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versacion de costumbre entre dos personas que se encuentran por primera vez en un salon donde va á tener lugar un concierto, hablando de la voz de cada uno de los que van á tomar parte en él, de lo brillante que eran siempre las reuniones de la Marquesa, del locado, buen gusto y belleza de las señoras, etc. etc.

Iban á variar de conversacion y á hacerla quizás mas interesante para el jóven, cuando fueron interrumpidos por dos golpes dados con suavidad en el atril por el director, que anunciaban iba á empezar el concierto. Un profundo silencio reinó en el salon. Tocó una brillante orquesta la magnífica sinfonía de la Fausta, del fecundo Donizetti, á la que siguieron otras piezas de canto, entre las que fueron oidas con singular complacencia una cavatina de los Puritanos y un aria de la Lucrezia, cantadas con especial gusto y maestría por la interesante Anita, la cual lo estaba mas aun con el rubor de que se teñia su rostro cada vez que concluia entre los espontáneos aplausos que le tributaban.

Concluido el concierto iban á despedirse de la marquesa algunos de los concurrentes, cuando esta les suplicó que permaneciesen dos ó tres horas mas en su compañia, porque la música que se habia retirado, les esperaba en otro salon para bailar. Escusáronse algunas señoras de edad, que hacia rato sostenian un combate con el cariñoso Morfeo, accediendo gustosos los demas á la súplica de la Marquesa.

Ninguna noticia hubiera dado mayor placer en aquel