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LA OBRA DE MARDRUS

lo que es la palpitación formidable de la vida hizo unos cuantos apólogos morales. Así puede decirse que quien no ha leído la obra del doctor Mardrus no conoce ni vagamente las historias que hicieron olvidar durante tres años al rey de la India sus crueles designios. El título mismo no es idéntico en las dos versiones. Y no hay que decir, como algunos críticos castizos, que al traducir literalmente Las mil noches y una noche sólo ha cometido Mardrus un pleonasmo indigno de nuestras lenguas latinas. Ajustándose desde la cubierta al original, y dejando al rótulo exterior su carácter exótico, lo que de fijo se ha propuesto es demostrar que su respeto del texto es absoluto[1]. ¿Que eso os choca?... Pues abrid la obra y comenzad la lectura. Al cabo de unas cuantas páginas, el filtro oriental habrá obrado en vuestras imaginaciones, y os figuraréis que estáis oyendo á la hija del visir en persona. ¡Ah, traductores, traductores, he ahí el gran modelo, he aquí la pauta impecable de vuestro arte! Todos los detalles y todos los ritmos, todas las expresiones características y todas las violencias de lenguaje, todos los madrigales sutiles y todos los refranes populacheros están ahí. Ahí están los seres viviendo su propia vida en su propia atmósfera. Ahí está el alma del árabe, en fin. En un prólogo dirigido á sus amigos, el doctor Mardrus explica poéticamente su severo método,


  1. El de Blasco Ibáñez es también absoluto: leer su traducción es como leer la de Mardrus.