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M. VALDEMAR

Fué el viernes último que resolvimos hacer el experimento de despertarlo ó de tratar de despertarlo y es el (quizá) infortunado resultado de este experimento, el que la dado origen á tantas discusiones en los círculos privados — á tanto de lo que no puedo impedirme de Hamar las injustificables creencias populares.

Con objeto de sacar á Mr. Valdemar de su catalepsia magnética, hice uso de les pases acostumbrados. Durante algunos momentos, fueron inútiles. La primera indicación de la vuelta á la vida, fué un descenso parcial del iris. Se observó como especialmente notable que este rebajamiento de la pupila, fué acompañado por la profusa salida de un licor amarillento (de debajo de les párpados) de un olor acre y muy repugnante. Se habló entonces de que debía tratar de influenciar el brazo del paciente como en otro tiempo. Hicela prueba, sin obtener éxito. El Dr. F***, entonces, manifestó el deseo de que hiciera al enfermo, una pregunta que me dictó.

— Mr. Valdemar, dije, ¿podéis explicarnos cuáles son nuestros sentimientos ó deseos ahora?

Hubo por un instante reaparición de las manchas de la fiebre, en las mejillas; la lengua se estremeció ó más bien giró violentamente dentro de la boca (aunque las mandíbulas y labios estuvieran tan rigidos como antes); y por úllimo, la misma voz horrorosa que he descrito, contestó:

— ¡Por Dios! — ¡pronto! — ¡pronto! — adormecedme — ó pronto — despertadme — ¡pronto! — ¡os digo que estoy muerto!

Me encontré completamente enervado y durante un momento no supe qué hacer. Al principio traté de vol-