por este buque los proyectiles siguientes:

2 granadas dobles de 115

2 granadas comunes de 115

19 granadas comunes de 64

11 granadas comunes de 20

8 granadas de segmento de 20

El enemigo, a juzgar por el número de sus cañones, no ha podido gastar menos del triple de la cantidad empleada por nosotros.

La máxima distancia a que se disparó fue de 4300 mts. y la mínima de 2.300 mts.

Debo todavía hacer presente a V. S. que las necesidades del momento me obligaron en estas circunstancias a sacrificar nuestra lancha de vapor.

Suspendida como se hallaba sobre la boca del cañón de 115, era natural que los disparos de la pieza la afectasen grandemente, como en efecto así sucedió tan pronto como se rompió el fuego.

Al primer cañonazo saltó su tablazón de proa, al segundo la roda y demás ligazones delanteras, y previendo que al tercero se cayera del todo al agua, ordené que se anticipara el momento de sus pérdida, picando al efecto las tiras que lo retenían en los pescantes.

Después de la exposición que dejo hecha, escusado casi me parece agregar a V. S. , que no hemos tenido que lamentar la menor desgracia personal, ni experimentado otra avería en casco y arboladura aparte de la muy insignificante que sito en otra parte.

Al concluir, señor Almirante, réstame cumplir con un sagrado deber recomendando a la consideración de V. S. al cuerpo de oficiales del buque de mi mando, que en el día de hoy han cumplido dignamente con su deber. Igual recomendación me permito hacer a V. S. de la tripulación y guarnición de la Magallanes, cuyo entusiasmo y decisión en estas circunstancias me han dejado así mismo plenamente satisfecho.

                       Dios guarde a V. S.
                                                                                          J. J. Latorre

Bibliografía

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  • La Guerra del Pacífico, Pascual Ahumada Moreno