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sentándose mejor y tomando la mano (1), y en traje castellano que ya había dejado a la guardarropa del viento el turquesco, les dijo:

—Señores míos, mi camarada iba a responder, y a mí, por tener más edad, me toca el hacello; escúchenme atentamente, por caridad. El Rey de España es un generosísimo lebrel, que pasa acaso solo por una calle, y no hay gozque en ella que a ladralle no salga, sin hacer caso de ninguno, hasta que se juntan tantos, que se atreve uno, al desembocar della a otra, pensando que es sufrimiento y no desprecio, a besalle con la boca la cola; entonces vuelve, y dando una manotada a unos y otra a otros, huyen todos, de manera que no saben dónde meterse, y queda la calle tan barrida de gozques y con tanto silencio, que aun a ladrar no se atreven, sino a morder las piedras, de rabia. Esto mismo le sucede siempre con los reyes contrarios, con las señorías y potentados, que son todos gozques con (2) Su Majestad Católica; pero guárdese el que se atreviere a besarle la cola; que ha de llevar manotada que escarmiente de suerte a los demás, que no hallen dónde meterse, huyendo dél.

Los estranjeros se comenzaron a escarapelar, y el Francés le dijo:

—Ah, bugre, coquín español!

Y el Italiano:

Forfante, marrano español!

(1) Adelantándose.

(2) Comparados con.