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del Reyno de Chile

á la muerte, se arrojó con tal resolucion sobre los artilleros, que despues de una furiosa oposicion, llevó triunfante todas las seis piezas.

En este intermedio de tiempo, Lautaro, para impedir á los Españoles el socorro que podian llevarles por aquella parte, se echó con precipitacion sobre ellos, con todas sus tropas, y los despeñó hasta el baxo, de manera, que precipitando los caballos y infantes juntos, no pudieron volver á ponerse en órden, ni pensar en otra cosa que en la fuga. Sobre el campo quedaron unos tres mil muertos, entre auxîliares y Européos. El mismo Villagran, caido en tierra, hubiera quedado prisionero, si trece de sus soldados, haciendo prodigios de valor, no lo hubiesen arrebatado de las manos de los enemigos, y restituido á su caballo. Los Españoles restantes, siempre perseguidos de los vencedores, huian espoleando furiosamente sus caballos ya cansados, pero llegados al paso estrecho, donde se habia comenzado la batalla, lo encontraron cerrado por órden de Lautaro, con troncos de árboles. Aquí la pelea se encendió de modo, que no hubiera escapado ninguno del miserable resto del exército deshecho, si Villagran, haciendo el último esfuerzo, no hubiese abierto el paso con gran peligro de su vida. No obstante de esto, los Araucanos, aunque hubiesen ya perdido cerca de setecientos hombres, no dexaron de seguirlos por largo es-
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