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SELECCION NATURAL

grado mínimo, entónces, como ya el pólen es llevado regularmente de flor en flor, y como sería ventajosa, por el principio de la division del trabajo una separacion más completa de los sexos de nuestra planta, los indivíduos, con esta tendencia cada vez más pronunciada, serian continuamente favorecidos ó selectos, hasta que por fin se efectuase una completa separacion de los sexos. Ocuparia demasiado espacio demostrar los varios pasos merced al dimorfismo y otros medios, por los cuales la separacion de los sexos está actualmente en progreso en plantas de varias clases; pero podria añadir que algunas especies que nacen en la América del Norte están, segun dice Asa Gray, en una condicion exactamente intermedia; ó valiéndonos de sus mismas palabras, son más ó ménos dioicamente polígamas.

Volvamos ahora á los insectos que se alimentan de néctar; podemos suponer que la planta cuyo néctar hemos estado aumentando poco á poco por una seleccion contínua sea una planta comun; y que ciertos insectos dependian en gran parte para su sustento de su néctar. Podria citar muchos hechos que prueban el ansia de las abejas por ahorrar tiempo: por ejemplo, su costumbre de abrir agujeros y chupar el néctar de las bases de ciertas flores, cuando con poquísimo más trabajo pueden entrar en ellas por la boca de las mismas. Teniendo presente tales hechos, puede creerse que en ciertas circunstancias, las diferencias individuales en la curvatura ó longitud del aguijon, etc., demasiado pequeñas para que nosotros las apreciemos, puedan aprovechar á una abeja ó á otro insecto de tal modo que ciertos indivíduos fuesen capaces de obtener su nutricion más prontamente que otros; y así las comunidades á que estos pertenecieran florecerian y dejarian tras sí muchos enjambres herederos de la misma peculiaridad. Los tubos de las corolas de los tréboles, comunes rojos y encarnados (trifolium pratense é incarnatum), al pronto no parecen diferenciarse en longitud; sin embargo, la abeja de colmena puede fácilmente chupar el jugo del trébol encarnado y no del trébol vulgar rojo, el cual sólo es visitado por las avispas; de modo que campos enteros de trébol rojo en vano ofrecen abundante provision de precioso néctar á la abeja de colmena. Que este néctar gusta mucho á dicha abeja es cierto; porque repetidamente he visto, aunque sólo en el otoño, muchas abejas que chupaban las flo-