Página:Charles Darwin - Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo - Tomo II.djvu/370

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
350
cap.
darwin: viaje del «beagle»

anteriores si no me hubiera encontrado con personas tan ofuscadas por la alegría habitual de los negros, que hablan de la esclavitud como de un mal tolerable. Estas personas han visitado de ordinario las casas de familias ricas, donde se suele tratar bien a los esclavos; pero no han vivido, como yo, entre los de las clases inferiores. Creen enterarse de la realidad y conocer la situación de los esclavos preguntándoles a éstos, olvidando que el esclavo, si no es lerdo, ha de contar con la contingencia de que sus palabras lleguen a oídos del amo.

Se arguye que el interés de los dueños previene la excesiva crueldad; como si ese interés protegiera a nuestros animales domésticos, menos expuestos que los esclavos envilecidos a excitar las iras de sus salvajes señores. Contra ese argumento del interés se ha protestado desde hace largo tiempo, inspirándose en sentimientos más nobles, y contra él ha presentado ejemplos notables el siempre ilustre Humboldt. A menudo se ha intentado paliar los males de la esclavitud comparando el estado de los esclavos con el de los jornaleros ingleses del campo; y si la miseria de esos infelices se debiera no a las leyes de la Naturaleza, sino a nuestras instituciones, grave sería nuestra responsabilidad. Pero no acierto a comprender qué relación tenga esto con la esclavitud, como no veo que pueda prohibirse el uso de las empulgueras en un país demostrando que la gente de otro padece una enfermedad terrible. Los que miran con afectuosa consideración a los amos y con fría indiferencia a los esclavos, nunca parecen ponerse en el caso de los últimos. ¿Hay situación más triste que la de no tener siquiera alguna esperanza de mejorar en el porvenir? ¡Imagínese el lector la angustia de vivir bajo la amenaza constante de ver arrancar de su lado a la mujer, a los hijitos—seres que el esclavo ama por imperativo irresistible de la Naturaleza—, para ser vendidos como bestias