Página:En defensa pròpia (1895).djvu/25

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gábanla en Madrid, donde arraigaban de día en día. Yo escribía á ambos con entera franqueza. Quisiera actualmente tener á mano mis papeles pera insertar la copia que guardo de una carta dirigida á la marquesa, trazándola un cuadro poético de la hermosa misión que podía cumplir dándose á la vida de la caridad en cuanto fuese compatible con su posición. Hacíala una pintura de la triste situación de las clases pobres, tan engañadas por los que siembran el mal como agradecidas al que las ampara. Hacíala ver las malas yerbas de la anarquia y del socialismo que retoñaban y se extendían á diario cual mancha de aceite, amenazando invadirlo todo antes de poco y esterilizar el campo de los pobres con las ruinas de los palacios de los ricos. —V., que es joven y activa,—decíala,—hallaría en tal empresa el trabajo más digno de su juventud y de su actividad. Acaso Dios no le da hijos para que se convierta en madre de algún huérfano desamparado que perece en la miseria. Tal vez podría darle, con el nombre de madre, el de salvadora de su alma y de las de sus padres. Y como no hay mejor predicador que el buen ejemplo, el de V. despertaría, á no dudarlo, en sus amigas y conocidas, el deseo de seguirla y alistarse á tan simpática bandera. ¡Quién sabe el bien de que podría V. ser causa en este mundo!
Pocos días después de escrita esta carta, que, de no admitirse como consejo, podía aceptarse como fantasía digna de un poeta sacerdote, interpelóme el Padre Goberna diciendo:—¿Como es que V. aconseja á la Marquesa de Comillas que se separe de su esposo?—Neguéselo en redondo, añadiendo que jamás semejante idea cruzó por mi mente; mas la mala especia había cundido por Barcelona. ¿Que había sucedido? Sin duda no se había comprendido á aquella noble señora y se había colocado alguna espina en el ramillete que yo le había remitido. La cuerda se había roto por lo más delgado y ya no tenía compostura. Alguien á quien yo causaba estorbo habíase aprovechado de aquella coyuntura. Lo cierto es que desde aquel día sentíme empujado hacia la puerta por una mano invisible.