Página:El Cardenal Cisneros (11).djvu/20

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

escribir á Lopez de Ayala lo que sigue: «¡Qué os parece á vos, qué tal estaria Flandes sy desde acá la quisiésemos gouernar no sabiendo cosa de lo de allá!» La mayor parte de los males que entónces pesaban sobre España dependian de esto, así los interiores como los exteriores, pues si los Grandes se revolvian unos contra otros y en daño del Estado, siempre era porque todos esperaban comprar, atraerse ó engañar á la Corte de Flándes, y si en Roma, y en Italia, y aun en Navarra, nos suscitaban dificultades los Franceses, era también porque no habia unidad en la acción del Gobierno, debilitándose la autoridad del Cardenal con los celos, envidias y obstáculos que le venian de los cortesanos de D. Cárlos. Algo remedióse este violento estado de cosas, cuando reservándose el Rey las rentas del dominio real y la provisión de los Obispados, encomiendas y beneficios en las Ordenes Militares, se dieron á Cisneros amplias facultades para disponer en todo lo demás de la Gobernación del Reino. No, no se entregó Cisneros á un reprensible favoritismo, como hacen sin respetos á la opinión y en dias de libertad los que, al llegar al poder supremo, cuidan de adelantar principalmente al interminable cortejo de sus parientes, deudos y amigos, no pocos de incapaces tachados, y algunos de corrupción sospechosos. Cisneros aprovechó el amplio poder de que se le invistió para elevar á los hombres de saber y virtud, atrayéndose á la flor de la nobleza, y comprometiéndola en bien del Estado cuando ántes no obedecía más que los suyos particulares. Por cierto que, no pudiendo hacer nada por sí en favor de Adriano, su primer compañero de Regencia, sugeto de bondad natural, de grande ilustración y el ménos malo de los Flamencos que conoció España, escribió al Rey para que le diese el Obispado de Tortosa, vacante por muerte del que lo poseia, y á más le nombrase Inquisidor general de Aragón que el difunto ejercía tambien, logrando el interesado sólo el primer cargo, que le sirvió de escala para llegar á Cardenal y algún tiempo después á la misma Silla de San Pedro.

No, no podia resultar ningún mal al Príncipe, ántes por el contrario, mucho bien á sus Reinos, de otorgar al Cardenal de España amplios poderes, de modo que tenía razón el Obispo de Avila, cuando en una enfermedad de Cisneros, escribía á la Corte de Flándes, diciendo: «Que lo que conviene á su alteza es ó uenir á gouernar, ó dexar al Cardenal hacer bueno ó malo lo que