Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/192

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 190 —

rrasco sobre la leña, sin poder dar con el sueño.

Era como si hubiese presentido la extraña y lúgubre escena, que iba a desarrollarse entre las cuatro paredes del rancho perdido.

Debió pasar algún tiempo. La luna volcó por la puerta una mancha cuadrada, blanca como escarcha mañanera. Vislumbraba los detalles del aposento: las desparejas paredes de barro, el techo de paja, quebrada en partes, el piso de tierra lleno de jorobas y pozos, los rincones en que negreaba una que otra cuevita de minero.

Mi atención fué repentinamente llamada hacia el lugar en que dormía Don Sixto. Había oído algo como una queja y un ruido de caronas. Antes de que imaginara siquiera qué podía ser aquello, lo ví confusamente, de pie sobre las matras, en una postura de espanto.

Sentándome de un solo golpe, hice espaldas en la pared, desenvainé mi puñalito, que había como siempre alistado entre los bastos, puestos como cabecera, y encogí las piernas de modo conveniente para poderme erguir en un impulso.

Miré. Don Sixto dió con la zurda un manotón al aire. Fué como si hubiera agarrado algo.

"No", dijo, ronco y amenazando, "no me han de llevar, so maulas". Con la ancha cuchilla que