La Ilustración Española y Americana/Año XIV/Crónica contemporánea del Núm. 1
Un consejo de Dumas.—Mis esperanzas.—Horizontes de rolor de rosa.—Los niños curiosos.—El festín de los reyes.—Otro banquete.—Registro intimo.—El sistema nervioso del mundo.—Luz y sombra.—Un padre y un hijo.
Un personaje de una novela de Dumas, dando una lección de lo que podríamos llamar arte de vivir á un joven pretendiente:
—Nunca trates negocios con banqueros, le dice, ni pidas empleos á ministros en los momentos que precedan á las horas de sus almuerzos y comidas. El hombre, minutos antes de comer, cuando el estómago le lleva hacia el comedor y los asuntos le detienen en el escritorio, es un ser intratable, casi una fiera. Después ya es otra cosa: el hombre que ha almorzado bien, es capaz de prestar un doro á un desconocido y de dar un abrazo á su mayor enemigo.
Asi se espresa Dumas por medio de uno de sus personages, y preciso es confesar que en las palabras que he transcrito se encierra toda la filosofía humana.
La cita y la observación que acabo de apuntar son motivos de júbilo para mí; porque inaugurando mis crónicas en la época del año en que la humanidad consagra todas sus atenciones y desvelos al rey estómago, estoy seguro de que hallarán al lector bien almorzado y opíparamente comido, ó lo que es lo mismo, lograrán sin trabajo su benevolencia.
Y qué fortuna para mi la de hallar donde quiera que dirijo la vista espléndidos banquetes, regalos que se cruzan, estómagos agradecidos, rostros risueños, horizontes de color de rosa.
Preguntándome yo por qué Nerón seria tan salvaje, he estudiado la historia íntima de su detestable personalidad y he descubierto á fuerza de investigaciones culinario-arqueológicas que padecía del estómago.
Tenemos, pues, que un escelente apetito satisfecho, cambia la faz de los pueblos.
No hay que decirme que la demagogia conspira contra el absolutismo, que el socialismo conspira contra la propiedad, que la ambición de elevarse rebaja á los hombres, que el egoísmo es el Dios de la sociedad moderna, que la mujer imita á Eva siempre que puede, que abundan los Adanes, que el abismo del crédito es tan hondo que de un momento á otro va á hacer un agujero en el mundo; no hay que hablarme de guerras, de miserias, de crímenes, todo es mentira, Francia es feliz, Italia es dichosa, Rusia se deleita ante las imágenes que el kirs evoca durante su sueño, Prusia echa una cana al aire, la Turquía adora al virey de Egipto y el virrey adora á la Turquía, Portugal baila, España canta el córraselas, canción sublime que debe venir hasta nosotros de los suevos y alanos, sobre todo de estos últimos; la América mira con coquetería su hermoso rostro en las ondulantes aguas del Océano Pacifico; pero que mas, estoy seguro de que hasta en la Occeanía no se encuentra un hombre desesperado ni una mujer caprichosa, ni un niño mimado, ni un político que haga cuentas, ni un comerciante que haga política.
Todo es alegría, todo es felicidad, todo es gula, todo es estómago.
Qué momento tan oportuno si fuéramos curiosos usted y yo, amable lector, para ver lo que hay debajo do esa rizada superficie, que con los rayos de un sol puro y radiante, parece un mar de perlas y esmeraldas, de rubíes y brillantes.
Hay muchos padres que castigan á sus hijos ¡ pobres pequeñuelos! cuando después de haberlos perdido de vista, durante mucho tiempo, los hallan destruyendo una caja de música, explorando las interioridades de un caballo de cartón ó examinando la complicada maquinaria de un reló.
De estos niños han salido los grandes hombres.
Buscad á un tonto, hablad con el autor de sus dias y os dirá con la mayor formalidad:
—Parece mentira que mi hijo sea idiota ; á los cuatro y cinco años era el chico más juicioso del barrio.
Estos juiciosos ni inventan el vapor, ni dan á la palabra las alas de la electricidad, ni rompen el Istmo de Suez, ni hacen el Fausto, ni escriben la Sonámbula, ni pintan el Pasmo de Sicilia.
Pues bien, seamos curiosos, figurémonos que los horizontes tan sonrosados y tan lindos que vemos son el caballo de cartón, el cilindro ó la caja de música, y en tanto que nuestros papás, los reyes, los políticos, los capitalistas, en una palabra, las primeras figuras de la sociedad, se olvidan de todo en el comedor; entremos en sus despachos, registremos sus papeles, y cuando su estómago satisfecho cierre suavemente sus ojos y les brinde ese sueño que hace á los árabes ver huríes, y á los holandeses quesos de bola, escudriñemos también su alma.
No crea el lector que la tarea con que le brindo es pesada y molesta: yo la haré breve y entretenida.
Si fuera posible reducir el asunto del cuadro que traza mi pluma y después dividir el lienzo, nos entenderíamos más pronto: voy á intentarlo.
Figuraos por un momento que las naciones comen y que celebran las Navidades con un espléndido festín.
Pasadles revista: aquel que se atusa el bigote es el czar. Mirad con qué dulzura ofrece una patita de perdiz á la Turquía. La Francia observa la fineza con el rabo del ojo derecho y mientras celebra una gracia del rey de Prusia, estrecha la mano á España por debajo de la mesa, hace una seña con el pie á Portugal, guiña el ojo que le queda libre á Roma, roza suavemente con el codo á la Italia como diciéndole: Sigue adelante y cuenta conmigo para todo, y es, por decirlo asi, quien anima el banquete. Bélgica come y calla, Inglaterra observa las debilidades de los comensales' para esplotarlas, Austria que tiene niñas, la Hungría, la Croacia, etc., etc., al mismo tiempo que elogia el ingenio de la Francia , y la magestad de Roma guarda al descuido dulces para contentar á sus pequeñuelas. Los Estados-Unidos reflexionan... tantas testas coronadas le dan envidia y como emprende los negocios en grande escala, piensa que dando una corona á cada uno de sus Estados, podría fundirlas todas en una y ponerla á un imperio..
La Suecia y la Noruega repiten y aplauden lo que dicen la Rusia y el Austria unas veces, las baladronadas de la Prusia otras. El niño mimado de la reunión es el Egipto.
El mas perfecto acuerdo reina entre todos, una idea les une, un interés los enlaza, se creen dueños de sus pueblos,y no saben que el salón de su festín está sobre un volcan.
Debajo de ellos se celebra, en efecto, otro banquete.
La estancia es mas modesta, cualquiera al verla diria que era una cueva, un antro.
Los comensales tienen todos ojos saltones, barba larga, trage descuidado.
Aquel viejo achacoso es Mazzíni, el que está en frente de él Kossut, el que parece un maestro de escuela es Rochefort, aquel tan grueso y tan colorado es Raspaill, el célebre propagandista de drogas y de ideas socialistas, los que los acompañan son Joarizli, Paul y Angulo.
Ya podéis figuraros lo que quieren el absolutismo de abajo, el socialismo para dar libertad á los pueblos y hacer felices á los pobres.
También ellos, según la frase poética, comen el pan amargo de la emigración; pero este pan no alegra su estómago.
Todos ellos han tenido familia y la tienen, todos ellos han amado, todos ellos han comprendido el bien; pero á fuerza de odiar á los reyes, de perseguir á los ricos, se han formado un carácter tétrico.
Tienen algo de Hamlet, no se concibe que vistan levita y beban en copa de cristal petit-fíordcaux; la imaginación se los figura con tonelete, bebiendo sangre en cráneos rodeados de hierro.
Hé aquí los dos atletas que combaten: lié aquí los elementos que destruyen la paz y el progreso.
Los del festín de arriba quieren monopolizar el poder y tienen ejércitos permanentes que arruinan á los pueblos; los del festin de abajo quieren anulará aquellos y tener á las masas desesperadas en continua agitación.
Unos y otros esplotan la religión, las debilidades, las virtudes de sus vasallos.
Unos y otros comen para que ayunen los verdaderos hombres del siglo XIX, los que lo piden todo al trabajo, los que promueven el desarrollo de la industria, los que concurren á la civilización.
Tal es la situación en que hallo el mundo al comenzar estas revistas que han de ser el reflejo de la sociedad contemporánea.
En Francia, en Alemania, en Inglaterra, en todas partes el soberano no cede; el socialismo bajo una ú otra forma no cede tampoco.
Las complicaciones son la máscara de los deseos desordenados; ninguno de los vecinos de esa gran casa que se llama Monarquía Universal, se contenta con administrar sus bienes, educar y divertir á sus hijos, trabajar para hacerlos dichosos y mantener el orden y la libertad.
No señor: el del cuarto principal, quiere el jardín del inquilino del cuarto bajo, el del segundo, desea echar á los del tercero porque arman ruido al entrar y al salir, y mientras riñen, ó andan con cuentos, ó piensan (retas que jugarse, los dias pasan, el dinero se gasta, hay que irá casa del prestamista, cuando cuidan del interior, el esterior les tiende un lazo, cuando se ocupan del vecino, los de casa se sublevan y nadie mira por el hogar y todos están de un humor de los diablos.
No hay más que ver los parles telegráficos: ellos son la síntesis del movimiento: los hilos eléctricos que atraviesan el mundo en distintas direcciones son el sistema nervioso de un cuerpo gigantesco.
El efecto que produce esto aparato es lamentable: todo el inundo dirá que parte de un cerebro enfermo.
Oid lo que dice la electricidad:—El emperador de los franceses se liberaliza.—Los socialistas de Francia se agitan con éxito.—Napoleón tira de las riendas: las clases conservadoras se van con él.—El clero católico, presidido por su Jefe Supremo, va á examinar las ideas del siglo XIX.—El padre Jacinto predica la libertad y el progreso con todas sus consecuencias.—Los obispos franceses protestan contra la infalibilidad del Papa.—Italia no halla ministros.—En Nápoles se reúnen los ateos y los libre-pensadores para dar dirección al movimiento intelectual del siglo.—La autoridad disuelve en Nápoles á los que quieren dar dirección al mundo, en vista de que ni ellos mismos logran dirigirse.—La Rusia desarma.—La Prusia se arma hasta las cejas.—Francia propone el desarme-universal.—Portugal anda revuelto. — Una blanca mano ha puesto colorada una mejilla régia, etc., etc.
Todas estas lacónicas noticias y otras muchas por el estilo que á cada paso comunica el telégrafo serian bastantes para poner en evidencia la locura del mundo civilizado; pero de cuando en cuando aparece un rayo de luz.
El triunfo de Lesseps, la supremacía del genio sobre las testas coronadas; esa gloria y ese espectáculo que nos ha dado Egipto bastan para creer que en cuanto cese la liebre política y dejen oír su voz el talento y el trabajo, los nervios servirán para algo más que para darnos ataques de idem.
La filosofía conduce siempre á tristes reflexiones, sin duda por un castigo á la curiosidad que ha creado esta ciencia y la sostiene.
Empecé mi crónica con la alegría del que solo ve en torno suyo fiestas y banquetes, y por curioso la acabaría apesadumbrado si el espectáculo que ofrece España no sirviera desgraciadamente de asunto de saínete.
Yo me propongo reunir en mis revistas sucesivas todos los sucesos mas notables de la comedia humana, y darlos á los lectores aderezados y compuestos. Pero como es natural los asuntos de España tendrán la preferencia.
Están equivocados los que creen que en España no pasan cosas tan pintorescas y entretenidas como las que recogen en las demás naciones los cronistas de París.
Aquí sucede lo inverosímil, lo absurdo y sucede de una manera natural y sencilla.
Figúrese V. lector que es V. un estranjero; que lee los periódicos de España en Bruselas ó Leipzig ó en cualquier parle; figúrese V. que es V. inglés ó escéntrico que dá lo mismo y que se dice V.:
—Pues señor, ir á España es proporcionarse el espectáculo de una mesa revuelta, de una madeja enredada: allí va á pasar algo grave, tengo spleen voy á asistir á la catástrofe.
Leyéndo los periódicos ó es uno ciego ó vé la catástrofe: las premisas son fatales: hemos votado la monarquía y vivimos en república; hemos tronado contra lo que se llamaba polaquismo y la hermosa bandera de España con honra se pone colorada muchas veces al dia; decimos que la hacienda se muere y llevamos nuestra generosidad hasta el despilfarro; por último, amenazan al gobierno la república, el socialismo, la guerra civil, se levantan pendones por D. Cárlos, por el Principe Alfonso, por Espartero, por el Duque de Montpensíer, por D. Fernando de Portugal, por el Duque de Aosta; es decir, estamos en el caos, y cuando las tinieblas nos asustan, sale un rayo de sol, el Regente del Reino y el Presidente del Consejo se van á cazar, el Ministro de Gracia y Justicia hace un viaje de recreo y tuttí contenti.
Contando en verso un historiador, la historia de nuestro país, ha dicho:
Libre España feliz é independiente
Se abrió al cartaginés incautamente.
Desde que pasó esto, sigue España siendo incauta y la raza de los cartagineses no se ha estinguido; pero, ¡oh felicidad! en medio del mayor peligro, la cosa mas insignificante nos hace dichosos.
—¡Estamos peor que antes! esclama un honrado vendedor de paños de la Plaza Mayor, después de pagar un plazo de la crecida contribución que le impone el gobierno; pero á renglón seguido oye decir á un vecino:
—¿Sabe usted que un alcalde ha impuesto una multa al Regente por haber cazado?...
—¿De veras?
—Sí señor.
—Pues amigo, si es cierto , nos hemos salvado; eso demuestra que la ley está por cima de los hombres.
Tememos al pueblo español porque no está educado; pedimos contra él la tiranía; creemos que lo que nos hace falta es un Calígula ó un Chaperon, y el pueblo nos desarma con el ejemplo de alguno de sus hijos.
Noches pasadas infringió el bando de limpieza un caballero: el alguacil le pidió la multa...
—No tengo aquí dinero, dijo el culpable; tenga usted la bondad de venir á mi casa y le daré un escudo.
—No señor; la multa ó al Saladero.
Dos voces de dos hijos del pueblo resonaron entonces: un pobre diablo salió á la defensa del caballero, amenazando al alguacil déspota; otro mas pobre aun se acercó al caballero.
—Tenga usted medio duro, y pague á ese salvaje, le dijo.
El caballero aceptó la oferta, tomó las señas de su bienhechor, y al dia siguiente le devolvió con creces el préstamo, pero supo que el generoso prestamista se habia privado de cenar y comer por sacarle del apuro.
Quién oye esto que no esclame:
—Aun hay esperanza: el pueblo tiene buenas disposiciones; los que le guian son los que le pervierten.
Cuando en el estranjero suponen los emigrados voluntarios que aquí nos devoramos, se celebran saraos brillantísimos en el palacio de la duquesa de Montijo, en casa de la señora de Riquehne, y la joven aristocracia española no piensa mas que en los velocípedos y los patines.
En el espacio de veinte y cuatro horas, cosen á puñaladas á un empresario de Teatros, roban á un diputado y á un platero, hieren á un ministro, y al mismo tiempo acuerdan unos cuantos jóvenes reunir una crecida cantidad para proporcionarse el placer de dar varias Noche-buenas á muchas familias que pensaban pasarlas malas.
El cancán domina en el Teatro, y el Paraninfo de la Universidad se llena los domingos de un público escogido, que acude á oir sabrosas conferencias de nuestros mas ilustres literatos.
Nos oprime un gobierno, y nos sublevamos; se va á divertir y nos deja poco menos que solos, y nos estamos quietos como niños bien criados.
Todo esto prueba, que aquí lo que necesitamos es un crisol para quitar la escoria del oro, y un organizador que utilice los buenos elementos.
Mientras este sér, desconocido todavía, llega y ejerce su saludable influencia, voy í terminar refiriendo una escena que me ha contado un testigo ocular.
Un niño lloraba amargamente hace pocas noches en medio de la calle; varias personas le rodearon compadecidas:
—¿Qué tienes, hijo mió? le preguntaron, ¿por qué lloras?
—Porque mi padre me ha pegado.
—¿Y por qué? vida mía...
—Toma, porque no le he sacado el pañuelo del bolsillo sin sentirlo, y dice que nunca voy á saber ganarme la vida. Otra noticia y concluyo:
Se anuncia para el día de Año Nuevo la aparición del Huracán... un periódico.
También para Año Nuevo se dice que sabremos el resultado de la cacería gubernamental y del viaje de recreo del ministro de Gracia y Justicia.
¡Año 70, yo te saludo con la mayor finura... porque te tengo miedo!