Página:El Cardenal Cisneros (11).djvu/19

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reputacion, y con honra; pero que en fin, pues la juventud del Rey, y la avaricia, y emulación de algunas personas de su Corte, se oponian mas, y mas á sus buenas intenciones, no se podía resistir mas á los trabajos, y desdichas, que preveía; que él se iba á retirar á Toledo, donde no viviendo sino para sí, y para su Rebaño, veria como desde un Puerto las tempestades que se llevantaban en la Monarquía.

Los cortesanos de D. Cárlos no se atrevian á continuar la lucha con Cisneros. Tenía éste toda la razon de su parte y además energía suficiente para hacerla prevalecer. Temieron ser causa de los conflictos que ocurriesen en España. Creyeron que en crisis tan grave como la que Castilla corría, Cisneros era necesario, y dejaron de hacerle oposicion; pero en cambio, cuando éste pedia que el Rey viniese á España con urgencia, prorogaban indefinidamente su viaje, porque seguros de gobernarle, querian entrar á la parte en los tesoros que enviaba España.

Durante muy pocos dias, quizá no constituyan meses, nuestro Prelado gozó de una tregua: habíase quejado constantemente de que no se le diese poder sino para el mal y no para el bien, encargando que se hiciera presente al Rey «que tener hombre poder para quitar y no para dar, es muy gran falta, y que á todo el mundo parece mal, y que pues ay tantas personas que siruen á su alteza en estos reynos, asy en paz como en guerra, que es necesario que aya poder para tenerlos contentos y hazerles mercedes, como siempre se hizo, y de otra manera siruen de mala gana, y los Oficios están por proueer mucho tiempo y es grande ynconueniente, y esto se entiende en caso que su alteza por agora no aya de venir, y que, pues es seruido de me encomendar esta gouernacion, y que le suplico me crea en lo que le escrivo, y aquello mande proueer, y tenga por cierto que no le tengo que dezir ni hazer syno lo que conuenga al seruicio de su majestad, y el de Dios primeramente, y al bien y paz destos rreynos [1].» Estas quejas al fin fueron en parte atendidas.

Era ya hora de que se dejase alguna libertad de accion á Cisneros, pues era pretension muy rara en los Flamencos querer gobernar á España desde tan lejos sin conocerla, de modo que tenía razon sobrada un amigo del Cardenal, el Obispo de Ávila, en

  1. Carta LXXXI de los Sres. Gayangos y la Fuente.