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Partes de guerra chilenos sobre la batalla de Calama

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Parte del Jefe de la brigada de Artillería, Eulogio Villarreal

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“El que suscribe da cuenta al señor Coronel Comandante en Jefe de las ocurrencias siguientes:

Ayer a las 6 tres cuartos A.M. recibí la orden de acompañar con una pieza de artillería al Capitán de la compañía de cazadores del Batallón 4° de Línea, señor San Martín, con quien nos dirigimos al oriente del pueblo; dicho señor me ordenó colocarme con mi fuerza en una pequeña prominencia del terreno que dominaba todo el campo.

A las 7 el enemigo rompió el fuego sobre nosotros y lo sostuvo hasta las 10, hora en que abandonó el campo.

No tuve ocasión de hacer más de tres disparos: uno contra la caballería, otro contra un gran grupo de infantería y el tercero contra una casa que servía de cuartel general, después de los cuales se dispersó completamente el enemigo para seguir haciendo fuego oculto en los matorrales. Siendo ya inútil continuar haciendo fuego con mi pieza, lo continué con carabina hasta que el enemigo abandonó el campo.

En el último disparo de cañón, se dio vuelta este y se quebró el alza. Debo advertir que la pequeña prominencia en que estaba situado, no tenía sino planos muy inclinados.

El alférez don Pablo Urízar que acompañó a la división al sur, tuvo un terreno tan lleno de obstáculos, que no le fue posible disparar, sino un tiro de cañón.

En la tropa no hubo novedad. Las municiones consumidas son las siguientes:

  • Tres granadas comunes.
  • Una granada Scheapnds
  • Ciento setenta y dos tiros de bala de carabina.

Después de llegar la tropa a la plaza, el cabo 2° Ruperto Silva descuidó una mula que traía de repuesto y le fue robada.

Calama, marzo 24 de 1879

Eulogio Villarreal”.

Parte del Jefe de Compañía del 4º de Línea

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“Calama, marzo 24 de 1879

Señor Comandante en Jefe:

Cumpliendo con la orden que recibí de V. S. ayer poco antes de la 7 1/4 A. M. me dirigí con la compañía de mi mando a colocarme al frente de las trincheras y parapetos del enemigo boliviano que estaba situado en la ribera oeste del río Loa.

Con la compañía tendida en guerrilla y al frente de la línea enemiga, hice romper el fuego a las 7 1/2, pues ellos lo habían hecho tan pronto como tuvieron al frente nuestros soldados. Cuando los enemigos se replegaban a la izquierda de su línea, tenía yo que abandonar mi lugar y seguirles con fuego por el flanco derecho; otro tanto tenía que hacer por el flanco izquierdo cuando ellos se replegaban o multiplicaban sus fuegos a la derecha de su línea.

Eran las 10 1/2 A. M. cuando el enemigo se retiraba disperso y siéndome de todo punto imposible salvar la ribera del río por tener éste en ambos lados grandes barrancos, tuve que seguir flanqueándolo por la derecha hasta que encontré un lugar a propósito para salvar el río y perseguir al enemigo; pero cuando me encontré en la ribera opuesta, ya todos habían huido.

Los muertos por parte del enemigo, no puedo decir su número con fijeza, los que he visto son dos, pero por personas que me merecen entera fe y que han recorrido el sitio del combate, son siete u ocho de enemigos y que todos tenían sus heridas en la cabeza.

Me hago un deber en recomendar a la consideración de V. S. la serenidad, sangre fría y arrojo con que se han conducido los oficiales de la compañía: Teniente señor Pablo Marchant y subtenientes señores Emilio A. Marchant y Luis Víctor Gana, quienes durante lo más recio del combate cada uno se manifestaba con el mayor contento y alentando con sus palabras a nuestros soldados.

Todos los individuos de tropa, desde el Sargento 1° al Tambor, se han conducido con la bravura y serenidad que es característica de nuestro ejército. Creo, señor Coronel, que todos ellos son dignos miembros del Ejército que V. S. comanda.

Ningún muerto he tenido que lamentar, y herido de bala solo fue el que suscribe, en la oreja izquierda.

Es cuanto puedo decir a V. S. en obsequio de la verdad.

Dios guarde a V. S.

J. J. San Martín”

  • (Pascual Ahumada, Tomo 2 página 37).


Parte del Comandante del destacamento Cazadores a Caballo Mayor Rafael Vargas

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"Calama, marzo 24 de 1879.

Tengo el honor de dar cuenta a U.S. de las operaciones ejecutadas en el día de ayer por la tropa que comando. Cumpliendo las instrucciones que recibí del señor jefe de operaciones, teniente coronel don Eleuterio Ramírez, dividí mi tropa en dos porciones para atacar, esta plaza y tomarla a viva fuerza; mandé una mitad al mando del alférez don Juan de Dios Quesada al sur este, y con el resto de la tropa me dirigí al sur oeste, llevando por prácticos los individuos que habían sido tomados prisioneros la noche anterior, y que según declaración de uno de ellos, fueron mandados por los jefes de esta plaza para descubrir nuestras fuerzas.

Dichos prisioneros, como conocedores de los puntos atrincherados por el enemigo, nos condujeron a esos atrincheramientos y emboscadas, que eran muy ventajosas para el enemigo.

El alférez Quesada con su mitad, sin apercibirse que hubiese enemigo emboscado por la parte que exploraba, y cuando menos pensó, a una distancia cuando más de quince metros, recibió una descarga del enemigo sin ocasionarnos desgracia, y a la cual contestó con nutrido fuego sin perder terreno.

En estas circunstancias, recibió órdenes de U.S. de replegarse a la izquierda de la línea, observado que fue por U.S. el fuego tan nutrido que en esta parte nos hacia el enemigo.

Entraré ahora a manifestar a U.S. el resultado de las operaciones. Después de grandes dificultades y engaños del práctico, para poder pasar el río, el guía prisionero que nos conducía, saltando fosos y cercas, nos llevó a la boca de los fuegos enemigos, donde, y cuando menos lo esperaba, recibí una granizada de balas en circunstancias que tratábamos de salvar los fosos que impedían maniobrar a la caballería.

En situación tan desesperante, hice desmontar la tropa y cargamos a las trincheras con un fuego tan violento como el que nos hacía el enemigo, a pesar de la desventajosa posición en que nos hallábamos recibiendo el fuego a pecho descubierto, mientras tanto ellos estaban atrincherados, y de sus posiciones era imposible desalojarlos.

Viendo, el enemigo que yo había desmontado una parte de mi tropa para atacarlo, yendo sobre él, abandonó sus posiciones; más, no teniendo ningún paso accesible por donde perseguirlos, me fue enteramente imposible poderlo ejecutar.

En estas circunstancias ordené al teniente don Sofanor Parra, mantuviese esas posiciones con su mitad, mientras yo salí en persecución de la mayor parte de los caballos que dispararon tanto por mis fuegos como por los del enemigo, los cuales temía cayesen en sus manos.

Mientras yo me ocupaba en esta operación, llegó en mi auxilio el teniente coronel comandante del batallón 2º de línea don Eleuterio Ramírez, quien dispersó su tropa en guerrilla.

Una vez tomada mi caballería, nos fuimos sobre el pueblo, saltando fosos, tapias y cercas y penetrando a él sin pérdida de tiempo.

Con sentimiento manifiesto a U.S. que por mi parte he experimentado en mi tropa las pérdidas siguientes: muertos, cabo 1º Belisario Rivadeneira, id. 2º José Ezequiel Sepúlveda; soldados José Onofre Quiroga, José de la Cruz Vargas, Carlos Fernández, Rafael Ramírez y Feliciano Martínez.

Gravemente heridos: soldados Alejandro Herrera y José Vergara; y mal heridos José Bustamante y Eugenio Meyer. Total de muertos, siete; heridos cuatro y contuso uno, José del Carmen Gaona.

Me es grato manifestar a U.S. que la conducta observada por los señores oficiales y tropa de mi mando, ha sido enteramente satisfactoria.

No cumpliría con mi deber sino hiciera una recomendación especial de los señores oficiales siguientes: teniente don Sofanor Parra, quien sostuvo heroicamente el puesto que le confié, pues el enemigo observando que salía en persecución de la caballada, volvió sobre sus posiciones haciendo un fuego terrible.

Al teniente Parra lo acompañaba el alférez agregado de esta compañía, don Carlos Felipe Souper, quien se batió heroicamente, imitando el entusiasmo de sus compañeros.

Los alfereces don Belisario Amor y don Juan de Dios Quesada no han desmentido la confianza que en ellos había depositado.

Al mismo tiempo recomiendo a U.S. con especialidad al sargento 2º Facundo Rojas, al id. id. Ríos Herrera y José y Vicente Caris, y los soldados Juan Mesías y José del Carmen Gaona que, a pesar de haber perdido sus caballos, siguieron batiéndose a pié, y en general, toda la tropa se batió con valor y entusiasmo.

Las pérdidas que al enemigo le hayamos causado no puedo expresarlas con exactitud por la premura del tiempo, pues ellos, como poseedores del terreno, por lo ventajoso de sus posiciones, llenas de montañas, matorrales y zanjas, han tenido facilidad para ocultar sus bajas; solo hemos encontrado seis cadáveres completamente carbonizados por estar dentro de trincheras cuya naturaleza nos obligó a incendiar, pues estaban formadas de una muralla de adobes, reforzada por otra de pasto segado, una cerca viva y una zanja.

Fueron tomados por la tropa de mi mando 20 prisioneros, entre ellos un capitán, un teniente 1º, un id. 2º, un subteniente y 17 individuos de tropa.

Les tomamos igualmente 20 armas de fuego, entre fusiles, rifles y revólveres y un buen número de municiones, los cuales he puesto a disposición del señor jefe de operaciones.

Dios guarde a U. S.

Rafael Vargas.

Al señor comandante en jefe del ejército del norte”.


Parte del Comandante Eleuterio Ramírez

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“Cumpliendo las órdenes de V.E., contenidas en la Orden del Día 21 del presente mes (marzo 1879), paso a dar cuenta como sigue:

Salí de Caracoles a las tres pasado meridiano del mismo día 21, con las órdenes del Teniente Coronel Graduado don Bartolomé Vivar. La Compañía de Cazadores del Cuarto de línea, del Sargento Graduado don Rafael Vargas. Una Compañía de Cazadores a Caballo a las órdenes del Sargento Mayor Graduado don Juan José San Martín, y dos piezas de Artillería de Montaña a las órdenes del Teniente don Eulogio Villareal.

Al anochecer acampamos en Aguas Saladas, de la providencia. A las ocho ante meridiano del día 22, di la orden de marcha hacia la cima de la Sierra de Limón Verde, acampando a las diez de la noche, al poniente de la expresada montaña, en una estrecha garganta situada a la entrada que baja al valle de Calama.

A las dos treinta antemeridiano del día 23, di la orden de marcha, disponiéndose el ataque a la plaza de Calama, en el orden siguiente:

  • A) Un piquete de Caballería a las órdenes del Alférez don Juan de Dios Quezada; llevando, como prácticos, a los señores Secundino Corvalán y Lucas González, para que marcharan a la vanguardia y tomaran posesión del camino a Chiu-Chiu.
  • B) Otro piquete de Caballería de sesenta y cinco hombres, del mismo cuerpo, a las órdenes del Sargento Mayor Graduado don Rafael Vargas, llevando como practico a don Pedro Hernández, para que tomaran posesión del camino que conduce a Cobija.
  • C) Las Compañías Cazadores del Segundo y Cuarto de Línea, para que protegieran la construcción de los puentes que debían establecerse en el río Loa por el Teniente General Graduado de Ingenieros Militares, don Arístides Martínez.
  • D) Auxilio a treinta Voluntarios chilenos sacados del Mineral de Caracoles.
  • E) El resto de las Fuerzas del Segundo de Línea.
  • F) Dos piezas de Artillería.
  • G) Veinticinco Cazadores para que sirvieran de reserva y atacar el enemigo por el frente del pueblo.

A las cinco treinta horas ante meridiano, avistamos Calama. Y a las siete treinta se cambiaron los primeros disparos con el enemigo, por el piquete de vanguardia que mandaba el Alférez Juan de Dios Quezada, al hacer éste su reconocimiento por el Vado de Topáter.

Acto continuo marchamos al ataque las dos Compañías de Cazadores del Segundo y Cuarto de Línea, al mando de los respectivos Capitanes, en protección, ambas, a las construcciones de los puentes. Y la primera de las nombradas, para proteger el piquete de Cazadores a Caballo que mandaba el Sargento Graduado do Rafael Vargas y que fueron los primeros que atravesaron el río Loa, por el Vado de Carvajal.

Desde este momento fue necesario que yo me ocupara, muy particularmente de la dirección del ataque, con las fuerzas que habían atravesado el Loa por el Vado de Carvajal y que venían comprometidas por la resistencia del enemigo, que había causado algunas bajas a la tropa de Cazadores a Caballo.

Esta División, compuesta sólo por la Compañía de Cazadores del Segundo y los Cazadores a Caballo, fueron los que desalojaron al enemigo de sus importantes posiciones, ganándoles terreno con todo arrojo y decisión, hasta ser los primeros en entrar al pueblo de Calama.

La Compañía de Cazadores del Cuarto de Línea, rompió sus fuegos sobre el enemigo que estaba atrincherado en la Casa de Maquinas de Amalgamación, y las Compañías Primera y Segunda, del Segundo de Línea (a media cuadra del Vado de Topáter), mandadas por el Teniente General Graduado don Bartolomé Vivar. Y los Capitanes: L. Sánchez y J. N. Ramírez, atravesaron el río Loa sin auxilio de ningún puente, por el lugarejo llamado Viento. La resistencia del enemigo en esa parte, como la que atacaba a las órdenes del Capitán San Martín, con sus Cazadores del Cuarto, fue tenaz y sólo pudo obligárseles (al enemigo) a dejar sus posiciones importantes, mediante el arrojo a sangre fría de nuestros soldados.

V.E., que ha dirigido el ataque en los mas importantes de los puntos, donde el enemigo estaba atrincherado, hasta correr serio peligro de su persona, sabrá estimar el mérito particular de los Jefes, Oficiales y tropa que han tomado parte en el ataque del día de ayer, permitiéndome hacer, por mi parte, una recomendación especial a los Sargentos Mayores Graduados. Don Rafael Vargas y don Miguel Arrate Larraín, que mandaban la tropa que bajo mis órdenes inmediatas, atacó esta plaza por el lado sur.

La toma de esta plaza costó al enemigo la pérdida de un Sargento Mayor, dos Capitanes, un Sargento Primero y catorce soldados; algunas armas y municiones de distintos sistemas.

Por nuestra parte, hemos perdido: un Cabo Primero: un Cabo Segundo y cinco soldados del Regimiento Cazadores a Caballo. Herido levemente en la oreja izquierda, el sargento Mayor Graduado de línea don Juan José San Martín. Y de alguna gravedad, cuatro soldados del Cazadores a Caballo y uno del Segundo de línea.

Merece una recomendación especial la buena conducta y moralidad de nuestra Tropa, durante el ataque y después de él; asimismo el entusiasmo y resistencia con que han verificado su marcha a través del desierto, haciendo la travesía de veinte y tantas leguas, que se dice que hay de Caracoles a Calama, en veinte y media horas de marcha.

No concluiré sin hacer una recomendación especial de los Oficiales del Batallón Cívico de Caracoles, Capitán don José M. Walker y su Ayudante don Ramón Espech, y de los ciudadanos don Ignacio Palma Rivera y don Alberto Gormaz H. que, con la mayor decisión, presentaron sus servicios como ayudantes del Estado Mayor, concurriendo a todos lo punto donde fue necesario transmitir las órdenes de V.E. y del suscrito.

Es cuanto tengo que decir a V.E. en cumplimiento a las instrucciones de la citada orden”.


Parte del Coronel Emilio Sotomayor Baeza

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COMANDANCIA EN JEFE DEL EJÉRCITO DEL NORTE>

Señor Ministro:

A las 5 A.M. del 23 del corriente llegué a la vista de Calama con una división de quinientos hombres, mandada por el teniente coronel don Eleuterio Ramírez, marchando durante dos horas en observación de los movimientos del enemigo allí acampado, y estudiando a la vez la topografía del terreno para determinar los puntos de ataque.

Los dos caminos que de la quebrada de Calama se dirigen al Loa, bajando de Limón Verde, fueron los que preferí seguir, considerando que en su término tendría el enemigo todas sus fuerzas.

Las compañías de cazadores del 2º y 4º de Línea se dispusieron a tomar la ofensiva, la primera para atacar el ala derecha de la línea enemiga, y la del 4º la izquierda del lado de Topáter, forzando este paso.

Los Cazadores a Caballo debían tomar los caminos que conducen a Tocopilla, Cobija, Chiu Chiu y Santa Bárbara, para cortar el paso a los enemigos en esas direcciones; al efecto llevaban los prácticos necesarios para pasar el río.

La primera avanzada de Cazadores a Caballo, mandada por el alférez don Juan de Dios Quesada, que buscaba el paso del río para cortar la retirada por el oriente, recibió los primeros disparos, lo que lo hizo detenerse, mientras que otra mitad del mismo cuerpo, a las órdenes del sargento mayor graduado don Rafael Vargas, continuaba marchando en dirección al vado de Carvajal.

Aproximado a mil doscientos metros de la línea enemiga, ordené la marcha de los cazadores de infantería, pues la actitud del enemigo me obligaba a obrar sin consideración alguna.

Los Cazadores del 4º de Línea rompieron sus fuegos a quinientos metros sobre las trincheras formadas por las murallas de una máquina de amalgamación perteneciente a la casa de Artola, y situada a ciento veinticinco metros al frente del puente de Topáter. Apoyaba este ataque una pieza de artillería de montaña, mandada por el teniente don Eulogio Villarreal, la que se colocó en una pendiente del cerro Topáter, cuyo pie baña el Loa.

En este momento el teniente coronel graduado de ingenieros, don Arístides Martínez, recibió la orden de marchar por nuestra izquierda; siguiendo las márgenes del río para tender un puente que franquease el paso a los cazadores del 2º de Línea que lo acompañaban con este objeto, y dar apoyo a los Cazadores a Caballo del sargento mayor graduado don Rafael Vargas. Dicha operación se ejecutó con toda prontitud por los treinta paisanos de Caracoles, zapadores improvisados por el teniente coronel Martínez.

Informado por mis ayudantes de campo de haber pasado la tropa del 2º de Línea y una pieza de artillería de montaña mandada por el alférez don Pablo Urízar, hice avanzar al teniente coronel graduado don Bartolomé Vivar, que con la 1ª y 2ª compañía del mismo batallón, se situó de reserva en el centro de nuestra línea.

En estas circunstancias, el combate se hizo sentir en las alas de ambas líneas, principalmente en nuestra izquierda, donde los Cazadores a Caballo recibieron a quema ropa una descarga de fusilaría de las trincheras enemigas, a corta distancia del vado, a cuyo punto los condujo por engaño un prisionero que les servía de guía, según lo expone el mayor Vargas en su parte. En esta inopinada sorpresa, los cazadores dieron a conocer su justo renombre de valientes, soportando un fuego mortífero y perdiendo en menos de un cuarto de hora siete hombres muertos y cuatro heridos, viéndose obligados a echar pié a tierra, tanto por las trincheras que cubrían al contrario, como por las dificultades del terreno cubierto de zanjas, canales y espesos arbustos, lo que hacía imposible el servicio de la caballería.

Para terminar el combate, el teniente coronel graduado don Bartolomé Vivar recibió orden de pasar el río con sus dos compañías, apoyando por su derecha a la tropa del 4º de Línea y a los Cazadores a Caballo por su izquierda. Ejecutada esta maniobra, dicho jefe concluyó con los defensores de la trinchera de Topáter, al mismo tiempo que el comandante Ramírez, jefe inmediato de las tropas de ataque, terminaba por la izquierda la resistencia de los atrincherados en Carvajal, en donde le fue herido su caballo, batiendo a sus enemigos hasta entrar al pueblo.

En esta acción de guerra tuvimos siete individuos de tropa muertos de Cazadores a Caballo, cuatro heridos de este mismo cuerpo, uno del batallón 2º de Línea, y levemente herido en la oreja izquierda el bizarro capitán de la compañía de cazadores del batallón 4º de Línea, don Juan José San Martín.

El enemigo perdió veinte hombres muertos y treinta y cuatro prisioneros de ellos diez oficiales; dejando en nuestro poder lanzas, fusiles, carabinas y pistolas en número de setenta.

Creo justo recomendar a los señores jefes, oficiales y tropa que tomaron parte en la acción, particularmente al comandante del batallón 2º de Línea, don Eleuterio Ramírez, que personalmente dirigía el ataque del ala izquierda con la compañía de cazadores de su cuerpo; al sargento mayor graduado don Rafael Vargas, que escapó milagrosamente en el paso del río y mediante a su reconocido coraje salvó a su tropa después de la sorpresa de Carvajal; al teniente coronel graduado de ingenieros don Arístides Martínez, cuya prontitud para tender el puente facilitó oportunamente el paso del río a las tropas; a mis ayudantes señores José M. Walker, capitán del batallón cívico de Caracoles, y Ramón Spech, ayudante del mismo batallón, por su patriotismo y abnegación, pues al marchar a Calama pidieron acompañarme en clase de ayudantes de campo, y cuyo nombramiento se les hizo el día 21 al partir; y en fin, a los ciudadanos señores Ignacio Palma Rivera y Alberto Gormaz, con quienes en varias ocasiones mandé órdenes a derecha e izquierda de la línea en ausencia de mis ayudantes.

Los jefes de las tropas que tomaron a Calama, hacen recomendaciones especiales de oficiales y tropa, como podrá verlo U.S. en los partes que acompaño.

La planicie de Calama en que se halla el pueblo de este nombre y en la que tuvo lugar el combate del 23, ocupa una superficie de tres kilómetros cuadrados, mas o menos, cubierta de matorrales espesos, ya formando cercas, ya dispersos en todos sentidos. El río Loa la baña por el sur, sirviéndole de defensa como los fosos de una fortaleza; de él salen canales de riego para el cultivo de alfalfa y siembras de maíz. Todo el terreno está dividido en pequeñas propiedades, cuyo suelo, por la clase especial de laboreo, forma una sucesión de acequias y excavaciones anchas bordadas de gruesas aporcas que lo hacen intransitable para la caballería e incómodo para el tráfico de a pié. Esta fue la causa principal que hizo prolongarse el combate por más de dos horas.

Calama, como posición militar, es de gran importancia prestándose ventajosamente para la guerra de emboscadas. Los matorrales que la rodean tienen de espesor en general, seis metros, por otros tantos de altura.

Los únicos puntos para atacarla con alguna ventaja, son: el camino de Chiuchiu al oriente, y el de Cobija a Tocopilla al poniente, sin embargo de que los matorrales se prologan al oriente como cuatro kilómetros más o menos, surcando esta parte tres caminos, dos para caballos y uno carretero.

Inmediatamente de tomar posesión de Calama, 11 A.M., hice publicar un bando, dando a reconocer como jefe político y militar de la plaza, al teniente coronel comandante del batallón 2º de Línea don Eleuterio Ramírez.

Calama, marzo 26 de 1879.

Emilio Sotomayor.

Al señor Ministro de la Guerra”.

Notas: De: Los héroes olvidados Cortesía de Mauricio Pelayo González.