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El juguete rabioso

—¿Cómo se llamaba?

—Para qué querés saber el nombre... Tenía dos cátedras en el nacional y se mató ahorcándose...

—¿Ahorcándose?

—Sí, se ahorcó en la letrina de un café... !pero qué sonso sos!... ja….. ja….. no te creas... son mentiras... ¿No es verdad que es bonito el cuento...?

Irritado, le dije:

—Vea ché, déjeme tranquilo; me voy a dormir.

—No seas malo, escuchame... que variable sos... no te vayas a creer lo de recién... te decía la pura verdad..cierto... el maestro se llamaba Próspero.

—¿Y Vd. ha seguido así hasta ahora?

—¿Y que iba a hacer?

—¿Cómo que iba a hacer? Porque no se va a lo de algún médico ... algún especialista en enfermedades nerviosas. Además ¿por qué es tan sucio?

—Si está de moda, a muchos le gusta la ropa sucia.

—Vd. es un degenerado.

—Sí, tenés razón... soy chiflado... pero qué querés... mirá... a veces estoy en mi dormitorio... anochece... querés creerme, es como una racha... siento el olor de las piezas amuebladas... veo la luz prendida entonces no puedo... es como si un viento me arrastrara y salgo... los veo a los dueños de amuebladas..

—¿A los dueños, para qué?

—Natural, eso de ir a buscar es triste; nosotras nos arreglamos con dos o tres dueños y en cuanto cae a la pieza un chico que vale la pena nos avisa por teléfono.

Después de un largo silencio su voz se hizo más entonada y seria. Diría que se hablaba a sí mismo, con toda su tribulación.

—¿Por qué no habré nacido mujer?... en vez de ser un degenerado... sí, un degenerado ..., hubiera sido muchacha de mi casa, me hubiera casado con algún hombre