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otra pasion que el amor filial con que tan dignamente correspondiera al de sus padres, apesar de las insinuaciones é infinitos perfumados billetes que sus entusiastas admiradores habian hecho llegar á sus manos.

Estudiaba en aquella época en Barcelona el sesto año de la carrera de Medicina y Cirujía D. Luís Herrera, jóven de veinte y cuatro años, dotado de bastante talento, de buena figura, fina educacion y conducta irreprensible. Era este jóven uno de esos tipos raros en nuestra moderna sociedad, minada desgraciadamente por la indiferencia con que mira á la virtud, juzgándola con ligereza y dándole las mas veces el nombre de hipocresía. En los rasgos de su fisonomía franca y noble á la par que modesta, veíase marcada la bondad de su corazon, y los sentimientos de honradez que había procurado y conseguido inculcarle D. Julian su padre, antiguo abogado de Murcia. La gratitud que hácia él tenia el jóven por los inapreciables beneficios que le habia dispensado durante sus cortos años, hacia que le mirase con tan profunda veneracion y entrañable cariño, que nada emprendia sin consultar antes consigo mismo si aquella accion mereceria ó no la aprobacion de su padre, anteponiendo muchas veces la voluntad de este á la suya. Verdadera y rara abnegacion tanto mas meritoria cuanto es menos recompensada é imitada por el egoismo de nuestros tiempos.

Las buenas relaciones de amistad que tenia D. Luis en Barcelona le habian proporcionado el ser admitido en casa de la Marquesa de Monfort, que ocupaba una brillante po-