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razón será que el ánimo reposes, haciendo en ti oblación y sacrificio, que dicen que no acudes a tu oficio eatos que cortan lo que tú no coses.

Los ojos vuelve a tu primer estado:

las togas cose, y de veatillas deja; que un plebeyo no aspira, al consulado.

Esto. Pánfilo, Roma te aconseja:

no digan que de plumas que has hurtado te has querido vestir, como corneja.

El soneto fué aplaudido de toda la Academia, diciendo los más noticiosos della que parecía epigrama de Marcial, o en su tiempo compuesto de algún poeta que le quiso imitar, y otros dijeron que adolecía (1) del Doctor de Villahermosa, divino Juvenal aragonés, pidiendo el conde de la Torre a don Cleofás y al Cojuelo que honrasen aquella junta lo que estuviesen en Sevilla, y que dijesen los nombres supuestos con que habían de asistilla, como se usó en la Corusca y en la academia de Capua, de Nápoles, de Roma y de Florencia, en Italia y como se acostumbraba en aquéIla, Don Cleofás dijo que se llamaba el Engañado, y el Cojuelo, el Engañador, sin entenderse el fundamento que tenían los dos nombres; y repartiendo los asuntos para la academia venidera, rombraron por presidente della al Engañado, y por fiscal, al Engañador, porque el oficio de secretario no se mudaba, haciéndoles esta lisonja por forasteros, y porque les pareció a todos que eran ingenios singulares. Y sacando una guitarra una dama de las tapadas, templada sin sentillo, con otras dos cantaron a tres voces un romance (1) Era apasionado.