TA GUERRA DOMÉSTICA
En algunas casas de familia se sostiene habi- tualmente una guerra violentísima, cuyos motivos no son fáciles de explicar. Siempre que los desavenidos se reunen, la pelea se renueva tan súbita como la tempestad que estalla en medio de un cielo de Agosto; y entre tales espíritus. beli- cosos, nadie puede soltar de sus labios la palabra más insignificante, sin que alguien se apodere de ella para comentarla con incomprensible malevo- lencia. En esas agitadas casas no hay asilo seguro, no hay un palmo de terreno donde la paz reine sin adversarios; ni aun la presencia de los criados sirve de obstáculo á disputas acres, que suelen terminar con recriminaciones amarguísimas. Si los contendores no llegan siempre á tal extremo, no es
