Bartolomé Leonardo de Argensola (Retrato)
BARTOLOMÉ LEONARDO DE ARGENSOLA.
[editar]Nació en la Ciudad de Barbastro en Aragón hácia el año de 1565. Llamóse su padre Juan Leonardo, Secretario primeramente del Emperador Maximiliano II, y después del Príncipe de España D. Felipe, y oriundo de una antiquísima familia de Ravena; y su madre Doña Aldonza de Argensola, Señora ilustre de Cataluña. En compañía de su hermano mayor Lupercio recibió la enseñanza de las Humanidades y de la Filosofía, y siguió la carrera del Derecho en la Universidad de Huesca, donde se graduó de Doctor. Así eran, poco mas ó menos, los principios de la mayor parte de los literatos de aquel tiempo. Argensola, ordenado de Sacerdote, fue Rector de Villahermosa, y después de una corta mansión en Salamanca, pasó á Madrid, donde la Emperatriz María de Austria retirada entonces al Convento de las Descalzas Reales, le hizo su Capellán; pero por la muerte de aquella Princesa, acaecida en 1603, se trasladó á la Corte, que entonces residía en Valladolid.
En vez de pasar su vida entre la obscuridad y el olvido, los Grandes de aquel siglo tenían la loable costumbre de amar y cultivar las letras, proteger á los hombres de mérito y de ingenio, y complacerse y honrarse con su amistad y su trato. Entre ellos por su franqueza y magnificencia se distinguía el Conde de Lemos (entonces Presidente de Consejo de Indias), cuyo nombre vivirá mientras vivan las bellas producciones que él fomentaba y aplaudía. Este Magnate aficionado particularmente al mérito de los dos hermanos Argensolas, los distinguió entre todos los ingenios de su tiempo, dispensóles su amistad, y comenzó á ocuparlos. Digno y verdadero modo de proteger los talentos, que se inflaman no tanto con la recompensa, como con el buen empleo que de ellos se hace. Cupo á nuestro Argensola el de escribir la Conquista y reduccion de las Molúcas á la obediencia de Castilla, executada por D. Pedro de Acuña, Gobernador de Manila: comisión que desempeñó gallardamente escribiendo uno de los mejores trozos de Historia que se conocen en Castellano, ya por la belleza del estilo, ya por las curiosidades que contiene. El Historiador, sin ceñirse precisamente á la expedición de Acuña, empieza su narración desde la primera llegada de los Europeos al Archipiélago Asiático; cuenta su establecimiento, sus violencias, sus variaciones; describe el luxo, la riqueza y costumbres voluptuosas de aquellos Isleños; los ojos codiciosos con que las Naciones de Europa miraban las gratas producciones de su rico pais, las diversas tentativas mas ó menos afortunadas que contra él se proyectáron; los viages de Sarmiento y de Drack por el mar del Sur, incluyendo también ciertos episodios, que el gusto de aquel tiempo aplaudía, y aun ahora se leen con placer: todo pintado con destreza, y animado de un colorido que maravilla y suspende.
Escrita y publicada esta obra en 1609, que como bellísima se adquirió al instante críticas y aplausos, Argensola se retiró á su pais, de donde le sacó el Conde de Lemos para llevarlo consigo á Mápoles quando le hiciéron Virey de aquel Reyno. Iba también Lupercio de Secretario del Vireynato, y los dos hermanos se grangeáron allí la misma reputación y honores que en España gozaban. Al menor le confirió el Papa un Canonicato en la Catedral de Zaragoza, y los Diputados de Aragón le ofrecieron el título de Coronista de aquel Reyno vacante por fallecimiento del Anticuario Llorente. Así habiendo muerto su hermano en 1613, y restituido á España el Conde, volvió él también y se retiró á Zaragoza á exercer sus dos empleos. Allí acabó en 1631 una vida dedicada toda al dulce exercicio de las Musas entre la moderación y el retiro. Despues de su muerte D. Gabriel Leonardo, sobrino suyo, publicó sus rimas y las de Lupercio en un tomo en quarto el año de 1634, y se han reimpreso en nuestros días.
Su ingenio poético le dio entonces el título de Fenix Española, y le concilió una celebridad excesiva con los aplausos, que le prodigaron su discípulo Villegas, cuya reputacion va declinando; Christobal de Mesa, que ya no vive; Esquilache, cuyos versos ligeros y delicados á veces, agradan todavía; y Cervantes, que será inmortal. Sin embargo es preciso convenir en que este renombre y celebridad son infinitamente menores ahora. Su poesía escasa de imaginación y entusiasmo en la oda, sin vivacidad ni soltura en la sátira, solamente es recomendable por la pureza del estilo y de la dicción, libres enteramente de los vicios monstruosos, que entonces inundaban la Poesía y Eloqüencia. Por esto Lope de Vega en la aprobación de sus rimas decía, que él y su hermano habian venido de Aragón á reformar la lengua Castellana.