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los Orfeos de la maesa, reparando la primera invasión con las guitarras, hacen una fuga de cuatro o cinco calles. Pero vuelve allí los ojos, verás cómo se va desnudando aquel hidalgo que ha rondado toda la noche, tan caballero del milagro en las tripas como en las demás facciones, pues quitándose una cabellera, queda calvo; y las narices de carátula, chato; y unos bigotes postizos, lampiño; y un brazo de palo, estropeado; que pudiera irse más camino de la sepoltura que de la cama. En esotra casa más arriba está durmiendo un mentiroso con una notable pesadilla, porque sueña que dice verdad. Allí un vizconde, entre sueños, está muy vano porque ha regateado la excelencia a un grande.

Allí está muriendo un fullero, y ayudándole a bien morir un testigo falso, y por darle la bula de la Cruzada, le da una baraja de naipes, porque muera como vivió, y él, boqueando, por decir "Jesús" ha dicho "flux". Allí, más arriba, un boticario está mezclando la piedra bezar con los polvos de sen.

Allí sacan un médico de su casa para una apoplejía que le ha dado a un obispo. Allí llevan aquella comadre para partear a una preñada de medio ojo (1), que ha tenido dicha en darle los dolores a estas horas. Allí doña Tomasa, tu dama, en enaguas, está abriendo la puerta a otro; que a estas horas le oye de amor.

—Déjame—dijo don Cleofás—; bajaré sobre ella a matarla a coces.

—Para estas ocasiones se hizo el tate, tate(1) Que ocultaba su estado.