Viaje en las regiones septentrionales de la Patagonia/Capítulo II

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CAPÍTULO II.
Rio Peulla.—El Techado.—Viaje de los peones al pié del Boquete.—Combate singular.—Marcha por las orillas del Peulla.—Boquete Perez Rosales.—Tronador.—Ventísquero.—Altura del Boquete.—Calor sofocante.—Contrariedades.—Paso de la cordillera.—Panorama.—Arribo a Nahuelhuapi.—Construccion del bote.—Vestijios de espediciones anteriores.—Supersticion de los chilotes.—Bote.—Escursion al rio Frio.

23 de diciembre.—Mártes al rayar el alba, los hombres se pusieron en marcha, cada uno con su carga, para trasportarla hasta el punto a donde habian llegado el dia antes. El tiempo era bellísimo, i del pié del árbol en donde escribia estas lineas, veia resaltar sobre el azul del cielo la cabeza calva del Techado, de la cual se desprendian blancos chorros de agua. El Peulla corria a mis piés con un agradable murmullo; preciosos picaflores con el pico agudo sumido en el cáliz de las flores para chupar su jugo hacian oir el ruido de sus pequeñitas alas.

De repente me interrumpieron los gritos de un peon que habia ido en busca de agua, ¿qué es lo que podia detener al honrado Pedro, mi camarero privado, en las funciones de su cargo? porque, como el maitre Jacques de Moliére, unía a las funciones de cocinero, las de camarero, sin tener como este último un traje particular ni señal alguna de cada oficio; corrimos a la orilla i por las indicaciones de Pedro, vimos flotar sobre el agua dos bolas negras, que parecian pertenecer a seres anfibios; eran cabalmente las cabezas de dos nutrias que habian sido perturbadas en su cita acuática por el honrado Pedro, i que habiéndose echado al agua se dejaban llevar por la corriente. Con una sangre fria i una intrepidez digna de elojios, Pedro se echó al agua, armado de un palo; una de las nutrias salió para descansar en una pequeña lengua de arena; allí se trabó entre el animal i Pedro un combate singular, de nuevo jénero, que mostró toda la intrepidez que puede abrigar el pecho de un isleño chilote. La nutria queria morder las pantorrillas de Pedro, Pedro le daba de palos; al fin el animal aturdido quedó sin movimiento; entónces, Pedro sin contenerse, dotado de tanta sagacidad como de valor, se quitó la chaqueta, envolvió delicadamente al animal para evitar sus mordeduras i nos le trajo triunfalmente. Una oda épica habria sido de rigor en ese momento, pero la dejamos para mas tarde, cuando estuviésemos en vena poética i principiamos la inspeccion del animal. El pelo era gris cenicienta, media de la cabeza a la estremidad de la cola, 80 centímetros, la cola solo tenia 25; las patas eran con membranas, las mandibulas guarnecidas de varias hileras de dientes. Pedro la ató a un árbol a manera de trofeo para mostrarla a sus compañeros que debian llegar al dia siguiente i probarles así su valor.

En la noche, buen tiempo.

24 de diciembre.—El miércoles desde mui temprano, principiamos a hacer los preparativos para levantar el campo i trasportarnos al pié del Boquete Perez Rosales. A las diez llegó la jente: despues de un almuerzo en que probamos la carne de nutria asada, debíamos ponernos en marcha; miéntras tanto se entabla una discusion mui acalorada entre nuestros hombres para decidir si la nutria era una nutria o un huillin. El huillin tiene la cola pelada como el raton, i la nutria la tiene con pelo. Sobre este asunto dijeron cosas mui buenas, que siento no recordar, i que aunque no esclarecen la ciencia, por lo ménos revelan el espíritu perspicaz de mis chilotes. Como el tiempo apremiaba, fue preciso interrumpir sus disparates i ponernos en camino.

Dejamos el campo a las once i media. Caminamos como cuatro kilómetros por un bosque espeso i bajamos en seguida al valle por donde corre el Peulla, que tiene en este lugar como 500 metros de ancho. Todo este espacio debe ocuparlo el torrente en las avenidas del invierno; pero, en el mes de diciembre, el Peulla se encuentra reducido a su mas simple espresion: serpentea en su variable lecho; lo atravesamos dos o tres veces, ya entrando con el agua hasta la rodilla, o pasando por encima de troncos de árboles, puentes lijeros que los hombres habian echado con el hacha: el agua era turbia i mui fria. Cuando caminábamos por el lecho del torrente, avanzábamos con trabajo, porque el terreno se compone de piedras rodadas que nos hacian tropezar a cada paso, con un calor sofocante, i deslumbrados por el color blanco del suelo que reflejaba los rayos del sol: la temperatura subió hasta 34 grados a la sombra. A derecha e izquierda del valle, se elevan rocas a pico, unas enteramente cubiertas de árboles, otras mostrando la desnudez de sus cimas cubiertas de nieve; aquí i allá cascadas de agua deslizándose perpendicularmente por las paredes i que de léjos parecen inmóviles. Muchas veces dejamos el lecho del torrente para entrar en el bosque del aluvion derecho, bosque cubierto de coligües que entorpecian la marcha; unas veces, nos resbalábamos en algunos tendidos, otras, era un pedazo que cortado cerca de la raiz, heria nuestras piernas; troncos muertos derribados nos servían tambien de estorbo: los tábanos nos perseguian i con sus frecuentes ataques aumentaban la sofocacion de la marcha. En fin, llegamos al lugar del campamento, en la orilla de un riachuelo, derivacion del Peulla. El camino hecho puede calcularse en doce kilómetros; en la mitad hai un grande trozo de piedra aislado, de volúmen de ocho metros cúbicos. En frente de esta piedra, cae un hilo grueso de agua que produce el efecto óptico de que ya he hablado con ocasion del lago de Todos los Santos: de léjos parece una columna de mármol blanca i la ilusion seria completa si no se oyese el ruido que hacen las aguas al caer.

Nos acampamos justamente en frente del Boquete Perez Rosales: esta garganta se halla mui oculta; i sin conocerla, es difícil encontrarla. A nuestra derecha, teniamos el Tronador que saludó nuestra llegada con un ruido semejante al del trueno.

25 de diciembre.—El Juéves por la mañana salieron los hombres para traer las cargas del último campamento; nosotros medimos la altura del boquete, tomando una base en el valle del Peulla; hallamos una elevacion de 333 metros, que agregada a los 214 metros de la altura del lago de Todos los Santos, sobre el nivel del mar, i los 300 metros que habiamos subido desde este lago hasta el punto en donde nos encontrábamos, da al Boquete Perez Rosales una altura total de 877 metros; Tomamos una base mas grande para medir la del Tronador, i le hallamos al pico mayor una elevacion de 3000 metros poco mas o ménos; sino se ve de léjos como el Osorno, que tiene ménos altura, es porque se halla encerrado en medio de una porcion de cerros elevados, miéntras que el Osorno es un cono aislado.

Intentamos tambien medir la altura de las nieves eternas: pero era difícil determinarla en esa épeca del año porque no se podian deslindar desde léjos las nieves permanentes de las invernales . Pero segun mis recuerdos de las escursiones anteriores en los meses del otoño época del mínimun de las nieves, el límite inferior de las constantes era entre 1,600 i 1,700 metros.

El calor era insoportable; alcanzó a 35 grados a las dos de la tarde.

Habiamos instalado nuestra carpa en medio de un grupo de árboles, al lado del riachuelo: a medio dia veo llegar con disgusto a los hombres que creía a las orillas de Nahuel-huapi, trabajando en el bote, me dijieron que en la cima de la cordillera, se habian visto detenidos por la nieve de que se hallaba toda cubierta, i varias otras disculpas que me hicieron temer por el éxito de la espedicion; pero lo que supe inmediatamente era, que el peon Francisco Gomez, uno de los tres hombres mandados, animado de mala voluntad, i mas vaqueano que sus compañeros porque habia servido en la espedicion del Dr. Fonck i habia estado en Nahuel-huapi, los acobardó con exajeraciones i se volvieron. Entonces me decidí a marchar yo mismo al dia siguiente, a fin de averiguar lo que hubiese.

Empleé el resto del dia en visitar el Tronador. Subí el Peulla, acompañado del peon, Juan Soto; la pendiente del valle aumentaba al acercarse al oríjen i las sinuosidades del torrente se multiplicaban. Encuentro en medio del valle una isla cubierta de árboles verdes, que la violencia de las aguas del Peulla parecia haber respetado, apesar de lo poco que sobresalia del lecho del rio. Casi al fin del valle apercibí sobre la Cordillera del Este, tres avalanchas (lavines) que separadas de la cima i detenidas entre los árboles, a la sombra de ellos, se conservaban intactas en una posicion perpendicular; atravesamos una punta de bosque de este lado, i entónces vimos el lado occidental del Tronador que va a perderse en una quebrada; desesperaba ya de poder ver el ventisquero que debia dar nacimiento al torrente, mi vista se hallaba obstruida por un espeso bosque que hacia punta en el Valle, cuando rodeandolo llegamos al frente de una pared vertical; teniamos entonces a la derecha la falda que vista del campamento, dibuja una línea verde bien marcada sobre el fondo blanco de nieve del Tronador, i a la izquierda, una colina amarillenta formada de arcilla i de piedras; no habiamos descubierto todavía el oríjen del Peulla, i sin embargo parecia salir de la colina amarilla. En efecto, rodeando varias hileras de piedras sobrepuestas unas en otras, i despues de haber pasado algunos riachuelos amarillos, me hallé enfrente del estremo de la colina cortada a pico. Vimos entónces en la base una abertura, semicircular de 20 metros de ancho i 10 de alto; enormes trozos de hielo puntiagudos guarnecian la abertura en forma de dientes, e hilos de agua cayendo de lo alto, que parecian una melena: de la caverna por entre los dientes, salia con estrépito una columna de agua; era el Peulla.

Miéntras que yo consideraba este espectáculo curioso, de la cima de la colina, se desprendió un enorme pedazo de hielo i dando repetidos botes sobre las piedras, hizo resonar todo el valle con un horrible estrépito. Colocad aquí un hijo del cielo risueño de la Grecia i su imajinacion habrá pronto inventado una historia aterrante sobre este asunto. La abertura que da salida al Peulla seria la boca de un monstruo horrible, los dientes, las puntas de hielo que la guanecen, i la melena, los hilos de agua que caen de la cima. La colina amarillenta seria el lomo i los grandes ruidos, los rujidos rabiosos del monstruo, que teme se le arrebate su presa. En las historias de la Grecia, es siempre una doncella encerrada en el fondo de la caverna. En la edad media, seria una princesa esperando al caballero andante que ha de libertarla, yo, sin mezclar nada de maravilloso, me sentí mui impresionado con lo horrible e inesperado de este espectáculo, pero no habia visto todo, queria comprender lo que veía; mirando con mas atencion la colina, vi que era una inmensa mole de hielo, i la tierra amarrilla, una capa lijera que la cubria.—Algunos fragmentos enormes, amenazando desprenderse, otros esparcidos en el suelo i el que habia visto caer me hicieron comprender pronto la causa de esos grandes ruidos que habian herido nuestros oídos i que repetidos por los ecos de las montañas parecian descargas de artillería: me encontraba delante de un inmenso ventisquero con sus moraines laterales. Algunos metros solamente me separaban de uno de esos poderosos ajentes de destruccion que trastornan la faz del mundo que habitamos. Al principio, como que estabamos poco familiarizados con estas cosas, temia la caída de algunos pedazos de hielo, pero me determiné sin embargo a subir hasta la cima para examinar la estructura, tomar un croquis i recojer algunas plantas.

Principiamos a avanzar por la moraine de la izquierda, compuesta de varias hileras de rocas sobrepuestas que ciñen en arco todo el frente del ventisquero. Luego montamos por la falda de la colina, marcha bastante difícil, a causa de la pendiente, i temiendo a cada paso el derrumbe que podia producir la caída de una sola piedra, arrastrando consigo muchas otras. Seguimos sin embargo, nos sumiamos en una especie de barro delgado que cubre todo el hielo, i que nos impedia resbalar, en otras, partes, marchando sobre el hielo desnudo, dabamos tres o cuatro pasos para avanzar uno; ayudandonos con las manos i con los pies, rasguñando el hielo encimamos el primer escalon, tomamos aliento i continuamos, enterrándonos hasta las rodillas, i cubiertos de barro llegamos a la cima, depues de haber cambiado de direccion varias veces; i al fin de una marcha penosa pude contemplar al ventisquero en toda su estension. Serpentea al pié del Tronador, mide tres millas de largo i media de ancho, Se halla encajonado entre la falda i una cuchilla formada de picos dentados que vienen a concluir en el boquete; la cima del ventisquero es de ondulaciones irregulares con varios grupos de piedras sobrepuestas, i que como en línea forman un lomo. Su estremo principia en las nieves del Tronador; de las piedras que forman las moraines laterales, algunas son un conglomerado conpacto de varias rocas, pero la jeneralidad son sienitas, Pangues i un coigüe [1] pequeño nacen en la cima. El hielo de enfrente en donde está la caverna, es estratificado en ondulaciones horizontales de una vara de ancho: las moraines se avanzan en diversas curvas hasta como dos cuadras de la colina: su posicion demuestra claramente las antiguas dimensiones del ventisquero que ha disminuido poco a poco a medida que se ha ido destruyendo la cumbre nevada del Tronador, i por consiguiente reduciéndose la cantidad de nieve.

Apagamos la sed con un pedazo de hielo i nos retiramos.—A las 7 de la tarde llegué al campamento encantado de mi escursion.

26 de diciembre.—El tiempo seguia bellísimo, el calor sofocante; apesar del espeso follaje a la sombra del cual habiamos colocado la carpa i del verde recinto de pangues que permitía circulase el aire libremente, respirabamos con trabajo. Ya he hablado de las dimensiones colosales de las hojas de pangue, algunas tienen hasta siete i ocho metros de circunferencia i forman magníficos parasoles; el tallo es refrescante, apaga la sed. La naturaleza, como buena madre, tiene reservados consuelos i sorpresas agradables para los que la visitan en sus desiertos.

Nuestros peones caminando con la carga al hombro hacian de tiempo en tiempo cortas paradillas al pié de los montecitos de paraguas i chupaban con mucho gusto el jugo un poco ácido que contienen las raíces. El tallo, despojado de su corteza, manifiesta un bello color purpúreo. Es una suerte encontrar los que están enterrados en la arena, entonces el tallo ya no es colorado sino blanco i de un sabor mu cho mas delicado.

En la tarde hicimos trasportar todos nuestros bagajes al otro lado del torrente, a fin de que por la mañana todo estuviese listo para pasar el boquete, en este lugar, el torrente tenia bastante corriente i profundidad: para atravesarlo, nuestros hombres habian cortado un gran árbol que, atravesado servia de puente, pero el agua lo cubria en parte. Todos pasamos sin dificultad, pero quedaban Pedro i sus cabras, porque ademas de sus funciones de camarero i de cocinero del Estado mayor, Pedro tenia que cuidar las cabras, i sus animales no dejaban de darle alguna ocupacion. Pasó una con mucha intrepidez, estuvo contento Pedro, creyó que todo andaria bien, i se volvia ya para animar a sus cabras por medio de un discurso apropiado a las circunstancias como hacian los jenerales antiguos, cuando con grande sorpresa vió a su lado la misma cabra que acababa de pasar i la cual no queriendo estar sola en el otro lado se habia vuelto. Entonces enojado el buen Pedro toma otra de los cuernos i por fuerza la hace pasar el puente, las otras siguieron; el chivato solo, que en calidad de jefe de la banda hubiera dado el ejemplo, volvió las espaldas como un cobarde, un cabrito viendo pasar a su madre, i arrastrado por el amor filial se lanzó encima del puente, pero el torrente lo derribó; por fortuna, aunque de tierna edad, sabia nadar i volvió a tomar pié un poco mas lejos en la orilla. Entonces el cabro avergonzado, de su cobardia i electrizado por el ejemplo del jóven héroe, pasó tambien.

Levantamos la carpa a la orilla del torrente, algunas observaciones dieron por latitud al boquete 4l° 9'.

27 de diciembre.—Al amanecer, el sol se asomó brillante: me decidí a partir adelante con V. Gomez; i de toda la jente, solo debia quedar atras, un hombre para guardar las cabras, i Lenglier que debia tomar un croquis del Boquete.

Seguimos entónces un poco la orilla donde habiamos alojado en la noche; i principiamos la marcha en columna de a uno en fondo subiendo por una pendiente mui suave de 25 grados; perdimos de vista el firmamento, tan espeso es el bosque en estas montañas, no debíamos volver a verlo sino en la cima del boquete. Las quilas,[2]poco tupidas, nos permitían facilmente el paso; troncos caidos se presentaban de cuando en cuando, pero los saltabamos o pasabamos por debajo de ellos: atravesamos algunas vertientes bulliciosas i sin grave inconveniente en tres horas llegamos a la parte plana del boquete. Aqui quedaban todavia los restos del alojamiento del Doctor Fonck. Bien podiamos seguir el boquete i en poco tiempo llegar al rio Frio; pe ro este rio no es conocido i no se sabe tampoco si es navegable hasta Nahuel-huapi. Ir orillándolo no era posible, porque el punto en donde llega a la laguna Fria, las orillas pendientes del cerro Doce de Febrero estan cortadas a pico: i por otra parte debia bajarlo en botes de guta-percha, i troncos de árboles o palos verticales en el cauce podian romperlos. Todo esto bien considerado, nos resolvimos a tornar al Nord-este, directamente hácia el lago. Principiamos a ascender la peinada cuesta de los Reulies, asi llamada a causa de las hayas antarticas que en ella crecen i que los primeros esploradores equivocaron con los reulies[3]. Nada mas penoso que esta ascension; el declive era casi a pico, todos los arbustos, peinados en sentido de la pendiente por las nieves del invierno, como bayonetas, nos estorbaban la marcha, torrentes profundos nos detenian a cada paso. Llegamos como a las dos de la tarde adonde cesa este declive, i en donde principiaotro mucho mas pendiente. Este lugar forma como una meseta, sembrada de planchones de nieve. Aqui nos detuvimos para respirar, el bosque era ménos tupido; habia mas aire.

Media hora despues, continuamos. Esta vez ya no andabamos, sino que nos izabamos tomándonos de las ramas. Las del canelo acostadas en el suelo i humedecidas por la nieve hacian resbalar los pies a cada paso i por tres o cuatro que dabamos, avanzabamos solo uno; nos deteniamos a cada diez varas, unas veces para desenredar la carga, otras para descansar. La vejetacion iba disminuyendo considerablemente en cantidad, calidad i tamaño; plantas de papas silvestres crecian en medio de los coligües;[4] este hecho confirmará el oríjen chileno de esta planta. La haya antartica habia principiado. El único árbol que le acompañaba era el coigüe para concluir inmediatamente; el canelo, árbol grande en el pie, aquí no era mas que una planta de ocho a diez pulgadas de largo. De esta manera, subimos otro escalon semejante al primero i llegamos a la cima que estaba toda cubierta de nieve. Algunas hayas, mas pequeñas que las de abajo, mostraban sus tortuosas ramas. Pude esplicarme entónces la diferencia de aspecto que hai entre las ramas de las hayas de la cima i las de abajo; estas crecen al principio debajo de la nieve, arrastrándose por el suelo; se elevan algo en los meses de Febrero i Marzo; pasan asi tres o cuatro años ántes de sobrepujar a la nieve que apreta i peina a las demas ramas que se pronuncian, i entonces desviadas de su direccion, se inclinan hácia el suelo formando una especie de quitasoles de verdura. Marchando por encima de la nieve, llegamos al espacio situado entre el cerro de la Esperanza i el Doce de Febrero, llamados así por los primeros esploradores. En este lugar tuve un espectáculo magnifico: me hallaba a la altura de unos 1500 metros sobre el nivel del mar: mirando hácia el valle del Peulla, tenia a mis piés el boquete ciñendo la base del cerro en que me hallaba i resaltando como una ancha cinta de un verde claro sobre el verde oscuro de los árboles que tapizaban las montañas vecinas: mas al oeste, engastada entre cerros, una parte del lago de Todos los Santos sobre la que reflejaba su cabeza la nevada cumbre del volcan Osorno; densas nubes cubrian la cima del Calbuco: a mi izquierda, el pico imponente del Tronador con sus nieves eternas, dejando escapar los veíntisqueros que forman su pié, de un lado el Peulla i del otro el rio Frio que serpentea en el llano con sus aguas de un blanco turbio, descansa de su rápido curso en la laguna Fria, mancha blanca sobre el verde de la vejetacion i va en seguida a perderse en numerosas vueltas al lago de Nahuelhuapi. Tenia delante de mi dos cursos de agua tributarios de oceanos distintos: el Puella corriendo por el lado oeste de los Andes hácia el Pacífico, i el rio Frio dirijiéndose al Atlántico. Cerca de la laguna Fria, pero mas elevado, otro lago pequeño ostentaba como azulado espejo sus cristalinas aguas: era el de los Canqueñes: con cuyo nombre lo bautizaron los primeros esploradores. Haciendo una media vuelta i mirando en una direccion opuesta, tenia a mis piés el lago de los Huanacos, cubierto casi enteramente por la nieve, i mas abajo apercibia el lago de Nahuel-huapi. Mas al Este, el horizonte de un azul claro sobre el que dibujaban sus crestas las montañas que rodean el lago, diadema de agua azuleja colocada en la sien de los Andes por la mano poética de la naturaleza. Tenia, pues, delante de mí el camino que debia conducirme por el Rio Negro a las orillas del Atlántico. Tenía a la vista el lado oriental, cuya esploracion era desde algunos años el objeto de mi pensamiento i el fin de mis deseos.

Atravesamos los campos de nieve que asustaron a los hombres que habian venido anteriormente: yo caminaba adelante para darles el ejemplo; en algunos puntos nos sumíamos en la nieve hasta los muslos, pero luego nos familiarisamos con este ejercicio i con grande algazara principiamos a bajar dirijiéndonos hácia el lago de los Huanacos situado entre el cerro de la Esperanza i del Doce de Febrero: su forma es triangular, estaba cubierto de nieve, solo un pequeño espacio desnudo en el que nadaban algunos patos, indicaba lo que era. Orillándolo por la izquierda, llegamos a su desagüe que se echa en el de Nahuel-huapi. En una protuberancia pequeña alojamos, se cortó bastante leña para neutralizar con un buen fuego el frio de la nieve que nos rodeaba.

28 de diciembre.—La noche fué sumamente fria, i llovió un poco; entumidos principiamos otra vez el descenso, luego entramos en la rejion de las quilas, despues, aparecieron los coigües, atravesamos tres pantanos en donde crecía un poco de yerba i que nuestros hombres luego decoraron con el nombre pomposo de "Potrero de los Huanacos; nos detuvimos varias veces para buscar las macheteaduras antiguas que nos servían de guia, atravesamos varias quebradas difíciles, bajamos a una profundidad por donde corre el desagüe de la laguna de los Huanacos, subimos con mucha dificultad una barranca escarpada para entrar en un terreno con ménos declive, sembrado de alerces, i como a las once del dia llegamos a las orillas del deseado lago de Nahuel-huapi. A la una devolví la jente para el Peulla, i los carpinteros, se fueron al bosque en busca de los materiales necesarios para construir el bote.

29 de diciembre.—Los carpinteros se pusieron a la obra i principiamos el bote. El mal tiempo no interrumpia el trabajo. La orilla en donde nos encontrábamos acampados, se llama Puerto Blest, este nombre le dió el Doctor Fonck en honor del Intendente de Llanquihue que en la época de su espedicion era don Juan Blest. Este puerto es la estremidad mas occidental de la larga ensenada del lago: tiene una forma circular, su diámetro mayor es de unos quinientos metros. El cordon que sale del cerro de la Esperanza lo limita al Norte i pronunciándose en un elevado peñon casi desnudo cubierto de nieve en la cima, viene a estrechar la ensenada formando al prolongarse hácia el Este la muralla Norte del lago. Una meseta formada de terreno de acarreo cubierta de alerces, coligües i coigües rodeando todo el círculo del puerto concluye en el rio Frio. Un cordon que sale del Tronador forma la pared oriental del rio Frio; llega al lago i sigue al oriente formando la muralla Sud de la ensenada. En todos estos cerros, las cimas estaban cubiertas de nieves que los dominan durante la mayor parte del año. Lo demas del cuerpo desnudo; la vejetacion solo se manifiesta en los declives suaves, en muchos de los cuales se ven masas de arcilla i piedras redondas. Nada hai mas triste que este lugar; las elevadas cumbres apénas permiten penetrar durante algunos momentos la luz del sol: así es que la humedad es excesiva i los cambios de temperatura tienen lugar en una escala mui reducida, a causa de la forma del puerto. Hai un eco mui notable, de dia los martillazos del carpintero se multiplicaban de un modo estraordinario, i de noche el canto melancólico de la huala duraba algunos segundos. A la izquierda de la ensenada se vacia con ruido el desagüe del pequeño lago del Cántaro.

30 de diciembre.—Los carpinteros continuaron el trabajo, la jente no llegó.

31 de diciembre.—Por la mañana llegó Lenglier con Pedro i dos peones.

Me contó que la víspera, viendo la obstinacion de la jente para no ponerse en marcha, habia salido solo con Pedro i uno de los peones, i que habiendo acampado al pié de la laguna de los Huanacos, otros dos le habian alcanzado, i respecto del resto, no sabia decir si se habian puesto en marcha.

Como la construccion del bote avanzaba, creíamos poder salir en tres dias mas. Nuestra carpa estaba cerca del lugar en donde acampó el Doctor Fonck. Recorriendo la orilla hallamos vestijios de nuestros predecesores en la carrera del buen Padre Melendez, el franciscano, i del Doctor Fonck. Llegábamos cuando ya no existia Melendez, tampoco encontrábamos sus cenizas, puesto que habia muerto en Calbuco o Chiloe, pero sí, los rastros de sus virtudes; i sin exajeracion, la palabra virtud no es demasiado, porque para venir por estos caminos con el solo objeto de evanjelizar a unos pobres diablos, era preciso tener mas que una fé ardiente. Pero tambien en cambio ¿qué de goces no tendrian esos corazones sencillos i creyentes? goces de que estamos privados nosotros, hijos de un siglo de escepticismo. La mas pequeña prueba de buena voluntad que les daban los indios les hacia olvidar al momento todos sus sufrimientos. Con que satisfaccion nos refiere el padre Filope Lagunas de que sus salvajes compañeros en el viaje que hicieron de Nahuel-huapi a Chiloé, junto con caminar aprendian el catecismo, i andaban por caminos tan horribles que yo para dar un paso necesitaba toda mi atencion, i creo que si al mismo tiempo se me hubiera obligado a aprender el catecismo, jamas habria podido llegar a Nahuel-huapi, porque aquí no se camina, sino que se escala. Para encimar esas montañas tan escarpadas, erizadas de coligües, de troncos i con una vejetacion tan espesa, no serian demasiado las garras de un gato, ni las seguras patas de un cabro. Todo esto que decimos es a propósito del padre Melendez cuya piedra de moler encontramos cerca de los restos de su piragua, i tambien al lado de estas venerables reliquias, estaba la canoa del Doctor Fonck, el primero que mostró a las sorprendidas orillas del lago de Nahuel-huapi el rostro rubio de los hijos de Arminio. ¡Buen Doctor! que solo sueña espediciones, que se encendia con la nuestra. Pero desgraciadamente para la ciencia, una numerosa posteridad le liga a las playas de Puerto-Montt. Cumplido este deber de buena educacion, i derramada una lágrima a la memoria de los misioneros, vamos a volver a hablar de nosotros. Llovió todo el dia para concluir el año. En los dias nublados, reparamos que la temperatura del dia era poco distinta de la de la noche, i en los dias de sol habia una diferencia notable entre ambas temperaturas.

1.° de enero de 1863.—Saludamos la aurora de este primer dia del presente año con bastante buen humor, porque el termómetro de nuestro buen humor era allí el tiempo, i no se nos pueden acriminar estas prevenciones atmosféricas, cuando se piensa que en las ciudades, la lluvia solo moja a caras mal ajestadas. En las poblaciones uno puede proporcionarse un gran número de diversiones i entretenimientos bajo techos, pero allí la lluvia nos privaba de todo; pasear era imposible, no podiamos dar dos pasos en el bosque sin quedar mojados como patos. Nos veiamos pues obligados a encerrarnos en nuestra casita de tela i tocar constantemente la guitarra. No sé quien ha dicho como en chanza que en el paraiso i siempre solo paraiso, sin el mas pequeño pedazo de infierno para variar, al fin se aburriria; ¿que seria de él si se hubiera visto condenado a tocar siempre la guitarra?. Luego no nos quedaba otro arbitrio sino permanecer en la carpa o bien ir cerca del fuego a calentarnos oyendo conversar a la jente. Es verdad que contaban historias bastante curiosas, hablando del peon que se habia quedado atras en el Peulla, para cuidar las cabras, i de la repugnancia que habia manifestado para esa comision; se pusieron a discutir sobre lo que podia infundirle temor; dijeron que ciertamente este hombre no podia temer a los leones, atraidos por el perfume del cabro i de sus amorosas compañeras, pero si, a los brujos i duendes que parece se compiacen en atormentar a los pobres seres humanos.

Como estabamos en el primer dia del año, a falta de otras diversiones, i no teniendo en la vecindad ninguna bella a quien poder ofrecer, como es la moda, nuestra fotografía: fuimos Lenglier i yo, a sentarnos al vivaque de la jente. Uno de los peones que habia trabajado mucho tiempo como maderero referia muchas cosas mui interesantes de los Peuquenes o jenios de la montaña.

Dejemos a un lado por un momento las palabras de hoyas, portezuelos i todos los términos jeográficos i oigámosle hablar.

Los Peuquenes, son unos hombrecitos, que llevan vestidos hechos con hojas de avellano, con costuras, o sin costuras, el cronista no nos dice nada a este respecto; no nos dice tampoco si son impermeables, o no. Estos pequeños leñadores tienen un sombrero de corteza, una hacha i su mango, hechos de palo de avellano; es el avellano que da todo el material del vestido, como la hoja de parra lo dió a nuestros primeros padres. Lo pasa el Peuquen, paseándose en el bosque, derribando árboles con solo un golpe de su hacha de palo, no para alimentar su fuego, porque, como lo veremos mas tarde, le gusta al Peuquen calentarse en el fuego del vecino. Lo que hai, es que el Peuquen derriba árboles, i como muchos honrados chilotes se ocupan en eso, sucede que el Peuquen encuentra colegas. Pero !ai de estos últimos si tienen la degracia de volver la cara para examinar al Peuquen! se quedan con la cabeza torcida hasta el fin de su vida. Luego no es bueno ser demasiado curioso ni tampoco volver la cara cuando se oyen hachazos en los bosques.

¡Que útil historia.! Si yo tuviera una esplotacion de alerces al rededor de la Colonia, la haria imprimir a mi costa con grandes carácteres a fin que todos pudiesen leerla, niños i grandes, madereros e hijos de madereros, desde el abuelo hasta el nieto, i una vez que la supiesen de memoria, estoi convencido de que, al fin del año, haciendo la suma de los árboles derribados en 365 dias i 366 por los años bisiestos, hallaria un aumento notable sobre los años en que nuestros madereros no estaban penetrados del peligro que hai en volver la cara al oir hachazos en la vecindad i de la poca ventaja que se saca con ver al Peuquen.

Este poder fascinador, lo ejerce el Peuquen no solo sobre los hombres, sino que tambien sobre las mujeres, aunque de otra manera, como se ve por la historia siguiente que cuenta el vecino del narrador: he conocido, o al ménos mi abuelo, dice, ha conocido una honrada pareja, cuya paz fue turbada por un Peuquen. El Peuquen habia talvez, encantado por medio de algun filtro a una donosa chilota, casada con un honrado maderero, i venia ilegalmente a tomar parte en el fuego i en el lecho nupcial a vista i paciencia del marido, que embebido en las creencias jenerales del país, no se atrevía ni a moverse, tampoco a respirar temiendo encontrar la mirada penetrante i tan funesta del brujito. Grandes eran pues, las confusiones del pobre hombre, ya hacia un mes que el Peuquen venia sin pudor ni verguenza a entregarse a sus amorosos pasatiempos i era tanto que al fin la familia podia mui bien aumentarse con un vastago que no habria sido sino medio chilote. A grandes males, grandes remedios dijo el buen hombre i se fué a contar sus penas al capuchino, cura de su parroquia, que habia heredado unto con la larga barba, distintiva de su órden, el humor alegre de sus antecesores. El capuchino aconsejó al chilote que unjiese todo el cuerpo de su mujer con cebollas i ajos, i que le sirviese una comida que tuviera muchas de estas legumbres. El chilote ejecutó tan puntualmente la receta, que despues de comer, ni a diez pasos de la mujer, se hubiera visto revolotear una mosca, i a la noche cuando vino el Peuquen para celebrar sus orjias acostumbradas, se sintió tan apestado, que se puso a vomitar imprecaciones contra la mujer, i contra el marido, el cual las escuchaba con los ojos cerrados. Le dijo a este las injurias mas grandes llamándole: chilote, comilon de papas; al fin, de rabia se fué i no volvió mas. El bueno del marido pudo entónces vivir tranquilo pero algunos meses despues la mujer dió a luz un pequeño ser mui singular; en vez de la cutis que tienen todos los cristianos, este al nacer, tenia corteza de avellano; era evidentemente el hijo del Peuquen. El buen maderero se consoló pronto, porque al fin ya no venia mas el Peuquen, i cumpliendo con sus deberes conyugales, nueve meses mas tarde la mujer, dió a luz otra criatura; esta vez no era ya un pequeño monstruo, como el otro, sino un niño gordote, que al nacer gritaba: papas, papas. Este si que era bien chilote, i chilote hasta la punta de las uñas, el grito ese le denunciaba.

¿Qué tal el cuento? I principalmente el remedio recetado por el buen padre capuchino. Esta historia, referida en la cima de lo Andes, cerca de un fuego magnífico i en medio de los espesos bosques ¿no tiene acaso un perfume i un color local de que carecen todos los cuentos ilustrados de los keepsakes? Si Charles Nodier lo hubiese oido habria dicho que era una falsificacion de su Trilby, i no obstante mi narrador chilote jamas habia leido nada del autor de los Siete castillos del rei de Bohemia.

Pedro, el honrado Pedro; animado al oir estas historias para no quedar atras, se puso tambien a referir otras. Pero Pedro habia nacido en las orillas del mar, sus historias son todas de sirenas i caballos marinos. La sirena hace un gran papel en la imajinacion de nuestros paisanos del bajo pueblo. Sabeis dibujar o pintar un poco? preguntad a un hijo del pueblo lo que quiere que le dibujeis i contestará: una sirena. En Santiago mismo ¿cuántas chinganas i bodegones tienen por rótulo la sirena con su inevitable cola de pescado? Pedro conocia las sirenas, o sino las habia visto, habia conocido un hombre que le habia dicho que habia visto unas sirenas; i sobre este asunto, refirió la historia de un jóven chilote, que a punto de casarse, casi habia caido en las redes de una de esas encantadoras, i no escapó del peligro sino invocando la asistencia de la Santísima Vírjen. Nosotros le preguntábamos si él, Pedro Oyarsun, chilote de nacimiento i católico por el bautismo, habia visto sirenas en carne i huesos o por mejor decir en carne i escamas, i contestaba que no, pero que, caballos marinos, habia visto i palpado esos anfibios. Estos caballos marinos, a la voz de un brujo cualquiera, salen del agua ensillados i listos, i se ponen a. su disposicion; el brujo, sino es el diablo, es uno de sus parientes,

¿que se disfraza con la figura de un honrado cristiano", pero siempre se le alcanza .a ver la estremidad de la cola; estos brujos son numerosos en los alrededores de Chiloé. Al tio de Pedro le habia sucedido una aventura mui curiosa, aventura de la cual nunca quiso hablar sino a la hora de su muerte. El tio de Pedro se habia casado pocos meses ántes; i habiendo ido a Castro, volvia al lado de su jóven esposa, se apresuraba, pero tenia mucho camino que andar todavía, cuando pasando por las orillas de un lago del interior, ve de repente cerca de él a un hombre vestido como los chilotes, es decir con poncho, calzones estrechos de lana, i sin ninguna clase de calzado. En todo esto nada habia de estraordinario, sino lo imprevisto de la aparicion: el aparecido cambió algunas palabras con nuestro chilote, i en seguida le propuso conducirle a su casa en media hora (cinco leguas en media hora) bajo la condicion que le regalaria media libra de yerba i un centavo de cigarros, no necesitaba fósforos porque todos saben que para prender su cigarro, le basta al diablo restregar con las uñas la estremidad de su cola que es de materia mui inflamable; luego vió el chilote que trataba con el diablo o uno de sus parientes: sabia mui bien que a ningun cristiano le conviene tener relaciones con esta clase de jente, pero era recien casado, i por supuesto tenia prisa de volver a ver su cara mitad, aceptó. Silbó el individuo i salió del lago, relinchando, un caballo de anca relumbrosa, de pelo fino i adornado de una larga crin; el desconocido montó i a sus ancas el chilote; caminaban como el viento, ya el esposo divisaba su casa, cuando en una vuelta del camino, se siente deslumbrado de repente, se desmaya, i se desliza del caballo.

Cuando volvió de su letargo, i entró a su casa, despues de haberse restregado los ojos, su mujer le abraza, i le contó que pocas horas ántes un individuo, de figura estraña, de voz ronca, habia entrado i, por señas la habia hecho que le siguiese i le mostró en la puerta a su marido durmiendo, a su lado el caballo bañado en sudor, i la hizo comprender que debia pagar el precio de la carrera. Sin decir nada, la mujer, con el gusto de ver a su marido le entregó la media libra de yerba i el centavo de cigarros. El individuo, que era el diablo, tomó una especie de cuerda negra, que colgaba a su cintura, la restregó en la pared, i salió una chispa, la mujer se sorprende, i habiendo dicho Ave-Maria, hombre, caballo, yerba, cigarros, todo habia desaparecido. Jamas quiso el tio de Pedro que se hablase de esta historia; solo en el lecho de muerte, habiendo reunido a sus hijos, les dijo que siempre podian hacer pagarées a los comerciantes de Ancud, que compran por la mitad de su precio el fruto del trabajo de los pobres, pero que jamas debian tener relacion alguna con jente, que al silbar hacia salir del agua caballos ensillados i enfrenados, i para corroborar su historia, agregó Pedro que una mañana, habiendo bajado al mar para mariscar, con otro amigo suyo; entregándose a este noble ejercicio, encontró muerto un caballo marino que talvez habia servido a algun brujo, el caballo tenia la boca lastimada con el freno, manchas blancas i negras, pero las patas mui cortas como las de un lobo marino ¿que hizo entónces el buen Pedro: se alejó acaso santiguándose? no tal, Pedro como buen chilote, era comerciante hasta la punta de las uñas, ayudado de su compañero, encendió fuego, e hicieron aceite con el caballo del diablo, que despues vendieron mui bien.

Apropósito del espíritu calculador de Pedro, voi a contar otra historia. Pedro era mi fiel Acates cuando pasabamos el boquete, yo abreviaba el fastidio del camino, sacando de tiempo en tiempo un salchichon de mi bolsillo; cortaba un pedazo i preguntaba a Pedro si deseaba comer. Pedro me respondia siempre 'mas tarde señor.' En fin, despues de haber llegado al campamento, habiendo renovado por última vez la misma operación i hecho a Pedro la misma pregunta, me contestó: si señor, i viendo su sorpresa al darle una sola tajada, le pregunté la causa, i me contestó con el aire mas injenuo del mundo, que en el camino había contado, que yo le habia ofrecido cinco tajadas de salchichon, que en resumidas cuentas yo se las debia, i que descontando la que le daba, faltaban todavia cuatro. Este razonamiento me pareció tan estrambotico, que regalé a Pedro el resto del salchichon: quien cortándolo en pedazos iguales a los que le habia dado sacó siete u ocho.

Si le hubieramos dejado a Pedro, con sus narraciones no habia concluido nunca; dejaba atras a la sultana de las Mil i una noches, i sin embargo, no tenia, como ella, una espada de Damocles sobre la cabeza. Nos dijo que los brujos no solamente eran aficionados a los caballos que salian del agua, sino que tambien cuando tenian necesidad de una embarcacion, con un silbido, se le presentaba una, i lo que les hacia falta era el poder escribir español para hacer sus negocios, i que hace como diez años, uno de sus primos hermanos que habia aprendido a leer i escribir en Ancud, yendo con su padre en un bote; pasaron cerca de una embarcacion de brujos, estos que conocian de reputacion la buena letra del jóven, se pusieron a silbar; el hijo se echa al agua, i vuelve a aparecer algunos instantes despues en la embarcacion de los brujos, que a la fecha deben mantenerlo encerrado en una caverna, teniendo por ocupacion el arreglar la contabilidad comercial de estos caballeros.

El oir estas historias, que revelan la clase de supersticiones de los chilotes era una manera de pasar las vijilias i de tener paciencia mientras que nuestros carpinteros avanzaban en la construccion del bote, miéntras tanto yo arreglaba las rocas, i las plantas que habia recojido para mandarlas a Puerto-Montt con la jente que debia volver atras.

2 de enero.—Era una chalupa segun todas las reglas la que construiamos: no podria quizas revalizar por su volúmen con el Leviathan, jigante de los mares, construido en Inglaterra, ni por su aspecto formidable, con un navio de linea de cien cañones de la marina Británica, pero estabamos tan orgullosos con ella como podian estarlo los constructores de los otros, i nuestra embarcacion bastaba para lo que necesitabamos.

La construccion avanzaba agrandes pasos, la bahia resonaba too dos los dias con el ruido de las hachas i de los martillos; los pájaros estaban sorprendidos al ver turbadas sus soledades i los árboles debian maldecir a los profanos que sin ninguna consideracion, venian a hundir el hacha en sus troncos.

La embarcacion tenia iguales, la proa i la popa; a fin de que pudiese maniobrar en los dos sentidos, i aunque tenia quilla, el fondo era casi plano, para que calase poca agua. Las dimensiones principales eran 25 pies de quilla 7 pies de manga i 2 de puntal. Segun la prevision de los carpinteros, debia solo calar un pie. Se componia de 22 curvas, guarnecida de cinco bancos para los bogadores, i uno pequeño en la popa para el timonel. Las maderas empleadas en su construccion fueron: el alerce para la quilla, las tablas i los bancos; la roda i la obra muerta eran de haya antartica, las curvas de robles, raral i una madera colorada que los carpinteros no conocían; el mastil era hecho de mañiu asi como los remos. El alerce i las demas maderas se encontraban en las mismas orillas del lago. Hacían solo cuatro dias que se habia principiado, tres carpinteros solamente trabajan i ya el 2 de enero, el quinto dia, todo el esqueleto se encontraba hecho, no faltaba mas que entablarlo. La jente no llegó i sin embargo teniamos necesidad de todos para calafatear el bote.

3 de enero.—Principiamos a poner en órden las provisiones que debian servir durante el viaje; consistian en harina i charqui. Rindamos aqui un justo tributo de reconocimiento al charqui i a la harina tostada. La harina tostada es un alimento que se puede poner a toda salsa. En el camino tiene uno calor, i no quiere tomar agua sola que en estas rejiones está casi helada, la mezcla con un poco de harina tostada i se tiene una bebida refrescante i agradable; por la noche, en el vivaque, antes de dormir al aire libre, desea uno echarse alguna cosa caliente al estomago; pone entónces agua al fuego, se le echa azúcar tostada, dos o tres puñados de harina; en seguida se toma i duerme uno tan bien como si se hubiera engullido una taza de chocolate: desea uno hacer una comida mas en regla, un cocinado por ejemplo, como dicen los chilotes, entónces en una taza, olla o paila, si la sociedad es numerosa i segun los ustensilios que se tengan a la mano, se hace hervir agua, se echa grasa, dos o tres ajies, i harina tostada; todo esto bien cocido, i cuando el palo que sirve para revolver todos estos condimentos, se mantenga clavado en la mazamorra, entónces se sirve caliente, i tan equisito es este plato, que cualquiera que coma, se chupará los dedos, como lo veia hacer a mis gargantúas chílotes, cada vez que se entregaban a esta delicada operacion. Honor pues a la harina tostada, i para no exitar los celos, asociemos en este tributo de elojios al modesto charqui.

El charqui al principio se presenta con un aspecto que no previene en su favor. Se diria que eran pedazos viejos de zuela; pero no debe uno fijarse en lo esterior, el hábito no hace al monje; uno puede estar mal vestido i dotado sin embargo de' buenas cualidades. Preparado con cuidado, el charqui puede figurar con ventaja en la mesa de una gastrónomo. Ensartado en un palo que sirve de asador, hace un excelente roastbeef para el viajero que no tiene tiempo que perder en su cocina. Mascado miéntras uno camina, sirve de distraccion. El charqui tiene pues muchas ventajas, sin contar con la de ser fácilmente trasportable e incorruptible en toda temperatura, i no tiene, como la carne salada el inconveniente de ocasionar el escorbuto.

En la mañana me fuí a visitar el rio Frio, que sale de un vestísquero del Tronador para desembocar en el lago de Nahuel-huapi; sus aguas son de un blanco turbio como las del Peulla: en su curso se detiene para formar la laguna Fria, i despues corre por un lecho bastante estrecho pero profundo, hasta el lago de Nahuel-huapi. El doctor Fonck habia dicho que era navegable hasta una legua de su desembocadura, quise ir en él aguas arriba, subi como quinientos metros adentro, pero como tenia un bote de guta-percha que era demasiado liviano para andar contra la corriente, me desembarqué para seguir por las orillas; avancé como hora i media, pero lo espeso del bosque me detuvo, i tan espeso era, que una rama enredándose en la cadena del reloj, lo sacó del bolsillo i lo perdí. Volvi sin haber podido averiguar las aserciones del doctor; lo único que puedo decir, es que no habiendo oido ningun ruido, el rio Frio no debe tener cascadas. Miéntras tanto la jente se ocupaba en calafatear el bote i hacer los remos: la estopa es la materia filamentosa que se estrae del alerce. Este árbol es como el camello entre los animales; produce la mejor estopa incorruptible i una resina olorosa. Con la carpa hicimos una vela i a las tres de la tarde, con grande alboroto echamos el bote al agua i le bautizamos con el nombre de Aventura. La celebracion fué digna de nuestros recursos, un tiro de escopeta reemplazó a las descargas de artillería, acompañamiento indispensable de estas fiestas, la música militar fué la guitarra i el flageolet. A las tres, cinco minutos, treinta i seis segundos P. M. segun cronómetro, la Aventura se lanzó al agua haciendo olas de espuma. Dios te dé larga vida, modesta pero útil embarcacion, que las rocas del Limai te sean blandas.



  1. Fagus alpina (Pæp).
  2. Chus-quea quila (Kunth).
  3. Fagus procera
  4. Chusquea valdiviensis (Desvaux.)