sicion en la alta sociedad, y era íntima amiga de la familia de Anita.
Debia esta tomar parte en un concierto que la Marquesa habia dispuesto para reunir en su casa á sus amigos. Llegado el dia destinado al efecto, fué invitado D. Luis á asistir á aquella fiesta, en la que se presentó vestido con la elegante sencillez que acostumbraba.
Aunque era del número de los apasionados de Anita, no había podido manifestárselo, por no habérsele presentado una ocasion oportuna para hacerlo. Júzguese pues de su alegría al saber que aquella noche no solo iba á estar cerca de ella, sino que tal vez conseguiria lo que tanto deseaba.
A poco de haber entrado en casa de la Marquesa, se presentaron en el elegante y suntuoso salon, que ya ocupaba la sociedad mas escogida, D. Diego, su Señora y Anita. Realzaba la belleza de esta su rico, elegante y bien ajustado vestido, su esquisito peinado, y mas que todo la afabilidad de su rostro encantador.
Produjo su llegada en la concurrencia un espontáneo murmullo de admiracion. Esmerábanse los jóvenes á porfia en cederle sus sitios, no sin ser reprendidos por sus amantes, á las que no podia menos de disgustar aquella solicitud.
Pasó Anita entre ellos dándoles gracias con un saludo lleno de dignidad y dulzura, atrayéndose las miradas de todos, y fué al encuentro de la Marquesa que la llenó de caricias y la colocó cerca de ella, al lado de doña Leonor. D. Diego se posesionó de una silla que casualmente estaba desocupada junto á D. Luis, al que no conocía. Entablaron la con-
