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instrumentos a cuyo son no se oían los unos a los otros, acabando la culebra (1) con el día y con desaparecerse los apaleados.

TRANCO X

En este tiempo llegaban a Gradas (2) su camarada y don Cleofás, tratando de mudarse de aquella posada, porque ya tenía rastro dellos Cienllamas, cuando vieron entrar por la posta, tras un postillón, dos caballeros soldados vestidos a la moda, y díjole el Cojuelo a don Cleofás:

—Estos van a tomar posada y apearse a Caldebayona (3) o a la Pajería, y es tu dama y el soldado que viene en su compañía, que, por acabar más presto la jornada, dejaron la litera y tomaron postas.

—Juro a Dios—dijo don Cleofás que lo he de ir a matar antes que se apee, y a cortalle las piernas a doña Tomasa!

—Sin riesgo tuyo se hará todo eso—dijo el Cajuelo, ni sin tanta demostración pública: gobiérnate por mí agora; que yo te dejaré satisfecho.

—Con eso me has templado—dijo don Cleofás; que estaba loco de celos.

—Ya sé qué enfermedad es ésa, pues se compara a todo el infierno junto—dijo el Diablillo—.

Vámonos a casa de nuestra mulata: almorzarás (1) Ia broma.

(2) De la iglesia mayor.

(3) Calle de Bayona.